Fumar, tocar el claxon o debatir durante horas de política son algunas de las aficiones favoritas de los de Iraq. Menos en Albu Nahaz, un pueblo donde estas tres cosas están prohibidas en aras de la paz social, la salud y la ecología.Seguir a @Mundo_ECpe !function(d,s,id){var js,fjs=d.getElementsByTagName(s)[0],p=/^http:/.test(d.location)?'http':'https';if(!d.getElementById(id)){js=d.createElement(s);js.id=id;js.src=p+'://platform.twitter.com/widgets.js';fjs.parentNode.insertBefore(js,fjs);}}(document, 'script', 'twitter-wjs');
“Fumar es nocivo”, suelta Kazem Hasun, el artífice de la transformación de esta la aldea de 700 habitantes, delante de un cartel que recuerda esta prohibición, sorprendente en un país donde se ve a gente fumando en hospitales, en los aeropuertos e incluso en las gasolineras.
En las calles de este pueblo a orillas de un río situado en la provincia de Diwaniya, a 180 km al sur de Bagdad, tampoco se puede hablar de política y sobre todo de religión.
“La religión lo ha estropeado todo en este país. Por eso una de nuestras reglas es: nada de conversaciones religiosas. La religión debería quedarse en nuestros corazones, es algo entre uno mismo y Dios”, explica Hasun, quien volvió en 2012 tras haber vivido 20 años en los Emiratos Árabes Unidos.
Las divisiones religiosas han minado Iraq y, según varios analistas, han ayudado a que el grupo yihadista sunita Estado Islámico se apoderara de más de un tercio del territorio desde junio de 2014. Miles de hombres fueron al frente a luchar contra ellos pero nunca regresaron.
La tradición en este pueblo de alejarse de la política se remonta al padre de Kazem Hasun, explica Farhan Husein Ali, un médico.
“Bajo [la dictadura de] Sadam Husein, la gente se callaba, pero después de su caída [en 2003] todo el mundo volvió a hablar de política, continuamente”, explica el doctor Ali, sentado con las piernas cruzadas en la sala de reuniones de la aldea.
“Hasun padre no quería disputas, entonces introdujo estas prohibiciones por la paz social”, añade.
En este pueblo también está prohibida la venta de bebidas azucaradas a los niños. Los automovilistas tampoco pueden tocar el claxon. Pero no se han previsto sanciones en caso de quebrantar la norma.
A Kazem Hasun le gusta comparar Albu Nahaz con un pueblo ecológico moderno y no con una minirrepública de leyes extrañas.
“Quiero que las calles se parezcan a Europa”, dice señalando con el dedo una alameda con palmeras. “El 5 de junio plantamos 300 árboles”, asegura.
DEPORTE, ECOLOGÍA, FILOSOFÍA“¿Cuántas otras ciudades celebraron el día mundial del medio ambiente en 2015?” pregunta. “Quizá no sea gran cosa, pero esto significa que puedo vivir en una pequeña aldea y formar parte del mundo. Que nadie me venga a decir que mi pueblo no puede marcar la diferencia”.
Y la diferencia también pasa por el deporte.
“Correr no forma parte de nuestra cultura. Cuando hago mi footing diario, la gente que no me conoce para el coche y propone llevarme”, cuenta Hasun.
En un primer momento a Mustafa Jabr le pareció una idea extraña pero luego se apuntó al footing y ha conseguido varios trofeos.
“Este pueblo es especial porque la gente te apoya como en ningún otro”, explica Jabr. Este año unas 3.000 personas participaron en la carrera anual del pueblo y Hasun prevé organizar una maratón.
También intenta implicar más a las mujeres en el desarrollo del pueblo. “Aquí somos más bien conservadores. La gente piensa que las mujeres deben quedarse en casa. Hemos acabado con muchas barreras pero esta llevará tiempo”.
Para lograrlo se está construyendo un “centro cultural” en el que las mujeres podrán juntarse dos veces por semana, asistir a conferencias y llevarse libros. Novelas, filosofía, geografía, historia... pero “ningún libro religioso”.
Los habitantes están convencidos de que la experiencia de Albu Nahaz se puede exportar. “Si usted compara con los pueblos de los alrededores, aquí hay menos problemas”, afirma el doctor Ali. “Espero que los otros quieran imitarnos”.
Fuente: AFP