En una esquina de Petare, uno de los barrios marginales más grandes de América Latina, hay días en que se llena tanto de basura que los carros no pueden pasar.
“Todo el que baja del cerro por la mañana pasa por ahí y bota su basura”, dice Gabriel, uno de los residentes de la zona, ubicada en el este de Caracas.
No es difícil encontrarse con una escena así en Petare. Para algunos vecinos el fenómeno es un problema de salud pública.
“La niña se me enferma de asma, al otro le suele dar diarrea y también les salen brotes”, dice Ana, la esposa de Gabriel y madre de tres niños.
Pero mientras los residentes de Petare viven entre cúmulos de desechos, un conflicto político parece tener al problema sin solución.
El alcalde de Sucre, el municipio donde está Petare, es el opositor Carlos Ocariz, recientemente distinguido como el cuarto mejor alcalde del mundo por “City Mayors Foundation”, un centro independiente que estudia asuntos urbanos.
El gobierno central responsabiliza a Ocariz del problema por “incompetencia y corrupción”.
Pero él asegura que una reciente quema de vehículos de recolección, o lo que llama las trabas para la disposición de desperdicios, son parte de lo que describe como una operación de sabotaje que le impide responder a la situación.
Aunque Sucre es el caso más llamativo, en varias otras partes del país también hay conflictos entre opositores y oficialistas sobre quién es el posible culpable de que la basura no se recoja.
Los opositores denuncian que no les aprueban los recursos necesarios o que les prohíben botar la basura en los principales basureros.
Pero los oficialistas alegan que los gobernantes de la oposición no tienen iniciativas y maltratan a los trabajadores del sector, afectando la recolección.
Mientras tanto, la basura en la esquina San Pascual, y en muchas otras, se desborda.
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EL BARRIO MARGINAL MÁS GRANDEAlrededor de 1.600.000 personas viven en Sucre, un municipio del que el 75% está conformado por zonas populares, según la alcaldía.
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Cifras de 2012 del gubernamental Instituto Nacional de Estadística de Venezuela dicen que en Sucre se producen 1,2 kilos de basura por persona al día, que es un poco más del promedio de América Latina, según el Banco Mundial.
Pero Ocariz dice que las cifras actualizadas pueden llegar hasta 2 kilos de basura por persona en Sucre al día.
Sin embargo, le dice el alcalde a BBC Mundo, “toda esa basura se recoge todos los días”.
Y justifica: “El problema es que se produce demasiada”.
CARBONIZADOS, POLARIZADOS
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El mes pasado, siete camiones recolectores de basura de la alcaldía de Sucre se incendiaron, pero las autoridades no coinciden a la hora de explicar qué fue lo que pasó.
Los vehículos estaban estacionados en el Julián Blanco, un patio de transferencia de desechos que fue ocupado en abril de 2014 por los trabajadores de Sabenpe, la empresa privada que hasta diciembre de 2013 tenía la concesión de la recolección de basura en Sucre.
Los trabajadores, que aún están en el patio, reclaman más dinero por su liquidación.
“Nos deben el doble de la plata que nos dieron”, le dice a BBC Mundo José Luis Moreno, uno de los trabajadores en el patio, en el que se ven decenas de camiones sin uso, mientras a su lado se elevan montañas de basura.
“El alcalde (Ocariz) y el dueño de la empresa (Sabenpe) son los culpables de que todos estos camiones no se puedan usar porque no nos han querido pagar”, dijo el trabajador.
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Ocariz negó a BBC Mundo esas acusaciones y aseguró que el incendio de los camiones fue un “acto terrorista” cometido por afectos al oficialismo para sabotear la recolección de basura.
La investigación de la Fiscalía, sin embargo, estableció que los camiones se quemaron después de que unos niños –de 7 y 11 años de edad, que se declararon culpables– prendieron fuego a una cometa.
Hoy en día, el patio de transferencia Julián Blanco, donde 20.000 toneladas aguardan para ser llevadas a una planta formal de tratamiento de desechos con el peligro de que se puedan incendiar, sigue sin funcionar.
“BOLA DE NIEVE”
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Varios vecinos le dijeron a BBC Mundo que en los alrededores del patio se suelen revender las partes de los camiones –propiedad de la alcaldía– que están en el Julián Blanco –que es de la empresa.
Los trabajadores del patio niegan estar haciendo negocios con las partes y aseguran que los camiones estaban parcialmente desvalijados cuando ellos llegaron.
El alcalde, por su parte, dice: “Esos son bienes de la alcaldía pero no podemos entrar a recuperarlos porque la Fiscalía, la fiscalía chavista, no nos ha dado la orden que solicitamos en julio”.
Los camiones, según Ocariz, son parte del problema: a falta de estación de transferencia, los vehículos que están en funcionamiento deben desplazarse 70 kilómetros hasta la planta de tratamiento, un recorrido que no están diseñados para hacer.
Así que se dañan y, ante la escasez de repuestos en Venezuela, dice Ocariz, “crece la bola de nueve”.
PROTESTAS, NO SOLO DE LOS OFICIALISTAS
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Las protestas de residentes de Sucre que se identifican como chavistas por el servicio de recolección de basura son una constante.
Sus quejas sobre el “abandono del pueblo” del que acusan a Ocariz aparecen cada tanto reproducidas en los medios del oficialismo.
En octubre, un grupo de estos habitantes puso una demanda contra el alcalde ante el Tribunal Supremo de Justicia por no recoger la basura.
La corte les dio la razón, ordenándole a Ocariz enfocar todos los recursos de la alcaldía en el servicio de recolección.
Desde entonces Ocariz entrega un informe a la semana al TSJ para informar de los progresos en esas labores, pero las protestas de los residentes se mantienen.
Otros pueden considerarse opositores, pero critican igualmente el desempeño de la municipalidad.
En ese grupo está Glorijos Hernández, una odontóloga que vive y trabaja en Sucre.
“No solo hay un problema con la recolección de basura, sino que todos los servicios de limpieza en el municipio son malos”, dice.
Hernández asegura que “en unas elecciones primarias de la oposición no votaría por Ocariz.
“Pero si me toca entre él y un chavista, pues no tengo de otra, me toca votar por él”, reconoce.
Algo similar ocurre con muchos oficialistas: critican a Maduro, pero nunca, dicen, votarían por la oposición.
Así que, aunque haya algunos problemas parroquiales que parecen unen circunstancialmente a los venezolanos, la polarización se mantiene intacta.