El controvertido príncipe heredero de Arabia Saudita, Mohammed Bin Salman, era poco conocido en el mundo exterior antes de convertirse en su llamativo líder de facto.
El periodista del servicio árabe de la BBC, Rachid Sekkai (quien enseñó inglés a Mohammed Bin Salman cuando era niño) describe la inusual experiencia de haber experimentado la vida en la corte real durante ese período.
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Estaba impartiendo clases en la prestigiosa escuela de Al-Anjal, en Jeddah, cuando recibí una llamada, a principios de 1996.
El gobernador de Riad, el príncipe Salman bin Abdul Aziz Al Saud, se había mudado temporalmente con su familia a la ciudad portuaria del Mar Rojo y necesitaba un profesor de inglés para sus hijos.
El hombre que más tarde se convertiría en rey contactó con la escuela y me llevaron rápidamente al palacio real para ejercer como tutor privado de algunos de los niños de su primer matrimonio: el príncipe Turki, el príncipe Nayef, el príncipe Khalid y, por supuesto, el príncipe Mohammed.
Yo vivía en un apartamento en una zona prometedora de la ciudad.
Un chofer me recogía a las 7:00 para llevarme a la escuela de Al-Anjal y, cuando se terminaban las clases a media tarde, el conductor me llevaba al palacio.
Una vez atravesábamos las puertas fuertemente vigiladas, el automóvil pasaba por una serie de villas asombrosas con inmaculados jardines mantenidos por trabajadores con uniformes blancos.
Había un aparcamiento provisto de una flota de coches exclusivos de lujo. Fue la primera vez que vi cómo lucía un Cadillac rosa.
Al llegar a la fortaleza real, era acompañado hacia el interior por el director del palacio, Mansoor El-Shahry, un hombre de mediana edad a quien el príncipe Mohammed, de 11 años, le tenía mucho cariño.
Walkie-talkie
Mohammed parecía más interesado en pasar tiempo con los guardias del palacio que en atender a mis clases. Como era el mayor entre sus hermanos, parece que le permitían hacer lo que quisiera.
Mi capacidad para capturar la atención de los príncipes más jóvenes solo duraba hasta que Mohammed aparecía.
Todavía lo recuerdo usando un walkie-talkie en nuestras clases, que había tomado de uno de los guardias.
Mohammed usaba el aparato para hacer chistes sobre mí y bromear con sus hermanos y los guardias en el otro extremo.
Elogios y críticas
Hoy, el príncipe de 33 años de edad es ministro de Defensa y heredero al trono saudí.
Desde que se convirtió en el líder de facto de Arabia Saudita el año pasado, MBS ha tratado de posicionarse como el modernizador del reino.
Ante la oposición de los clérigos conservadores, encabezó reformas económicas muy necesarias y emprendió un programa de liberalización en ese conservador país.
Ha sido elogiado por algunas de sus medidas y también ha sido criticado por el historial de Arabia Saudita en materia de derechos humanos.
También por su guerra aparentemente interminable en Yemen y el reciente asesinato del periodista y crítico saudí Jamal Khashoggi, en la embajada saudí en Turquía, el pasado octubre.
Arabia Saudita ha acusado a 11 personas del asesinato y niega que el príncipe heredero haya tenido alguna participación.
En una ocasión, me sorprendió cuando Mohammed me dijo que su madre, la princesa, había dicho que yo parecía “un verdadero caballero”.
No recuerdo haberla visto nunca, pues las mujeres de la realeza en Arabia Saudita no se dejan ver frente a extraños. De hecho, la única mujer que encontré en el palacio fue una niñera de Filipinas.
No me di cuenta del hecho de que me vigilaban, hasta que el futuro heredero del trono señaló algunas cámaras de circuito cerrado en la pared. Desde ese momento en adelante, siempre me sentí cohibido durante mis clases.
En poco tiempo me encariñé con Mohammed y sus hermanos menores. Aunque impartía clases a los príncipes en un mundo de privilegios, mis alumnos de palacio eran muy parecidos al resto: curiosos por aprender, pero con ganas de jugar.
Paso en falso
Un día, el director del palacio me pidió que me reuniera con el futuro rey, que quería conocer el progreso académico de sus hijos.
Pensé que esta podría ser una buena oportunidad para hablar de las travesuras del príncipe Mohammed.
Esperé fuera de la oficina del príncipe Salman, junto a los otros profesores de los príncipes que parecían familiarizados con el protocolo de la corte real.
Cuando apareció ante nosotros, los maestros se levantaron instintivamente y los observé con asombro cuando se acercaron uno a uno al gobernador de Riad, se inclinaron, besaron su mano, hablaron apresuradamente sobre los niños y siguieron adelante.
Cuando llegó mi turno no pude inclinarme como los demás, porque nunca antes lo había hecho. Y antes de congelarme por completo, me acerqué para tomar la mano del futuro rey y la estreché firmemente.
Recuerdo una leve sonrisa de asombro en su rostro. Sin embargo, no hizo ningún escándalo por mi paso en falso.
No mencioné lo que el príncipe Mohammed había estado haciendo durante mis clases porque para entonces había decidido dejarlo todo y regresar a Reino Unido.
Poco después, el director del palacio me llamó la atención por no seguir la etiqueta real.
Además del príncipe Khaled, quien se convirtió en el embajador de Arabia Saudita en Estados Unidos, sus otros hermanos han optado por mantenerse alejados del ojo público.
Ahora, mientras miro hacia atrás a mi breve empleo en el palacio como un episodio destacable de mi vida, veo a mi ex alumno Mohammed mientras asciende en el escenario mundial.