Desde casi todos los rincones del mundo se han levantado voces que condenan la decisión del sultanato de Brunéi de que entre en vigor un nuevo código que castigará con la pena de muerte por lapidación a los gays y a los adúlteros.
“Texto bárbaro y brutal”, “castigos arcaicos”, “actos crueles y degradantes”, “leyes inhumanas y opresivas” han sido algunas de las reacciones a la imposición de la ‘sharia’ (ley islámica) en el diminuto estado asiático, que incluye también la amputación en caso de robos y hurtos.
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¿Qué es lo que impulsa al sultán de Brunéi, Hassanal Bolkiah, a desoír esta andanada de críticas? ¿Tan extremas son las convicciones religiosas de los hombres que gobiernan este país de aproximadamente 450 mil habitantes? ¿Es tal el odio a los homosexuales y adúlteros que hay que perseguirlos?
Aquí algunas pistas, que irremediablemente nos conducen a rebuscar en los bolsillos de dicha nación.
1)El temor a futuras protestasNo obstante ser un rico sultanato, Brunéi se encuentra en recesión desde hace un puñado de años. La caída de los precios del petróleo y el declive de sus reservas han afectado la economía de este antiguo protectorado británico.
Tomar medidas draconianas contra grupos minoritarios y vulnerables es, en este contexto, una forma de curarse en salud y de prevenir eventuales desórdenes mayores.
“La imposición de este código es una forma de reforzar el poder (para el sultán), ya que la debilitada economía podría desencadenar protestas en el corto y mediano plazo”, apunta Matthew Woolfe, fundador de la ONG de derechos humanos ‘El Proyecto Brunéi’.
2)Más turismo del mundo musulmánJustamente conectado con los problemas financieros del régimen de Brunéi está el interés de este en atraer mayores inversiones del mundo musulmán, además de recibir a más turistas de esos países, varios de los cuales también aplican la ‘sharia’. Hacerlos sentir “como en casa” es, pues, una forma de enganchar con esos mercados.
3)Un guiño (o dos) a ChinaSi bien implementar estos severos castigos puede ahuyentar las inversiones de los países occidentales (ya se han levantado voces para boicotear hoteles repartidos por el mundo entero que son propiedad del sultán de Brunéi), también puede significar un giro hacia China.
El gigante asiático es un estado que, usualmente, se abstiene de criticar a sus socios comerciales en lo que respecta a los derechos humanos, una materia en la que generalmente el régimen de Beijing sale en rojo, según los estándares que se manejan.
Las empresas chinas, omnipresentes en los cinco continentes, poseen un megaproyecto de infraestructura para extender allí su influencia económica y política. Entre los proyectos está una faraónica inversión en una refinería, una represa y una autopista. Además, el presidente chino Xi Jinping visitó Brunéi en noviembre del año pasado.
4)Satisfacer a los más conservadoresNo hay forma de medir el apoyo de la ciudadanía al nuevo código penal dentro de Brunéi debido a que nadie -o casi nadie- critica en público al sultán Bolkiah. Pero se cree que tiene un amplio apoyo entre los musulmanes malayos, que suman el 70% de la población. Además, ni a Indonesia ni a Malasia -países vecinos del sultanato- se les mueve un pelo por la aplicación de estas rigurosas leyes.
“Estoy orgulloso porque implementar esta ley hace sentir que se refuerza la identidad islámica de Brunéi”, le dijo Muhammad Antoni, un funcionario del sector petrolero, a la agencia France Press.
“El régimen depende cada vez más de su legitimidad religiosa, recurriendo a una ideología islámica conservadora. La frágil economía de Brunéi y la inquietud por una posible pérdida de apoyos enfatiza esta creciente dependencia de la religión”, apunta Bridget Welsh, analista de la Universidad John Cabot (Italia).