La reapertura de un laberinto de catacumbas en Roma volvió a encender el debate sobre la práctica del sacerdocio femenino en los inicios del cristianismo.
En una de sus sañas, conocida como el Cubículo de la Mujer Velada, se muestra una imagen de una mujer con los brazos extendidos, como diciendo misa. La mujer lleva lo que expertos aseguran son prendas utilizadas por los sacerdotes.
En otra, llamada Capilla Griega, un grupo de personas se sientan en una mesa con los brazos abiertos, en un banquete. Una de ellas, si no todas, es mujer. Algunos expertos interpretan que estarían celebrando la Eucaristía y representando la Última Cena.
Pero el Vaticano las ha tachado de pura fábula, una leyenda.
LA POLÉMICA Organizaciones defensoras de la ordenación de las mujeres, como la Conferencia de Ordenación de las Mujeres y la Asociación de Sacerdotisas Católicas Romanas, aseguran que los frescos en las paredes de las catacumbas de Priscila son evidencia de que las mujeres ocuparon el papel de sacerdotisas en los tiempos antiguos.
Sin embargo, Fabrizio Bisconti, de la comisión de arqueología del Vaticano, indicó que el fresco de la mujer era una representación de una persona fallecida, en el paraíso, y que las personas que estaban sentadas en la mesa estaban tomando parte en un banquete fúnebre.
En la práctica, el Vaticano restringe el ejercicio del sacerdocio sólo para los hombres y enseña que las mujeres no pueden ser sacerdotisas porque Jesús eligió voluntariamente sólo a hombres como sus apóstoles.
Sin embargo, los críticos argumentan que la decisión de Jesucristo de elegir apóstoles varones habría estado dictada por el contexto de la sociedad de entonces, en que las mujeres no participaban en la vida pública.
Las catacumbas de Priscila han sido la fuente de un intenso debate durante años.
Ahora, tras una importante operación de limpieza de los subterráneos que duró cinco años, se muestran las imágenes con mayor claridad.
Las catacumbas descubiertas en el siglo XVI son famosas por albergar la imagen más antigua conocida de la Virgen María y el Niño Jesús, que data de los años comprendidos entre el 230 y 240 d.C.
Estos subterráneos fueron construidos originalmente como lugares donde se enterraron a los cristianos entre los siglos II y V d.C. y serpentean a lo largo de 13 kilómetros sobre varios niveles.