Larga vida a las relaciones a distancia, aquellas cuya vida tambalea con el más mínimo soplido y tienen que hacer oídos sordos a las lenguas que hablan de una felicidad protagonizada por más de dos amantes. Bienaventuradas las que se sobreponen a los temores e inseguridades y, sobre todo, a la terrible ausencia física del ser querido.
No ha existido tiempo oportuno para ser parte de una. Ni siquiera el siglo XXI: las videollamadas o el WhatsApp no han logrado satisfacer las necesidades de las parejas que lo que realmente buscan es el contacto. “10.000 km” –cinta española del 2014– grafica la angustiante soledad a la que se tienen que someter Sergio (David Verdaguer) y Alex (Natalia Tena) cuando él se muda a Los Ángeles para hacer una residencia artística, mientras que ella se queda esperándolo en Barcelona. La relación, por supuesto, se les sale de las manos y el egoísmo se revela con frases como “tú no quieres estar conmigo, quieres que yo esté contigo”.
Los panoramas empeoran tan solo al retroceder un siglo. Imaginarse a Antón Chéjov esperando a que llegaran las respuestas de Olga Knipper a través del servicio postal podría ser un martirio para algunos. ¿Qué más se podía hacer a inicios del siglo XX? Su situación, sin embargo, era más compleja que la de la gran mayoría: la tuberculosis había puesto fecha de expiración a la vida del autor.
“Hay que decir que Chéjov y Knipper se conocieron durante seis años, desde que se vieron por primera vez durante la lectura de ‘La gaviota’ –cuenta el director de teatro Santiago Sánchez–. Para entonces, él ya era un escritor de cuentos muy reconocido, considerado uno de los grandes; sin embargo, había tenido muchos fracasos en el teatro. Le extrañó, por tanto, que el Teatro de Arte de Moscú y Stanislavski quisiera arrancar la compañía con una obra suya. Muy escéptico, él acudió a la lectura del libreto, y lo que más le impresionó fue ella”.
En total, entre ambos se mandaron 400 cartas que, en el 2008, fueron compendiadas en el libro “Antón Chéjov-Olga Knipper. Correspondencia (1899-1904)”, y que, durante muchos años, inspiraron a varios autores para llevarla a escena. Uno de ellos fue Carol Rocamora, especialista en la vida y obra del ruso, quien en el 2001 escribió “Tu mano en la mía” –título inspirado en la frase “tomo tu mano en la mía”, que Chéjov utilizó para firmar las misivas–, puesta en escena que respeta y muestra la verdadera alma de sus protagonistas.
Los celos, por supuesto, están presentes. “Son muy sutiles –acota Sánchez, quien dirigirá dicha obra desde el jueves 24 en la Alianza Francesa–. Hay que pensar que aquí hay un par de personas extraordinarias, así que son distintas las sensibilidades que existen, las dudas y la comprensión de alguien que se sabe en el final de su vida, que es consciente de que acaba de conocer a una mujer mucho más joven que él, y que, por tanto, acepta que va a tener otros encuentros y que la vida sigue. Eso también es hermoso de verlo”.
Así como los personajes chejovianos, el destino del Chéjov y la Olga de la obra –interpretados por Miguel Iza y Paloma Rojas– ya está escrito y no pueden hacer nada al respecto. “Él sabe que va a morir y así ocurre, y ella, alguien que con 29 años se embarca en una relación y que sabe que más pronto que tarde va a ser viuda, no sabe qué va a hacer con su vida. Luego, ella le sobrevivió más de 50 años, y fue una de las responsables de difundir el trabajo del Teatro de Arte de Moscú y del mismo escritor”.
PASIÓN POR ESCRITO
Sigmund Freud (1856-1939) también sufrió los avatares de una relación a distancia. Cuando tuvo 25 años conoció a Martha Bernays, con quien desarrolló un romance victoriano (muy cuidadoso de las formas). Durante los cuatro años de noviazgo, solo se vieron seis veces, por lo que tuvo que cuidar la relación y mantener la pasión viva a través de más de 900 cartas. Muchas de ellas se recopilaron en el primer volumen de “La prehistoria del psicoanálisis”, en las que, según el editor del libro, se nota su tendencia a los celos.
Se habla también de que el mismo Johann Wolfgang von Goethe (1749-1832) habría escrito cientos de cartas de amor a Charlotte Buff, la prometida de uno de sus amigos. Aunque jamás se las envió, sí las habría conservado. Para evitar conflictos y tentaciones, su forma de hacerle llegar sus sentimientos, dicen los especialistas, fue inspirarse en ella para crear a la Charlotte de “Las penas del joven Werther”, novela epistolar publicada en 1774. Años más tarde, ambos intercambiarían misivas, pero siempre con respetuosa distancia.
MÁS INFORMACIÓN
Lugar: Alianza Francesa. Dirección: Av. Arequipa 4595, Miraflores. Estreno: jueves 24, 8 p.m. Horario: de jueves a sábado, 8 p.m.; domingos, 7 p.m. Entradas: Teleticket.