“Ahora la escuela está pasando por un proceso de muchísimos cambios, creo que muy saludables, sobre todo porque ha pasado mucho tiempo sin haberlos. Habían muchos vicios que arrastrábamos, asuntos que no tenían en consideración los derechos de los estudiantes, y teníamos que corregirlos”. La preocupación es latente y Lucía Lora, actual directora de la Escuela Nacional Superior de Arte Dramático, es consciente de ello. Hasta hace poco, las denuncias –recogidas por el Consejo de Estudiantes de la Ensad– en contra de autoridades de la escuela por acoso y abuso de autoridad habían desbordado, y el descontento reinaba. Dichos tiempos, sin embargo, parecen tener fecha de caducidad.
“Nosotros no somos el poder judicial y no podemos juzgar a nadie. Nuestra obligación y responsabilidad es indagar y tratar de prevenir –agrega Lora–. Ahorita estamos sacando adelante una gran cantidad de campañas para prevenir el acoso, hostigamiento, discriminación por opción sexual, porque eso también se daba en la escuela. El teatro es como cualquier otro espacio: por más artistas que seamos, no escapamos a lo que pasa en la sociedad. Por esa razón acabamos de aprobar un nuevo reglamento contra esas conductas. Además, hemos inaugurado el departamento de psicopedagogía, que se encargará de recibir las denuncias y trabajar con los afectados. Se están trabajando focus groups para saber cómo se sienten los estudiantes con los docentes. Es complicado, porque en el teatro a veces es difícil evitar la cercanía física, pero es justamente por eso que necesitamos crear nuevos mecanismos. Debemos hablar más con los estudiantes, explicarles qué sentido tiene una aproximación, de manera que no se sientan violentados ni invadidos, y para que los profesores sepan cuáles son los límites que no pueden cruzar”.
Otros conflictos también serán tratados en la gestión de Lora, quien lleva seis meses en el cargo. ¿Es válido que el director de teatro lleve hasta el límite a sus actores?
Al respecto, Lora no titubea: un director no puede recurrir a eso.
“De ninguna manera. La psicoterapia y el teatro son espacios distintos. Si el director necesita que le actor indague en su mundo personal, visite sus fantasmas y sus demonios internos, entonces tendrá que decirle que vaya a un psicoterapeuta –afirma–. La tarea del director no es llevar al límite al actor porque no sabemos qué puede encontrar. No sabemos qué se puede destapar y no podemos romper a un ser humano y luego mandarlo roto a la realidad. Se necesita de un acompañamiento para que esa persona vuelva a juntar esas partes escindidas. Y, por otro lado, me parece que hay una suerte de esnobismo. Pensar que los artistas tenemos muchos demonios internos o que por naturaleza somos alcohólicos, promiscuos porque no podemos lidiar con nosotros mismos, es una pose. Lo entiendo en un determinado contexto histórico, por lo que se vivía en Europa después de la postguerra, pero ahora, un tiempo de simulacros, máscaras, un tiempo de mucha superficialidad, no. Sí creo que todos los seres humanos tenemos que tener un proceso de reflexión con nosotros mismos, pero el arte no es ese espacio. El arte es para pensarse a sí mismo como sujeto en medio de un contexto, y producir emocionalmente y racionalmente construcciones simbólicas, poéticas con relación a lo que estamos viviendo”.
OTRAS RENOVACIONES
Los cambios que trae Lora a la institución –de la que fue alumna– no solo se circunscriben a la defensa de los alumnos, sino también a darles mejores espacios para estudiar. “El año pasado, nuestra población era de 320 estudiantes y ahora es de 480, y eso que el índice de ingreso es 1 de cada 5 postulantes”, señala.
Según cuenta, actualmente no pueden cubrir la demanda y la tendencia del mercado parece que va a seguir al aumento. Por eso, acaban de presentar un proyecto al Ministerio para tener más recursos. “Si existe la necesidad de formarse en escénicas es porque existe la necesidad de decir algo, de pararse frente al mundo y decir ‘yo pienso esto’. Espacios como este tienen que abrirse para conducir esos procesos de una manera más adecuada, para formar artistas interesados por la cultura, que tengan pensamiento crítico, para reflexionar sobre el país y que formen ciudadanía. Sino, de todas maneras van a ir a los talleres, de los miles que hay en la ciudad, pero que solo les van a dar una formación técnica”, agrega Lora.
Por el momento, la Ensad maneja La Cabaña (con ocho aulas), una sede anexo y el teatro Roma. Al respecto del último espacio (que se alquila a un privado), Lora anota que le va bien, que suele llenarse y quienes suelen asistir son los vecinos de la zona, Santa Beatriz.
Otro de los cambios tendrá que ver con las producciones profesionales que realiza la escuela. “Aquí, por tradición, esos montajes salían de la dirección general, pero eso se está rompiendo. Ahora se va a trabajar con algunos directores cuyas poéticas nos parezcan interesantes, y los vamos a contratar para que ellos se encarguen. La primera experiencia es la que lleva Ricardo Delgado, director del colectivo Ángeldemonio, y que esperamos estrenar en marzo. Hubo un grupo de estudiantes que vino con la inquietud de investigar la formación de la identidad de la mujer peruana a partir de la danza mamaraywana, y nos pareció interesante. Estamos en procesos de abrirnos a la comunidad después de mucho tiempo de estar encerrados, un poco endogámicos, y empezar a dialogar con otras universidades y otros espacios formativos”, concluye la directora.