La ofensiva terrestre contra la franja de Gaza puede ser para Hamas una oportunidad más que una mala noticia. El grupo militante palestino puede lograr en el plano militar un protagonismo que había perdido en el ámbito político y en el entorno regional.
A comienzos de 2011 el Medio Oriente experimentó revoluciones populares y guerras civiles que provocaron cambios de poder, nuevas lineamientos regionales, esperanzas democráticas y matanzas fratricidas. Se lo llamó “Primavera Árabe”, pero para Hamas la primavera duró poco y el invierno fue complicado.
El primer mal paso de Hamas fue dado en Siria. Cuando los aires de reformas políticas en la región se convirtieron en ese país en un levantamiento de grupos sunitas contra el presidente chiita Bashar al Asad, Hamas no apoyó al gobierno sirio, a pesar de que su liderazgo en el exilio había sido acogido por Damasco.
Eso le costó, además de tener que abandonar la capital siria en 2012, una reducción en los fondos de ayuda que Irán donaba todos los meses a Gaza, ya que Teherán es el principal aliado internacional de Al Asad.
El corresponsal de la BBC en Jerusalén, Kevin Connolly, estimó que en el pasado, el grupo islámico recibía, por mes, unos US$20 millones por parte de Irán, dinero que pagaba parte del aparato administrativo de la Franja.
“MALENTENDIDO”En conversaciones con el diario británico The Guardian a comienzos de 2014, un asesor del primer ministro de Gaza, Ismail Haniyeh, dijo que las relaciones entre ambas partes ya no eran tan distantes.
“Recientemente Irán se ha dado cuenta que Hamas no estaba en contra de Irán ni del régimen sirio. Entendieron que solo queríamos ser neutrales. Fue un malentendido”, dijo al periódico Taher al-Nounou.
Para Israel se trata de algo más que un acercamiento. A comienzos de marzo de este año, Israel informó que sus comandos habían interceptado en el Mar Rojo un buque de carga con misiles iraníes destinados a armar a Hamas en la Franja.
Cuando en julio comenzaron a caer cohetes sobre territorio israelí, el embajador de este país en Washington dijo que “Irán continuaba haciendo todo lo posible para trasladar misiles a Gaza”.
Pero, como informa Connolly, la reducción en la ayuda económica iraní a Hamas no fue un problema mientras los Hermanos Musulmanes y su líder, Mohamed Morsi, gobernaban Egipto, una primavera para los militantes palestinos que no duró mucho.
MAYOR AISLAMIENTOMorsi llegó al poder en 2012, en las primeras elecciones democráticas en ese país tras la caída de Hosni Mubarak debido a los levantamientos populares en El Cairo -específicamente en la Plaza Tahrir- y otras ciudades del país.
Durante su año al frente del gobierno, los Hermanos Musulmanes apoyaron abiertamente a Hamas: el paso fronterizo entre la Península del Sinaí y Gaza permaneció abierto y el flujo de bienes y armamento por la red de túneles de contrabando entre ambos territorios apenas fue interrumpido.
Por eso, no sorprendió cuando en noviembre de 2012 el gobierno egipcio liderado por Morsi jugara un papel fundamental en el cese al fuego alcanzado entre Hamas e Israel, durante la segunda ofensiva militar israelí sobre ese territorio; mientras que a comienzos de esta semana, cuando Egipto propuso un cese al fuego, la dirigencia de Hamas dijo que nadie se comunicó con ellos directamente sino que se enteraron por los medios de comunicación.
El golpe de Estado contra el gobierno de los Hermanos Musulmanes provocó el fin de esta alianza, el cierre casi permanente del paso fronterizo de Rafah y una agresiva política contra los túneles por los que pasaban bienes y armamentos a la Franja.
El cierre de los túneles no solo terminó provocando escasez de materiales de construcción y combustible en ese territorio sino que le costó a Hamas una de sus principales fuentes de financiamiento: los impuestos que cobraba gracias a los productos contrabandeados.
Tan aislado regionalmente quedó Hamás y con tantos problemas económicos que en mayo aceptó firmar un acuerdo de reconciliación con Fatah sin colocar a ninguno de sus líderes en el nuevo gobierno de la Autoridad Nacional Palestina (ANP).
LA UNIÓN DE LOS DÉBILESCuando las dos facciones palestinas mayoritarias volvieron a acercarse tras siete años de cruentos enfrentamientos, los analistas internacionales calificaron el acuerdo como una tabla de salvamento para dos facciones debilitadas.
Fatah, el partido del presidente de la ANP Mahmoud Abbas, estaba golpeado por el estancamiento de las negociaciones de paz con Israel y su incapacidad de evitar que los israelíes continuaran con su política de construcción de viviendas en Cisjordania, el único territorio palestino que quedó bajo su control tras la pelea con Hamas.
Pero el grupo que gobernaba la Franja de Gaza no estaba en mejor situación.
Al cortarse sus fuentes de ingreso, Hamás buscó con su acercamiento a Fatah -según el analista Elliott Abrams, del Consejo de Relaciones Internacionales de EE.UU.- que la Autoridad Nacional Palestina se hiciera cargo de los salarios de entre 40.000 y 50.000 empleados públicos en Gaza, “porque sus propios recursos ya no cubrían la cuenta”.
EN MANOS DE EGIPTOAhora, tanto Fatah como Hamas dependen de los buenos servicios de Egipto para lograr un cese al fuego con Israel, pero para el grupo islámico estas no son buenas noticias.
“Pocos dudan que el aparato de seguridad egipcio querría ver a Hamas aplastado, tal como aplastaron a la Hermandad Musulmana”, informó la corresponsal de la BBC en El Cairo, Olga Guerin.
Pero como añadió Guerin, Egipto no puede lavarse las manos con respecto a Hamas: “Si alguien más logra un acuerdo sin Egipto sería un revés para el prestigio del nuevo presidente Abdul Fattah al Sisi”.
Los bombardeos israelíes contra la Franja y las imágenes de desolación y muerte de la población civil de ese territorio lograron incrementar la solidaridad árabe con Hamas luego de una primavera muy cruel para el grupo palestino.
Ahora la ofensiva terrestre le brinda la oportunidad de mostrarse como la única facción árabe que se enfrenta con Israel en el terreno de combate, una imagen que siempre ha tenido un valor emocional muy alto en la región, desde las calles de El Cairo hasta las de Teherán.