Un hombre brasileño ejecutado en Indonesia, condenado por tráfico de drogas y que padecía de esquizofrenia y desorden bipolar, no entendía qué estaba ocurriendo hasta el último momento, dijo el jueves un sacerdote asignado como su asesor espiritual a la radio australiana ABC.
Seguir a @Mundo_ECpe
Rodrigo Muxfeldt Gularte era uno de ocho hombres de varios países condenados por violaciones a las leyes contra el tráfico de drogas, quienes fueron ejecutados en las primeras horas del miércoles.
Brasil había realizado varias solicitudes para que Indonesia conmutara su sentencia por razones humanitarias, citando sus enfermedades mentales.
El padre Charlie Burrows, un sacerdote local que acompañó a Gularte en sus últimas horas, dijo a ABC que él creyó que había preparado al brasileño para la ejecución.
“Creí que él ya estaba listo, que él iba a ser encadenado, debido a que no le gustaba que lo tocaran... Le dije, tengo 72 años, cuando llegues al cielo sabrás dónde voy a vivir, prepárame un jardín o algo”, sostuvo Burrows.
Gularte estaba calmado y había sido esposado por los guardias, pero se inquietó cuando fue entregado a la policía afuera de la prisión, que le puso cadenas en las piernas, dijo Burrows.
“Creí que él había entendido el mensaje de que iba a ser ejecutado, pero (...) cuando comenzaron a ponerle las cadenas, me dijo, 'oh padre, ¿voy a ser ejecutado?”, refirió Burrows.
El sacerdote, quien presenció la ejecución de otro prisionero brasileño en enero, dijo que Gularte seguía oyendo voces en sus últimos días que le decían que todo estaría bien.
“Él creía en las voces más que en cualquier otra persona”, dijo.
Gularte fue detenido cuando ingresaba a Indonesia en el 2004 con seis kilogramos de cocaína ocultos en tablas de surf, y fue condenado a muerte en el 2005.
La familia del hombre de 42 años presentó varios reportes médicos a las autoridades indonesias que certificaban su enfermedad mental, y la presidenta brasileña, Dilma Rousseff, realizó solicitudes personales a su nombre.
Rousseff llamó al embajador de Brasil en Yakarta después de la primera ejecución en enero.
Burrows se sumó a otros asesores espirituales y a miembros de las familias en una carpa cerca del lugar en la isla prisión de Nusakambangan donde se realizaron las ejecuciones.
Ellos escucharon a los hombres cantando antes de que se oyeran disparos simultáneos y los reconfortó el hecho de que no hubo más disparos después, lo que habría indicado que uno de los prisioneros recibió un tiro en la cabeza.
Burrows dijo que los ocho hombres se rehusaron a usar vendas en los ojos y fueron esposados con las manos al frente, lo que les permitió darles la mano a una gran cantidad de guardias que se habían reunido afuera.
Fuente: Reuters