André Carrillo es un niño pícaro. Muestra la sonrisa propia de aquellos pequeños que acaban de cometer una travesura. No pierde haciendo ‘camotito’ en el entrenamiento de la selección y, muy por el contrario, se burla del rival mostrando su talento con el balón. Tampoco cae durante las preguntas más complicadas. Ágil para desplazarse con precaución ante cada consulta punzante, asume la ausencia de Paolo Guerrero como un desafío y, además, revierte el inconveniente transformándolo en motivación.
“El grupo preferiría jugar con Paolo. Es importante y una referencia. Pero, ya que no está él, no nos vamos a sentir menos ni nada. Vamos a trabajar para también así dedicarles triunfos para él”, responde con serenidad la ’Culebra’ mientras cruza los brazos sobre el pecho en señal de defensa. Tiene razón Carrillo en esta mañana fría de viernes en La Videna de San Luis. Las estadísticas indican que la selección enfrentó los últimos cuatro partido sin Paolo Guerrero: el repechaje ante Nueva Zelanda y los amistosos ante Croacia e Islandia. Tres victorias de cuatro duelos. Los números respaldan las palabras del volante.
Habituado a ser suplente en el Watford de la Premier League de Inglaterra, André Carrillo es consciente que esa situación podría despertar el cuestionamiento ajeno. Quizá por eso se muestra tan tajante al responder por su falta de minutos. “Por más que no tenga continuidad, yo vengo entrenando al 100% porque soy un profesional. Entreno así para estar bien cuando me toque jugar, es básicamente eso”, expresa –y recalca- manteniendo la tranquilidad y la calma.
“Me siento un jugador maduro e importante para la selección. Pero es gracias a los compañeros, que últimamente hemos venido haciendo buenos partidos y tenemos que mantenerlo. Yo estoy listo para jugar de titular o suplente”, dice Carrillo sin titubear con el fondo de un único hincha que canta a todo pulmón: “¡Cómo no te voy a querer! ¡Cómo no te voy a querer! Si eres el Perú bendito que me vio nacer”. La ‘Culebra’ se aleja de la prensa -y de las preguntas- con una sonrisa pícara. Esa misma que muestra cada vez que hace un amague o burla a un compañero jugando ‘camotito’.