Entre marzo y abril de este año, un curso de comediografía se convirtió en el origen de una serie de micro obras que pronto darían el salto del papel a los escenarios. Con su singular manera de ver el mundo, Nicolás Yerovi, director de la centenaria “Monos y Monadas”, fue el encargado de pulir los escritos de noveles pero talentosos autores.
Gracias a la colaboración de actores formados por Patricia Frayssinet, el breve curso se convirtió en el programa Convertimos tu Talento en una Realidad, el cual ya ha puesto en escena “¿Y ahora qué hago?”. Esta primera comedia, que se presenta con gran éxito en La Posada del Ángel, está conformada por tres pequeñas historias o sainetes que tienen como leitmotiv la frase que da nombre al montaje.
Para ahondar en las motivaciones de este programa, conversamos con el propio Yerovi, quien también se pronuncia con el afilado humor que lo caracteriza sobre los avatares políticos que hemos enfrentado los peruanos a lo largo de las últimas décadas.
Para usted, ¿quiénes han sido los grandes comediógrafos del Perú?
Hay una célebre y riquísima antología de autores satíricos peruanos que reúne una selección de obras de Pedro Paz Soldán, de Abelardo Gamarra, ‘el tunante’, del propio Ricardo Palma, de mi abuelo Leónidas Yerovi, de Manuel Ascencio Segura, de Felipe Pardo y Aliaga, entre otros.
¿Y algunos más actuales?
Hay muy pocos. Justamente eso fue lo que me animó a formar una nueva generación de escritores de comedia, porque no los hay. Y se dio la feliz coincidencia de que Patricia e Ivonne Frayssinet formaban a actores de comedia pero no tenían obras de comediógrafos peruanos para representarlos. Fue un complemento perfecto.
Los escritores que está formando son, entonces, parte de su legado.
Personalmente creo que sí. Recuerdo que más o menos en el año 1981, cuando escribía mis primeras comedias, en una entrevista para El Dominical de El Comercio, dije en broma esta frase: “no seré el mejor escritor de comedias pero sí el único”. Fue el titular de la nota. Desde entonces han pasado casi 40 años. Ahora, por suerte, con esta nueva generación de autores puedo decir que ya no soy el único.
¿Cuántos escritores han sido parte de este programa?
Aproximadamente diez. Actores son un centenar. Hemos empezado con seis para la primera obra llamada “¿Y ahora qué hago?”. Le seguirá “No sabes con quién te has metido”, “Cuestión de confianza” y hay una última que se llama “Sal de tu casa esta Navidad”, tomando le el pelo a Luis Aguilé y José Feliciano. Cada una con actores diferentes.
“Cuestión de confianza” es un nombre muy oportuno para una comedia…
Son historias de la vida cotidiana en Perú. Pero esta tiene un guiño político. En todo momento está presente la doble intención del parlamento. Sin hacer parodia, es decir imitaciones ni de voz, ni de vestuario, ni de personaje alguno. No somos lo que en el Perú se conoce como humorista.
¿A qué se refiere exactamente?
Aquí se le llama humorista a quién sale a contar chistes y lo hace bien, a quien imita a personajes. Pero eso no es lo literario. Lo nuestro es crear historias donde le ocurre algo a las personas. Y eso que ordinariamente nos podría llevar al enojo o al disgusto nos convoca al mundo de las carcajadas.
Que es un poco lo que usted hace desde “Monos y Monadas”…
Es lo que a mí me viene ocurriendo desde hace 45 años, cuando empecé a ocuparme de la dirección. Son 114 años los que tiene este quehacer. Empezó con la máquina mecánica a inicios del siglo XX hasta llegar al mundo digital actual.
¿Es complicado hacer humor político en estos tiempos?
Hacerlo de calidad y gracia, dificilísimo. La frontera entre lo palurdo y el talento es muy delicada.
Pero es necesario…
Pienso que sin sentido del humor el Perú no existiría. Es la única explicación de que existamos y hayamos sobrevivido a todos sus acaeceres. Si nos tomamos realmente en serio lo que nos ha venido pasando en las últimas cuatro décadas ya hubiésemos enloquecido si es que antes no hubiéramos desaparecido. Hemos pasado por apagones, falta de agua, hiperinflación, hemos tenido hasta tres patrones de monedas en apenas cinco años. Y estamos viviendo un par de décadas signadas por el satánico maleficio de la corrupción.
Contra todo pronóstico, estamos vivos para contarlo…
Gracias al ingenio y el humor. Riéndonos de nosotros mismos y de los culpables de tantísima desgracia. Ser un cultor de la ironía y llevarla a escena, en el caso concreto de los comediógrafos y actores, no es solo terapéutico para quien lo ejerce sino punitivo. Cultivar este género literario y escénico es difícil pero también muy gratificante porque nos permite a espectadores, actores y artistas aprender de la vida que nos ha tocado vivir.
Volviendo a “Monos y Monadas”, usted asumió la dirección de esta publicación en pleno gobierno militar.
Cuando murió papá. A él le afectó mucho la censura. Quizás esto, estoy conjeturando, hizo que partiera antes de tiempo. Por entonces, yo ya escribía, estaba haciendo el doctorado en filología y literatura, pero con el propósito de enamorar a las muchachas, nada más. No me había interesado la ironía sino que formaba parte de mi vida cotidiana, en mi vida familiar era moneda corriente el sarcasmo, la chirigota, pero como autor me había puesto yo la meta de hacer poemas líricos. Seguramente hubiera sido un catedrático profesional, un maestro de literatura.
Pero con lo ocurrido su vida dio un giro.
Completamente. Y empecé a prestar atención al legado que había recibido de mi padre y que a su vez él había recibido de mi abuelo Leonidas, fundador de “Monos y Monadas” en 1905. Era una línea continua y me dije a mí mismo que eso no podía quedar así. De esta manera resolví dirigir la revista, en medio de millares de peripecias.
¿Cómo calificaría a los gobiernos de las últimas décadas?
Después de haber sobrevivido a ellos, uno podría arribar a la conclusión de que casi todos los peruanos vamos a ir al cielo porque ya hemos pagado todas nuestras culpas. Si uno se presenta con el DNI ante San Pedro y él ve que somos peruanos nos va a dejar pasar a casi todos. Algunos que tenemos en mente no van ingresar al cielo sino a Lurigancho, a la Dinoes o a la base naval.
“Casi todos los peruanos van al cielo” es una de sus celebradas comedias…
Fue escrita en tiempos donde uno se duchaba con una taza de té. Por entonces se guardaba el agua en baldes y había que distribuirla racionalmente entre la familia. Había días en los cuales almorzaban unos y los otros aplaudían. Eran los ochentas, tiempo de escasez. Pero luego vino la abundancia inalcanzable porque había de todo pero nadie tenía con qué comprarlo.
Eso ya fue en los noventa…
Con la recesión en los tiempos del japonés volador. Allí había de todo pero en las tiendas. Los jóvenes que tienen 25 años no han vivido eso, pero nunca deben olvidar las actuales evidencias de la cuantiosísima corrupción, que no era así de clara a fines del siglo pasado, pero que posiblemente siempre existió.
La memoria podría ser un buen tema para escribir comedias.
Sería una forma de educar con gracia y formar en el conocimiento de nuestra propia historia.
Se dice que el peruano no tiene memoria cuando se trata de política…
Yo diría que tampoco tiene una gran educación. Quien tiene el manejo del poder o lo ha tenido en los últimos tiempos se ha ocupado de manipular los votos y conciencias de aquellos que viven ignorantes del pasado y de lo que ocurre en el presente.
¿Cuál es su apreciación personal sobre el Congreso ya disuelto?
Un parlamentario parla y al hablar debe dar a entender su pensamiento. De lo poco y mal que hablaban estas personas no se podía dar entender nada porque muchos ni pensamientos tenían. Eso no era un Congreso era una lástima.
La indignación colectiva que generó el accionar de estos ex congresistas, parece ser el inicio de un cambio…
Lo que está por ocurrir podría ser tan venturoso como el nacimiento de una nueva república. A mi criterio es el fin de una época, es un momento capital para la historia del país. Permitiría despedir a una vieja generación que no ha hecho más cosa que valerse de los votos de la gente para saquearlo. Prácticamente no tenemos partidos políticos ni políticos profesionales y allí, curiosa e irónicamente, estriba la esperanza.
Más información:
“¿Y ahora qué hago?”. La Posada del Ángel (Av. San Martín 157, Barranco). Viernes y sábado, 8 p.m. Entrada: S/10.
Octavillas para el Congreso
Antes de la disolución
A veces, cuando estoy contento y no sé muy bien por qué, me acuerdo del Parlamento y al fin comprendo por qué: Contento estoy pues no soy, ni formo parte ninguna, de esos bichos que hoy por hoy robando han hecho fortuna.
Después del cierre
Más sencillo hubiera sido enrejar ese Congreso cuando estaba reunido y todos quedaban presos. Nos salía muy barato, además de ser bonito, que tengan por cana y jato la pocilga del delito.