Óscar Romero es Dios. Omnipresente en las calles de San Salvador, a horas de su esperada beatificación el sábado, la capital del país respira aires de momento histórico.Seguir a @Mundo_ECpe !function(d,s,id){var js,fjs=d.getElementsByTagName(s)[0],p=/^http:/.test(d.location)?'http':'https';if(!d.getElementById(id)){js=d.createElement(s);js.id=id;js.src=p+'://platform.twitter.com/widgets.js';fjs.parentNode.insertBefore(js,fjs);}}(document, 'script', 'twitter-wjs');
Para los católicos, para los seguidores del arzobispo asesinado mientras oficiaba misa en 1980, se trata de una instancia en la que se pagará una vieja deuda.
También dicen que, hasta quizá se trate de un gesto casi innecesario.
Para ellos Romero ya fue santo, un paso posterior al de ser beato, desde el instante en que una bala disparada por un francotirador de extrema derecha le llegó al corazón.
“La iglesia fue muy exigente, muy burocrática. Monseñor Romero ya era santo, ya es santo para nosotros, le dice Lilián a BBC Mundo mientras atraviesa la plaza frente a la catedral de la capital salvadoreña.
Los sectores más conservadores de la Iglesia en el Vaticano fueron bloqueando a lo largo de los años el proceso de beatificación de Romero.
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Se espera que al menos 250.000 personas asistan a la ceremonia de beatifcación. (Foto: AFP)
Recién en febrero pasado, tras la decisión de Francisco, el primer papa latinoamericano, de declarar a Romero “mártir”, de haber sido asesinado “en odio a la fe”, se abrió la puerta a que fuera beatificado sin que se compruebe que haya realizado un milagro.
“ESTE PAÍS NECESITA A ROMERO”
En la cripta de la catedral yacen los restos del hombre que con sus homilías desafiaba al régimen militar de la época y la represión, que acercó a la Iglesia al pueblo.
Un hombre rasga las cuerdas de su guitarra y canta: “Pero lo que más duele es que sigue la impunidad, pero de la justicia divina no podrán escapar”.
El asesinato de Romero sigue impune, los responsables amparados en una ley de amnistía.
Heridas que no cierran en un país con una de las tasas de homicidios más altas de mundo, consumido por los enfrentamientos entre pandillas.
Unas 70.000 personas murieron en los 12 años de guerra civil, que comenzó poco después del asesinato de Romero y culminó en 1992.
Es la cantidad de muertos en crímenes violentos que ha sufrido El Salvador desde entonces.
“Este país necesita muchísimo a Romero, sus homilías, si él estuviera estaría intercediendo, haciendo algo para parar la delincuencia que hay en El Salvador”, asegura Elvira, quien llegó a la cripta a rezarle a Monseñor.
Un país que también mantiene profundas divisiones a nivel político y divergencias en lo religioso.
Basta darse una vuelta por el centro de la capital para comprobar que, aunque presente, Romero no es bien visto por todos.
“Soy de ultraderecha, no te va gustar lo que voy a decir sobre él”, dice un hombre y acelera el paso.
CON LOS POBRES
En la primera fila de la conferencia “Así matamos a Romero”, que este jueves organizó la Universidad Centroamericana, estuvo uno de los dos hermanos de Romero que todavía viven.
A sus 85 años, Gaspar, se va caminando lentamente y con ayuda.
Demora varios minutos en salir del auditorio de la universidad.
Debe posar para decenas de fotos con jóvenes. Todos quieren un poquito de Romero, de algún Romero.
“Desde pequeño era humilde. Si estuviera vivo, seguiría en el mismo trabajo”, le dice BBC Mundo sobre su hermano fallecido a los 62 años.
“Seguiría pensando”, añade, “en los pobres, en los pobres hasta las últimas consecuencias”.
Recuerda Gaspar que Óscar ya no es salvadoreño, sino del mundo. “Es el santo de los pobres. Y es importante que su memoria se mantenga viva”.
MENSAJE PARA EL PAÍS DE HOY
Otro que conoció de cerca a Romero tiene un mensaje similar.
Monseñor Jesús Delgado, vicario general de la arquidiócesis de El Salvador, amigo y biógrafo oficial de Romero y vocero de la beatificación, lógicamente vive días ajetreados.
Pero en un banco de la Iglesia San José de la Montaña, donde el ex arzobispo estudió como seminarista, Delgado recibe a BBC Mundo.
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Para Jesús Delgado, vicario general de la arquidiócesis de El Salvador, el mensaje de Romero era el de la “conversión radical del ser humano y de la sociedad”. (Foto: AFP)
“Las raíces del mal en El Salvador, y en América Latina, es la cultura del servilismo, y de allí brota la violencia”, asegura.
Ahora, dice, es peor que en la época de Romero, su mensaje era el de la “conversión radical del ser humano y de la sociedad”.
Es por ello que para Delgado su mensaje aún es necesario para unir al país y superar la crisis de violencia que lo afecta, un mensaje que en el pasado también se ha enunciado desde el Vaticano.
De vivir, “seguiría siendo el profeta, el profeta del camino del diálogo y el entendimiento, para que El Salvador sienta que es un pueblo que camina junto, las diferencias sociales en el país son enormes”.
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Unas 70.000 personas murieron en los 12 años de guerra civil, que comenzó poco después del asesinato de Romero y culminó en 1992. (Foto: AP)
A menos de 500 metros de allí, en la Plaza Salvador del Mundo se deja todo listo para el evento del sábado, al que se espera asistan al menos 250.000 personas.
Junto a ella, en el monumento a Óscar Romero, un puñado de hombres cortan el césped y plantan las últimas flores.
“Es un honor decorarle la estatua, habló por nosotros los pobres”, señala Elisandro.
“Es histórico, una reivindicación”, añade otro devoto de “San Romero de América”. “Se siente un regocijo, hay que recordarlo”.