Con más de 70 producciones propias y el respeto ganado por ser una gestión sin precedentes en la historia de las tablas en nuestro país, el teatro La Plaza acaba de cumplir 15 años.
Hace casi diez años, el crítico y dramaturgo Alonso Alegría reconoció la labor de la directora del proyecto, Chela de Ferrari, y sostuvo que ella había logrado lo que nadie antes en el teatro local: armonizar la calidad artística con el éxito económico.
Aun así, el camino del quehacer cultural siempre es empinado y nadie puede dormirse en sus laureles. Sobre este aspecto, la actualidad, las posibilidades del teatro nacional y los proyectos futuros, conversamos con Chela de Ferrari.
—Hace ocho años mencionaste que ni llenando todos los días el teatro se ganaba lo suficiente para solventar todos los gastos. ¿Sigue siendo así?Sí. Por eso es que trabajamos bastante en alquilar la sala y, en paralelo, buscamos otros espacios de ingreso como puede ser el bar, pero estamos muy lejos para poder afirmar que somos rentables. Por eso tenemos a Los Productores [la cara más comercial de La Plaza] y auspiciadores que nos permiten cubrir los déficits. Sabemos que sin ellos esto no sería viable, pero también somos conscientes de que tenemos que encontrar nuevas fórmulas.
—¿Cómo ves la gestión cultural en nuestro país? ¿Qué crees que le falta desarrollar?Creo que se está haciendo lo mejor que se puede con los escasos recursos que se manejan. Espacios como el Británico o el cine Olaya están tomando decisiones inteligentes, pero el problema siempre va a ser presupuestal. Aun así, seguimos decididos en lo que hacemos. Por ejemplo, una vez al año nos juntamos con otros centros culturales, apostamos por la nueva dramaturgia e invertimos recursos que no nos sobran en un festival grande. Quizás, como sector, queda seguir apostando por propuestas innovadores, por nuevos lenguajes escénicos.
—Esos serían, entonces, los retos del teatro nacional en lo que respecta a la parte artística.Sí, por eso en La Plaza estamos trabajando en la creación de nueva dramaturgia peruana, pero no solo desde el lado de los escritores, sino también de los directores, quienes asumen una nueva forma de trabajo. El año pasado optamos por una obra como “San Bartolo”, que no parte de un texto, sino de un trabajo entre los actores y el director que hace las veces de dramaturgo. Para el 2019, el 50% de nuestra programación va a continuar con esa línea de exploración. Son obras de mucho más riesgo y aun así las programamos.
—¿Eso no es peligroso? ¡Por supuesto! ¡Arriesgarse significa lidiar con el peligro! Pero, claro, lo que hacemos es tratar de controlar el riesgo. Te doy un ejemplo: el próximo año vamos a tener una obra que hablará sobre la situación que vive el país en relación a la migración venezolana. ¿Cómo minimizamos el riesgo? Llamamos a un director en cuya capacidad para crear y dirigir el texto confiamos, lo acompañamos a lo largo de todo el proceso y le damos todas las herramientas que necesita para que la obra llegue a buen puerto. Debo decir que “San Bartolo” era la obra más arriesgada de este año y ha sido la más exitosa.
—Después de 15 años, ¿por qué crees que pareciera que al Estado le interesa poco el teatro? No digamos la cultura, porque podrían ser palabras mayores.Yo sí me atrevería a decir que no le interesa la cultura. Si ves el presupuesto que se le asigna, te das cuenta de que no está dentro de las prioridades, y lo que existe no es lo mínimamente adecuado para tomar acción y mejorar la calidad de vida de los ciudadanos. En La Plaza creemos que las sociedades que cuentan historias son mejores porque se ven reflejadas y pueden hacer memoria, entenderse y ver en dónde están parados y hacia dónde pueden ir. Creo que cuando estaba el ministro Del Solar la situación estaba mejorando, pero luego tuvo que renunciar y se perdió una buena oportunidad.
—¿Qué tienen otros países, como Chile o Colombia, en cuanto a políticas culturales, que no tengamos nosotros?No conozco los casos a profundidad, pero sí te podría hablar de Chile que es un país que conozco un poco más y con el que tenemos más relación. Ellos han apostado por una internacionalización del teatro y, por eso, tienen uno de los festivales [Santiago a Mil] más importantes del mundo, y sus artistas son reconocidos internacionalmente. No solo son instituciones privadas las que han contribuido con esto, sino que existe un apoyo claro y decidido del Estado.
—Acabas de regresar de un festival en Brasil con “Mucho ruido por nada” y luego irás a Ecuador y a Chile. ¿Esa es una ruta normal para las obras de La Plaza?No, lo que sucedió fue que en el último FAE Lima vinieron algunos programadores y algunos de ellos consideraron que “Mucho ruido por nada” era una obra adecuada y coincidía con su visión. También nos han invitado a Cádiz, por ejemplo, pero no vamos a ir.
—¿Por qué no?Nos presentamos a los fondos concursables del Estado y no los recibimos. Muy rara vez y muy pocos festivales te dan los pasajes, y eso, sin apoyo, hace que el viaje sea inviable. ¿Cómo pagas 20 boletos a España? Es imposible. Es una pena.
DATOS-El teatro La Plaza y Los Productores (gestores de obras como “Toc*Toc” o “Mamma Mia!”) pertenecen a la misma familia: la Asociación Cultural Drama.-En el 2018, para celebrar sus 15 años, La Plaza solo montó obras peruanas: “Santiago, el pajarero”, de Julio Ramón Ribeyro; “Lucha Reyes”, de Eduardo Adrianzén; y “Un misterio, una pasión”, de Aldo Miyashiro.-El próximo año se montarán “Un tranvía llamado deseo”, de Tennessee Williams, a cargo de Josué Mendez; “Yerma”, de Federico García Lorca, dirigida por Nishme Súmar; “Electra”, de Alejandro Clavier; y “Hamlet, ser o no ser”, una versión del clásico de Shakespeare por Chela de Ferrari.