Es sabido que Karl Marx -quien nació hace 200 años- fue uno de los pensadores más influyentes del siglo XX, ya que su obra inspiró a líderes comunistas como Lenin, Stalin y Mao.Pero lo que es menos conocido es que quizás nada de eso hubiera ocurrido si Marx no hubiese conocido a Johanna Bertha Julie von Westphalen, su esposa durante 38 años.Jenny -como la llamaban todos- podía hacer algo que nadie más podía: ¡entender la letra de su marido!Y es que la caligrafía de Marx era famosamente mala, tanto así que resultaba indescifrable para muchos editores.Por eso, Jenny siempre era la primera en leer todos sus artículos y tenía la crucial tarea de transcribirlos y enviarlos a las editoriales.Pero reducir su importancia histórica e influencia a su papel como “traductora” de Marx sería una injusticia.
Von Westphalen era una pensadora política y escritora que participaba activamente en discusiones con políticos y filósofos, a la par de su marido.Fue la primer miembro de la Liga comunista, la organización revolucionaria fundada por su esposo y Federico Engels en 1847, que se convertiría en el Partido Comunista.
Muchos historiadores resaltan los sacrificios personales que debió hacer Jenny para acompañar y potenciar a su marido.Y es que en realidad ella pudo haber tenido una vida de lujo y riqueza y en vez se dedicó a luchar por las clases obreras.Pero su sacrificio más grande fue la pérdida de cuatro de sus sietes hijos, que fallecieron en su infancia como consecuencia indirecta de la pobreza que padeció la familia Marx por seguir sus ideales políticos.
Von Westphalen nació en el seno de una prominente familia de la aristocracia alemana (entonces Prusia).Heredó de su padre el título de baronesa y su familia, tanto paterna como materna, estaba repleta de duques y nobles europeos.Además era considerada una belleza y según sus biógrafos era codiciada por varios hombres de mucha fortuna.
Pero ella los ignoró y se casó con Marx, vecino de la infancia, que provenía de una familia de clase media y era cuatro años más chico que ella.Los unía una enorme pasión por la lectura, afición que compartían desde la adolescencia.Él -que estudiaba para ser abogado, como su padre- le dedicó una colección de poesías y todos los relatos coinciden en que la pareja se amaba profundamente.Pero ese amor tuvo su costo: debido a su activismo político Marx fue expulsado de varios países, incluyendo Prusia, y la familia terminó viviendo en el Reino Unido, exiliada, perseguida y en situación de pobreza.No ayudó que Carlos -experto en teoría económica- manejaba pésimamente el dinero de la familia, lo que los obligó a depender de la ayuda de Engels.Incluso cuando Jenny heredó dinero de su familia, Marx lo invirtió en comprar una gran casa en el acomodado norte de Londres que según varias fuentes estaba por encima de su capacidad económica.
El aspecto más trágico de esta vida que llevaban fue la pérdida de los tres hijos varones de la pareja y de una niña.Todos fallecieron al poco tiempo de vida, algo que ha sido asociado a la pobreza y el hacinamiento que padecía la familia.
No obstante, y a pesar de haber dado a luz siete veces y de criar a tres hijas, Jenny nunca dejó de ayudar a su marido.En su libro “Amor y Capital: Karl y Jenny Marx y el nacimiento de una revolución”, de 2011, la autora Mary Gabriel cuenta cómo Jenny, embarazada, viajaba para juntar dinero para financiar el trabajo de Marx.Y es que incluso eso debió hacer por él: las autoridades prusianas le quitaron a Marx la ciudadanía y los británicos se rehusaban a otorgarle el documento, por considerarlo una figura peligrosa. Así que Marx era, en esencia, un hombre sin nacionalidad.Tampoco tenía la fama: cuando su obra más famosa, “El capital”, fue publicada en 1867, pasó sin pena ni gloria.Fue mucho tiempo después que Marx sería reconocido como uno de los grandes intelectuales de la historia.Para entonces él ya había fallecido. Y también Jenny, que murió en 1881, dos años antes que su esposo. Se la llevó un cáncer de hígado a los 67 años.
Hoy ambos siguen enterrados, lado a lado, en el cementerio de Highgate, en el norte de Londres.En la lápida que comparten hay una enorme escultura de la cabeza de Marx y el nombre de él está escrito en grandes letras doradas.Miles de personas peregrinan hasta allí para ver la tumba. Pero seguramente solo unos pocos sepan que la mujer que yace junto al famoso Marx merece su propio tributo.