¿Por qué será que los impostores y los fantaseadores siempre nos han fascinado? ¿Será por la convicción y el tremendo trabajo necesario para mantener un engaño convincente? ¿Por el mero atrevimiento de hacerlo? ¿O quizás porque nos imaginamos que algún día quizás terminemos creando una pequeña ficción sobre nosotros mismos?Seguir a @Mundo_ECpe !function(d,s,id){var js,fjs=d.getElementsByTagName(s)[0],p=/^http:/.test(d.location)?'http':'https';if(!d.getElementById(id)){js=d.createElement(s);js.id=id;js.src=p+'://platform.twitter.com/widgets.js';fjs.parentNode.insertBefore(js,fjs);}}(document, 'script', 'twitter-wjs');
A lo largo de la historia, hay un puñado de personajes a los que se les ha adjudicado el título de “El más grande embustero”.
Uno de ellos fue Ned de Glamorgan, también conocido como Iolo Morganwg, un historiador, poeta y activista del siglo XIX, quien descubrió poemas medievales, un antiguo alfabeto y numerosos manuscritos que son piedras angulares de la cultura literaria galesa y marcaron la idea moderna que tiene Gales de sí misma.
La razón por la que Morganwg es un serio contendiente al título es porque, pues, en su vida casi todo era ficticio: mentiras y falsificaciones.
Pero hay otros que le disputan el título, y algunos más que, quizás no tengan oportunidad de llevarse la corona, pero nos dejaron cuentos para explicar.
Les presentamos a...
- Frank William Abagnale Jr.
Quizás es el más famoso de los impostores modernos, y aún más famoso después de que su historia fue el tema de la película “Atrápame si puedes”, con Leonardo di Caprio.
Asumió alter egos que incluyeron un médico, un abogado, un piloto (“muy consciente de que me estaban entregando la custodia de 140 vidas, la mía incluida... porque yo no sabía ni cómo hacer volar una cometa) e, irónicamente, un agente de la Agencia de Prisiones de Estados Unidos.
Se escapó de las manos de la policía en una ocasión saltando de un avión en movimiento, pero tras pagar cinco años de cárcel, se convirtió en un conferencista sobre fraude para la academia del FBI.
- No hay negocio como el negocio del fraude
En 1943, Tanis Chandler tenía 20 años de edad y se pasaba los días escribiendo a máquina en una oficina de correduría en Hollywood, soñando con convertirse en estrella de cine.
Como muchas actrices principiantes, pasaba dificultades, pero como ninguna otra, adoptó una solución inusual.
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La vida como actriz principiante no es fácil, así que Tanis Chandler optó por una solución radical. (Foto: Getty Images)
Como los hombres se habían ido a la guerra, había escasez de actores para encarnar los roles masculinos, así que se puso los pantalones y se presentó en la oficina de casting como “Robert Archer”.
Inmediatamente le dieron el papel de un jeque en una película de Warner Brothers llamada “La canción del desierto”.
La historia fue noticia y ella continuó con su carrera de actriz, sólo que desde ese momento como Tanis Chandler.
- Un engaño real
Los enemigos del rey Enrique VII alegaron que habían encontrado a Richard de Shrewsbury, el duque de York, que supuestamente había muerto en la Torre de Londres.
El personaje representaba una amenaza para la dinastía Tudor y consigió mucho apoyo afuera de Inglaterra.
De visita en Viena, lo trataron como si fuera el rey legítimo de Inglaterra.
El supuesto duque de York más tarde declaró que era Perkin Warbeck, hijo de Jehan de Werbecque, un comerciante de Flandes.
- Red de intrigas
Miles de personas apoyaron a una chica de 19 años, Kaycee Nicole Swenson de Kansas, quien estaba muriendo de leucemia.
Leyeron informes de su enfermedad, de su valor, la llamaron, le escribieron mensajes de correo electrónico y se acercaron a su madre, Debby, quien llevaba un diario de su experiencia como mamá de una hija desahuciada.
En el 2001, Kaycee Nicole murió, lo que entristeció a sus amigos de las redes, pero Debbie se rehusó a proveer detalles del funeral.
Un grupo de detectives online, los “ScoobyDoos” decidieron investigar y descubrieron que Kaycee nunca existió: no había récords ni obituarios.
Eventualmente, Debbie Swenson, una mujer de 40 años de Kansas, reveló que ella era Kaycee.
Las fotos que había usado para el sitio en Internet eran de su vecina, quien no estaba enterada de ello.
Debbie nunca se arrepintió de engañar a la gente pues decía que Kaycee era real, en la medida que era una imagen compuesta de las víctimas de cáncer que ella había conocido.
El FBI investigó, pero concluyó que no podían acusarla pues Debbie no se benefició financieramente del engaño.
- Mi padre, Sidney Poitier
Otro fraude que llegó a la gran pantalla (“Siete grados de separación, con Will Smith”) fue el de David Hampton, que fingió ser el hijo del actor y director Sidney Poitier.
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David Hampton fingió ser hijo del actor y director Sidney Poitier, en la foto. (Foto: Getty Images)
Disfrutó de la generosa hospitalidad de miembros de la comunidad de actores de Hollywood, como Melanie Griffith y Gary Sinise. Decía que se iba a encontrar con Poitier en restaurantes, donde le prodigaban todas las atenciones y le invitaban a bebidas, y luego decía que al final Poitier no iba a poder llegar.
También pedía préstamos a gente y conseguía que le dejaran dinero. Lo descubrieron cuando lo encontraron en la cama con otro hombre, en casa de Osborn Elliott, el decano de la Escuela de Periodismo de la Universidad de Columbia, quien llamó a la policía.
No se presentaron cargos en su contra, pero tuvo que devolver US$4.500 que había conseguido de la gente utilizando el nombre de Poitier.
- Una mujer con medios
Cassie Chadwick, nacida Elizabeth Bigsley en 1857, fue una de las más exitosas artistas del engaño de la historia.
A los 14 años la descubrieron falsificando cheques que dijo que había heredado de un tío británico. Un tribunal decidió que estaba loca y la dejó libre. Ella continuó con su dudosa carrera.
Mientras pretendía ser una vidente llamada Madame Lydia DeVere en 1882 se casó con su primer marido.
Pero la cobertura mediática de la boda alertó a algunas de sus víctimas sobre su identidad falsa y pidieron que les devolviera el dinero, tras lo cual su marido la dejó un año después.
Tres maridos después, en 15 años, empezó a decir que era la hija ilegítima de Andrew Carnegie, el rey del acero.
Durante ocho años tomó prestado dinero de bancos con esta identidad y los bancos se lo dieron, demasiado preocupados por un posible conflicto relacionado con una hija ilegítima de Carnegie como para hacer demasiadas preguntas.
Logró hacerse con US$20 millones. En 1904 la descubrieron, después de que un astuto gerente bancario no se creyera su historia, y la metieron en la cárcel durante 14 años. Murió de un ataque al corazón en 1907.
- ¿Doctor quién?
James Barry era un cirujano militar en el Ejército Británico, graduado por la Escuela de Medicina de la Universidad de Edinburgo, quien durante misiones en la India y en Ciudad del Cabo logró mejorar las condiciones de soldados y locales heridos, convirtiéndose en Inspector General a cargo de hospitales militares.
Logró hacer la primera cesárea en África con supervivencia de la madre y el bebé. Excepto porque... no es cierto.
Porque “él” en realidad era Margaret Ann Bulkley, quien eligió vivir como hombre para poder ir a la universidad y ser cirujana. Su género solo se descubrió tras su muerte, convirtiéndola en la primera mujer británica en convertirse en médica o cirujana cualificada.
- La princesa de cuento de hadas
Otro caso fue el de la princesa Caraboo, en realidad la hija de un zapatero llamada Mary Baker. La princesa Caraboo fue encontrada cerca de Bristol, en Inglaterra, en 1817, con ropas exóticas y hablando un idioma extraño.
Dijo, gracias a la traducción de un marinero que curiosamente apareció al mismo tiempo y podía hablar su idioma, que era de la isla de Javasu en el Océano Índico y había escapado de los piratas.
La trataron como realeza durante diez semanas, hasta que la descubrieron porque su antigua casera, la señora Neale, la reconoció.
La familia con la que se estaba quedando la princesa Caraboo sufrió una profunda decepción y para no ser el hazmerreír, la mandaron a Estados Unidos, donde ella siguió haciéndose pasar por la misma princesa.
Al volver a Inglaterra siguió con la mentira, al igual que hizo en viajes por Francia y España. Dejó el engaño cuando volvió finalmente a Inglaterra y se estableció como Mary Baker. Nunca fue acusada de ningún delito.