El sirio Fares al Bashawat, refugiado en Egipto, es consciente de que sus dos hijas pueden morir ahogadas en su intento por llegar a Italia, donde se encuentra su esposa, pero lo prefiere a abandonarlas.“Al principio, estaba en contra de este tipo de viajes (...) pero no había ninguna otra solución”, cuenta este hombre de unos 50 años, que afirma haber sido torturado en su país, de donde huyó dejando su cadena de restaurantes y un hotel.
“Prefiero que mis hijas tengan una muerte honrosa en alta mar a abandonarlas”, añadió. El domingo, más de 700 personas murieron en un intento desesperado por llegar a Europa por mar. En 2014, 3.500 personas murieron antes de llegar a tierra, engullidas por el mar o abandonadas a su suerte por los que las transportan, según cifras de la ONU.El número de náufragos se dispara: hay treinta veces más muertes desde enero que en el mismo periodo de 2014, según la Organización Internacional de Migraciones (OIM). Pero estas tragedias no han desanimado a Fares Al Bashawat.Cuatro años después del comienzo de la guerra que se ha cobrado 220.000 vidas en su país, los 17 miembros de la familia Bashawat están dispersos entre Europa, Egipto y Siria. Para ellos, la travesía es símbolo de reencuentro.Fares vive de alquiler en un apartamento de Alejandría, donde muestra a su hijo, Nemr, de 10 años, una fotografía de su madre y de dos de sus hermanas en un restaurante en Italia.El niño puede llegar a beneficiarse de un programa de reagrupación familiar de la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), al contrario de sus hermanas mayores.“Nuestro sueño es volver a vivir juntos bajo el mismo techo”, resume su padre, angustiado por la falta de dinero. “No tengo ni siquiera bastante para comprar medicamentos”, dice con amargura este hombre que residía en una casa acomodada, cerca de Damasco.- Travesía a cambio de ayuda -Frente a la multiplicación de dramas, la Unión Europea mantuvo esta semana una reunión de crisis, en la que se decidió triplicar el presupuesto de su operación de patrullas marítimas y llevar a cabo operaciones militares contra los traficantes, que hacinan a los inmigrantes en barcos destartalados por importantes sumas de dinero.Pero la situación es más compleja de lo que parece y, con frecuencia, las personas encargadas de transportarlos reciben ayuda de una manera u otra de refugiados desesperados.Abú Baraa reconoce haberlos ayudado a cambio de lugares gratuitos en un barco con destino a Italia para su mujer y sus cuatro hijos.“Intenté irme con mi familia en once ocasiones, pero no lo conseguí y me detuvieron dos veces”, explica este sirio de 40 años.Afirma haberse encontrado por casualidad con intermediarios que le propusieron cinco plazas “gratuitas” si conseguía a diez inmigrantes dispuestos a pagar 2.000 euros por el viaje.“Les encontré a diez personas y envié a mi familia con ellos”, confiesa.El grupo se fue de Alejandría en un pequeño barco, del que pasó a otro más grande. Un tercero los dejó cerca de las costas italianas, cuenta Abu Baraa.Abu Baraa está acusado de haberse convertido en uno de los intermediarios de los “barqueros” que buscan inmigrantes en las redes sociales. Pero él lo niega, y dice que sólo quiere reunirse con su familia.