Contracorriente del éxodo de turistas que vivió Nepal luego del sismo que dejó 7.885 muertos, un argentino decidió enfrentar el desastre y quedarse para ayudar. Desde hace diez días, Juan Porzio recorre con su moto las aldeas remotas de las montañas, en las afueras de Katmandú. Allí cura heridos, lleva comida, levanta escombros y se comunica a través de un rudimentario nepalí para ver qué es lo que se necesita.Seguir a @Mundo_ECpe !function(d,s,id){var js,fjs=d.getElementsByTagName(s)[0],p=/^http:/.test(d.location)?'http':'https';if(!d.getElementById(id)){js=d.createElement(s);js.id=id;js.src=p+'://platform.twitter.com/widgets.js';fjs.parentNode.insertBefore(js,fjs);}}(document, 'script', 'twitter-wjs');
“Hay aldeas que quedaron completamente devastadas. De 100 casas, 95 están destruidas. Por eso, la mayoría pide lonas para armar una especie de carpa y protegerse del frío y del monzón [que lleva fuertes lluvias], que está por venir”, cuenta Porzio, de 35 años, en un diálogo telefónico.
Son las 6.30 a.m. en la capital de Nepal y, recién levantado, Porzio planea su día. Hay veces que no sale con la moto, sino que se instala en las precarias oficinas de la fundación Chokgyur Lingpa en Katmandú y coordina acciones de ayuda para la gente que perdió todo en el sismo.Juan Porzio. (Foto: Intermet)
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El argentino, que vive desde hace ocho meses en Katmandú junto con su mujer, Delfina Willis, describe la situación de los nepalíes como desesperante.
“En las aldeas más remotas piden comida, sobre todo arroz con lentejas, que es el plato más tradicional. También en muchos lugares necesitan medicinas y en otros, directamente, médicos, porque como los caminos aún están cortados nadie pudo llegar”, dice.
“No se da abasto”, advierte Porzio. “En muchos casos, quedaron los muertos debajo de los escombros durante cuatro o cinco días y como la gente no los sacaba, el olor se podía sentir a 100 metros a la redonda. Entonces, hubo que explicarle a la gente que tenían que remover los escombros y cremar a los muertos, porque acá, por la tradición budista, no se entierran”, agrega.
A pesar de haberse quedado sin casa y estar viviendo en un departamento que está un poco dañado, en las afueras de Katmandú, Porzio no piensa en regresar a la Argentina. Según él, todavía hay mucho por hacer y siente Nepal como su casa.
El argentino está agradecido porque tanto él como su mujer y su perro chihuahua Giovanni estaban fuera de la casa el 25 de abril pasado, el día que un terremoto de 7,8 grados hizo temblar a Nepal.
Luego de dormir dos noches en el jardín del hotel Hyatt, como la mayoría de los extranjeros y soportar temblores bastante fuertes, empezó a preguntar a la gente del lugar qué se podía hacer para ayudar.
Así se enteró que desde Chokgyur Lingpa partía un jeep a las 5 de la mañana hacia una aldea remota en la montaña. “Como no había más lugar en el jeep, nos subimos a mi moto junto con Gonzalo, otro argentino que ya se volvió. Ahí me di cuenta de que la moto era un gran medio para llegar a algunas zonas inaccesibles con vehículos grandes”, cuenta.
A partir de ese día, Porzio sale casi a diario en su moto y aunque no pertenece a la fundación -que depende de un monasterio tibetano- empezó a trabajar con ellos.
“Gracias a la moto pude llegar solo a un pueblo que estaba totalmente incomunicado y averiguar qué es lo que hacía falta. Hay muchos lugares donde el celular no funciona y tener información precisa es fundamental”, explica.
El argentino critica también el accionar del gobierno nepalí, ya que, según cuenta, la gente se queja de que a pesar de que las autoridades recibieron donaciones internacionales a las aldeas no llega nada. “El otro día fui a un pueblito que queda a 45 minutos de Katmandú en moto. De 250 casas, 160 estaban destruidas, pero todavía no recibieron ayuda. Por eso hay muchas organizaciones o gente independiente que quiere colaborar.”
Si se quieren hacer donaciones, la fundación recibe transferencias de todo el mundo (https://earthquakerelief.cglf.org/donate/). “Aunque donen cinco dólares, es mucho acá”, agrega.
Porzio, que es profesor de yoga y organiza viajes a la India, no sabe cuánto tiempo más permanecerá en Katmandú. Se enamoró del lugar hace tres años cuando viajó junto con su mujer por la India y Nepal.
El argentino dice que aunque en principio su familia estaba muy preocupada, respetó su decisión. “Me conocen y sabían que no me iba a ir de un lugar que siento que es mi casa cuando hay muchas personas que podrían beneficiarse de lo poco que puedo hacer para ayudar”, concluye.
Fuente: La Nación de Argentina / GDA