Soy asturiano, nací en Gijón (España) hace 44 años. En mi adolescencia estudié con los jesuitas. Hice la carrera de Derecho y Filosofía en la Universidad de Navarra, donde también me doctoré en Historia Contemporánea. Luego hice una estancia posdoctoral en la Universidad de Georgetown, en Washington. Mi interés por Cuba nace por una cuestión familiar: mi abuelo fue un emigrante español que pasó la mitad de su vida en La Habana y mi esposa es hija de cubanos. A ello se suma mi inquietud intelectual por la Guerra Fría. En Cuba habré estado unas 12 o 15 veces, sea por vacaciones o por mis investigaciones.
Aquella visita de Juan Pablo II, hace ya 17 años, es uno de los recuerdos más gratos que atesora Ignacio Uría de una de sus muchas estancias en Cuba. Mucho tiempo después publicó “Iglesia y revolución en Cuba”, una obra que le valió el Premio Internacional Jovellanos de Investigación Histórica en el 2010.
— Tres visitas papales en menos de 20 años. Debe ser un récord, ¿no?
Lo es. Me parece que las tres visitas han tenido motivaciones distintas, pero vistas en conjunto demuestran el interés de la Iglesia Católica por la situación en Cuba tras muchos años de un régimen que no respeta la libertad religiosa.
— ¿Qué caracterizó cada visita?
Por la especial implicación de Juan Pablo II con los regímenes comunistas y su intento de dar voz a los que vivían bajo ellos, su viaje a Cuba tuvo un gran valor. Lo de Benedicto XVI tuvo un perfil más bajo, que coincidió con el aniversario 400 de la aparición de la Virgen del Cobre. El viaje de Francisco tiene una carga política mucho mayor que los anteriores, sobre todo por ligarse a la visita a EE.UU. y a la colaboración del Vaticano en el relanzamientos de las relaciones diplomáticas entre ambos.
— ¿Francisco estuvo ya antes en Cuba? Hay cierta confusión.
La confusión parte desde 1998, cuando fue la visita de Juan Pablo II. Como obispo coadjutor de La Habana, y por enfermedad del titular, monseñor Bergoglio estaba en la lista de viajeros, pero por motivos de gobierno de la diócesis al final no fue. Esta será la primera vez que pise Cuba.
— Es un lugar común hablar de las relaciones difíciles y traumáticas entre la Iglesia y el Estado Cubano. Pero no siempre fue así, ¿cierto?
El obispo Enrique Pérez Serantes, quien fue primado de la Iglesia Católica cubana entre 1948 y 1968, escribió poco después del triunfo de la revolución cubana una carta pastoral en la que calificó a Fidel Castro como “un hombre de dotes excepcionales”. Como la inmensa mayoría de cubanos, Pérez Serantes creía en las promesas de Castro contra el régimen de Batista: elecciones libres, justicia social, reforma agraria, respeto a las actividades religiosas.
— ¿La relación entre Pérez Serantes y Castro venía desde mucho antes de la revolución?
Pérez Serantes era gallego, como el padre de Fidel. Ambos se conocían. En 1953, cuando se produce el asalto al cuartel Moncada, el obispo intercede por él. Reconoce que Fidel y su grupo han cometido un delito, pero al saberse que podían ser fusilados, Pérez Serantes intercede ante las fuerzas militares y logra salvarlo.
— ¿Y Fidel se lo reconoció?
En su primer mensaje a la nación cubana desde Santiago de Cuba, Fidel invita a Pérez Serantes a que lo acompañe al balcón. En la foto aparece el obispo junto a los hermanos Castro. Fidel le dio gran protagonismo al arzobispo por el destacado papel de los católicos en el movimiento guerrillero que lo llevó al poder.
— ¿Cuándo empieza el desengaño?
Un año después, cuando se retira a los capellanes castrenses, se impide la entrada de los curas a las cárceles y se dicta la ley educativa que suspende la validez de los títulos de la universidad Santo Tomás de Villanueva, la única católica en la capital.
— ¿Cuándo se produce el momento más tenso en las relaciones?
Tras la fallida invasión en la Bahía de Cochinos, en 1961, el régimen detiene a sacerdotes y reprime a sindicalistas y universitarios. En apenas dos años los católicos pasaron de ser un elemento clave en la revolución –reconocido así por el mismo Fidel– a ser llamados contrarrevolucionarios. En 1962, Pérez Serantes escribe dos pastorales muy fuertes: “O Roma o Moscú”, en la que alerta de la penetración comunista, y “Ni parias ni traidores”, en la que denuncia los ataques contra los católicos.
— ¿Cuánta repercusión pudieron tener estas pastorales en medio de la fuerte represión castrista?
La tuvieron. Yo encuentro estos documentos en archivos de EE.UU., y no en Cuba. Ambas pastorales fueron estudiadas por los presidentes Kennedy y Johnson. Ellos no conocieron a Pérez Serantes, pero sí sus escritos contra el régimen.
— ¿Se le hizo difícil la labor de investigación en Cuba?
Pude revisar los archivos eclesiásticos cubanos porque ahí el Gobierno Cubano no tiene potestad alguna. Pero incluso hoy el acceso a los archivos estatales de la época de la revolución es muy restringido.
— Aun así, pudo rescatar la figura tan apasionante de este obispo.
Pérez Serantes ha sido borrado por ambos lados. Es una figura polémica entre la gente del exilio, que lo acusa de haber colaborado con el régimen, y este hoy en día ya no le reconoce ninguna participación. Hablar de él continúa siendo muy incómodo.
El Vaticano acogió a una familia de refugiados sirios http://t.co/BFgsYW5bpB pic.twitter.com/94DJC9yjXv— Mundo El Comercio (@Mundo_ECpe) septiembre 18, 2015