Los animes esconden su complejidad detrás de una propuesta de puro entretenimiento, con las peleas y el humor como sus rostros más conocidos. Componen mundos de contradicciones, personajes emblemáticos, conflictos vigentes y reflexiones sobre el ser humano y el destino de la humanidad. “One Piece”, por ejemplo, no solo es la historia de un joven que quiere ser el Rey de los piratas. La obra de Eiichiro Oda aborda temas como las dictaduras, la esperanza de la libertad, la esclavitud, el racismo, la dignidad, la crueldad y el futuro. Si quitas la primera apariencia, te encuentras con una propuesta narrativa y audiovisual notables, un arte que se sigue expandiendo y que merece ser analizada desde diferentes perspectivas, como ha hecho el escritor peruano J. J. Maldonado en su libro “Narrativa mesiánica: animes al rescate de la ficción”.
El autor analiza algunas dimensiones de animes claves de las últimas décadas, como “One Piece”, “Monster”, “Neon Genesis Evangelion”, ”Naruto”, “Dragon Ball Z”, “Death Note”, entre otros. Y también presenta un marco general para no iniciados en estas ficciones, con una investigación sobre el origen del manga y el anime y definiciones de lo que es shonen, seinen, entre otros detalles.
“En mi libro hago un repaso de la historia y de la etimología del anime basado en estudios previos. Menciono producciones primigenias como ‘Mittsu no Hannashi: The Third Blood’ de 1963 o ‘La batalla del mono y el cangrejo’ de 1917. Y también hago presente la que sería la primera plasmación del anime en 1900, la más antigua del mundo, que solo dura tres segundos y en donde aparece un marinerito japonés saludando con su gorra”, declaró Maldonado a MAG.
Así, Maldonado ha reflexionado sobre la épica en el anime, la libertad en la historia de los piratas más famosos, el deicidio y la criminología en la travesía infame de Kira, los estilos de un “futuro pasado de moda” de “Cowboy Bebop”, el antihéroe en “Akira” y los abismos de “Evangelion”.
UNA INMERSIÓN AL FASCINANTE MUNDO DE LOS ANIMES
En las últimas dos décadas, leer mangas y ver animes han dejado un poco su marginalidad. El fenómeno ha seguido creciendo y su caída parece todavía algo lejano. Aunque forma parte de la cultura popular, estas ficciones japonesas todavía están encerrada en los prejuicios de ser solo “dibujitos” que solo divierten.
En entrevista con MAG, Maldonado dijo que esta realidad se mantiene también con “el caso de los videojuegos, los graffitis, las creepypastas, los memes, los fanfic” y que tiene su raíz en “generaciones anteriores que no han querido aceptar que existen cambios de paradigmas y nuevas formas de entender el mundo a través de ficciones o plasmaciones pop muy contemporáneas”.
“Es cierto que este prejuicio ha ido desapareciendo y el rechazo es cada vez menor. Pero no deja de ser curioso que las personas que manejan el discurso de la disolución entre la ‘baja’ y ‘alta’ cultura, es decir, personas del campo intelectual, sean las que precisamente tengan ese prejuicio tan arraigado. Yo les diría: tranquilos, lean el manga ‘Berserk’ o vean ‘Shingeki no Kyojin’, así como algunos de sus mayores se dieron la oportunidad de escuchar rock o de entender la cultura del tatuaje”, agregó el autor en la entrevista.
Tu libro de ensayos también está dirigido a un público ajeno a estos temas. Defines, contextualizas y das un data genérica de los animes que abordas. A los que todavía evitan ver estas ficciones por ser “dibujitos” o “para niños”, ¿qué le dirías que se están perdiendo?
Se están perdiendo de analizar o simplemente de apreciar cómo se está leyendo el mundo en la actualidad. El manga y el anime son narrativas que, como toda narrativa pop y marginal, han creado un espacio para dialogar de aquello que a las narrativas oficiales les cuesta hablar. Es eso que el teórico poscolonialista indio Homi K. Bhabha ha denominado “tercer espacio de enunciación”, el cual sirve como un área de negociación de los significados y de las representaciones para entender el proceso y el estado de las identidades humanas.
Por ejemplo, el manga y el anime tocan temas como la teoría de género o las nuevas masculinidades desde hace mucho tiempo, incluso en las demografías más comerciales como el shojo y el shonen. Series como “Naruto”, “Ranma ½” o “Evangelion” desafían las nociones tradicionales de la masculinidad y sus protagonistas muestran vulnerabilidad, emociones profundas, relaciones afectivas y homosociales. Estas representaciones abren la puerta a discusiones sobre identidad de género y roles de masculinidad más flexibles y diversos.
Propones que el anime nos ha devuelto la fe en la ficción contemporánea. ¿Cuál es la decadencia en la que ha entrado la ficción y cómo el anime ha cambiado este panorama?
Cuando pensaba en la ficción contemporánea, pensaba específicamente en la novela y el cine actual, que han caído en cierto desprestigio por su falta de ambición narrativa, invención verbal, técnica, impacto comercial, por su falta de un nuevo lenguaje que nos ayude a comprender mejor los procesos del siglo XXI. Desde luego que hay excepciones a esa regla, pero, en la mayoría de los casos, la ficción actual, la ficción que entendemos como novela y cine, incluso serie de televisión, es bastante paupérrima y ha perdido su brillo. Esas excepciones, normalmente, tienen una recepción muy limitada por el descrédito general que ha ido ganando la ficción contemporánea.
El anime y el manga vienen a suplir esa desconfianza y a salvar a la ficción, demostrando que todavía existe una ambición, una técnica, una invención verbal que no ha desaparecido y que puede encontrarse en sus narrativas. Convengamos así que el manga trabaja a partir de un worldbuilding, la novela o el cine actual no, y por eso son mucho más limitados y menos imaginativos; la construcción de un gran universo ficcional ahora solo le pertenece al mangaka, ya no al novelista ni al cineasta.
¿Animes como “One Piece” son la muestra de que se puede hacer una obra de alta calidad y ser una marca que mueve millones en público y dinero? ¿O son excepciones de la industria de la televisión?
Como en toda industria, a veces hay excepciones. Algunos animes de alto impacto narrativo y de calidad técnica como “Baccano!”, por ejemplo, o “Kingdom,” o “Great Teacher Onizuka”, no han tenido la misma suerte que animes como “One Piece” o “Shingeki no Kyojin”. Incluso si pensamos en mangas que jamás han llegado al anime, ya podemos hacernos una idea de que a veces también, como en la industria literaria, hay un factor que podemos llamar “suerte” o “golpe de gracia”. De modo que tampoco podemos hacernos tantas ilusiones. Pero hay que tener en claro algo. En Japón, la mayoría de jóvenes artistas no piensan en hacer su “Gran Novela”, sino, la mayoría de ellos desea hacer su “Gran Manga”.
Y es interesante pensar que los mangakas tienen una concepción distinta a la occidental, en la que se desea hacer un libro o una película como proyecto a corto plazo, y, luego, posiblemente, hacer una obra con varios libros o películas; pero los mangakas no, ellos desean hacer un manga que sea serializado y dure mucho, mucho tiempo, es decir, que sea un proyecto a largo plazo, como el caso de “One Piece” o de “Hunter X Hunter”, que tienen extensos años de duración, y que los mangakas desean seguir alargando. Estos dos animes podrían ser tranquilamente como los casos paradigmáticos de la industria del manga y el anime en Japón.
El público exige una calidad alta en las historias de animes y mangas, además de la visual en cuanto a la primera. El fandom puede ser muy rígido y hasta injusto con los finales. ¿Hay alguno que no te haya gustado o que te parezca que fue vapuleado sin merecerlo?
Aunque es uno de los animes con los que trabajé en mi libro, “Bleach” no terminó por gustarme del todo. Sin embargo, reconozco su valor, especialmente en el manga, a partir del volumen 9, “Fourteen Days for Conspiracy”, y todo respecto a las pugnas políticas en la Sociedad de Almas que lo emparenta con la mística de Emanuel Swedenborg. Esa correspondencia, entre un manga y una teología, me parece muy interesante, sobre todo el concepto de épica vital en el “Más allá” que postulan tanto Tite Kubo y Swedenborg. Eso está muy bien.
Como escritor, ¿cuáles son las dimensiones del anime que más han influido en tu obra?
Creo que he aprendido del anime dos elementos que puedo reconocer en la narrativa de mis últimos libros: el ritmo cinético y el humor, especialmente el de los shonen. Mi novela “El amor es un perro que ruge desde los abismos” se ensambla bajo esas directrices y, además, hace otras referencias al anime y se alimenta de ello, siendo los universos de “Neon Genesis Evangelion”, “Naruto” y “Death Note” parte de su constructo narrativo. La crítica ha señalado que mi escritura tiene mucha influencia del manga y el anime, supongo también por la estructura de algunas escenas que comienzan a modo de viñetas textuales y panorámicos muy usuales en los inicios de los capítulos de los mangas. Pero quisiera creer que la cultura pop japonesa me ha dado también un nuevo punto de vista, un lenguaje otro que me enseña a entender mejor el siglo XXI.
Si pudieras escoger un solo anime o manga como tu favorito, ¿cuál sería y por qué?
Esta pregunta no ha dejado de faltar en las entrevistas que me han hecho y cada vez respondo mencionando un anime diferente. Esta vez mi respuesta no será la excepción y diré uno nuevo: “Claymore”, un anime de fantasía oscura de Norihiro Yagi. Es simplemente excepcional. Aborda temas como la identidad, la lucha entre el Bien y el Mal, y la deshumanización. Filosóficamente, es interesante por cómo explora la dualidad entre el monstruo y el humano, cuestionando lo que realmente define a cada uno y cómo, a la larga, ambos son un solo concepto.
¿Tienes algún ideal o frase de un manga o anime que te haya marcado de manera significativa?
Mi mantra de toda la vida es: “No puedes elegir cómo naces, pero puedes elegir cómo mueres”, dicho por Roronoa Zoro de “One Piece”.
Contenido Sugerido
Contenido GEC