Mónica Lewinsky trabajó como becaria en la Casa Blanca a mediados de la década de los 90. El escándalo sexual que protagonizó con Bill Clinton estalló en 1998, se expandió rápidamente por todo el mundo y casi le cuesta la presidencia al mandatario demócrata.
Clinton negó en principio haber mantenido una “relación sexual” con la joven, pero después de varios meses y la aparición de un vestido azul con manchas de semen que fue usado como evidencia, admitió haber tenido una “conducta impropia” con la becaria.
Él fue acusado por la Cámara de Representantes pero absuelto más tarde por el Senado, y finalmente logró superar el episodio. Ella no tuvo tanta suerte y se convirtió prácticamente en una paria de la sociedad estadounidense.
Lewinsky admitió que la ansiedad hizo que incluso le pasara por la mente la idea de suicidarse. Su madre “temía que sería literalmente humillada hasta la muerte”, recuerda.
Lewinsky abandonó el foco público tras el escándalo. Obtuvo un máster en psicología social por la Escuela de Negocios de Londres y ha vivido en Los Ángeles, Nueva York y Portland, en el estado de Oregon. Según cuenta, intentó conseguir trabajo en el área de la comunicación y el marketing, pero los jefes la rechazaban por su “historia”.
Pese a todo, afirma que rechazó ofertas que le hubieran reportado ingresos por más de 10 millones de dólares porque no parecían “lo correcto”.
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