En la década de 1970, una ola de asesinatos perpetuados por el francés Charles Sobhraj conmocionó a Asia.
Conocido como “la Serpiente” o “el asesino del bikini”, Sobhraj actuaba con determinación y destacaba por sus artimañas para eludir a las autoridades utilizando los pasaportes de sus víctimas, quienes solían ser turistas occidentales que recorrían el llamado sendero hippie del subcontinente indio.
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La dramática vida del infame asesino en serie, quien ahora tiene 78 años, ha inspirado obras literarias, cinematográficas y más recientemente una serie televisiva coproducida por la BBC y Netflix.
Tras permanecer en la cárcel por 19 años por matar a un canadiense y su amiga estadounidense, Sobhraj fue liberado este viernes después de que la Corte Suprema de Nepal dictaminara que debía ser excarcelado por razones de salud, alegando buen comportamiento y su avanzada edad.
Pero ¿quién fue realmente “la Serpiente” y cómo pasa sus días actualmente?
Nacido en Saigón en 1944, hijo de un comerciante indio que le negó la paternidad y una de sus empleadas vietnamita, Sobhraj obtuvo la nacionalidad francesa cuando, tras la separación de sus padres, su madre se casó con un militar francés y se instaló en Marsella, en el sur de Francia.
El rechazo de su padre lo marcó y le causó resentimiento y odio: “Haré que te arrepientas de haber faltado a tu deber como padre”, escribió Sobhraj en su diario.
Una terrible predicción que puede que se haya cumplido.
Durante su adolescencia nunca terminó de encajar en Europa. Se dedicó al asalto callejero y al robo de autos en París. Entró y salió de reformatorios, y al alcanzar la mayoría de edad cayó en prisión.
Pero al salir consiguió un empleo gracias a la intervención de un benévolo, quien además le presentó a Chantal Compagnon, una integrante de la burguesía parisina, de quien se enamoró hasta la obsesión.
Por un corto periodo, Sobhraj trató de abandonar el camino delictivo y consiguió un trabajo en un restaurante, pero su gusto desenfrenado por el lujo y el dinero lo empujaron rápidamente a retomar el crimen.
Poco después fue arrestado nuevamente por robo de auto, pero Compagnon, cegada por sus encantos, esperó a que saliera de la cárcel y se casó con él. Juntos emprendieron un viaje por el continente asiático, en el que tuvieron una hija.
A los 30 años, “la Serpiente” ya había hecho de Tailandia su nuevo centro de operaciones.
Muchas personas que lo conocieron coinciden en que era un individuo carismático.
“La especialidad de Charles Sobhraj era asesinar a los hippies que venían a descubrir Asia”, explica en un artículo de Vice Gary Indiana, que conoció a “la Serpiente” en los años 80.
El autor sugiere que por su aspecto “provinciano” y “no europeo”, los turistas blancos del sendero hippie lo encontraban interesante e “inofensivo”.
“Sobhraj no tenía reparos en estafar a estos mochileros sedientos de espiritualidad. Despreciaba a estas personas, las consideraba cobardes e inmorales”, agrega.
Todavía es un misterio por qué asesinaba “hippies”, pero algunos que siguieron muy de cerca sus pasos insinúan que la respuesta puede hallarse en traumas de la infancia.
Herman Knippenberg, un diplomático holandés que, tras la muerte de una pareja neerlandesa en Tailandia que la policía local no se molestó en investigar, comenzó a unir cabos y a descubrir los crímenes, cree que los mataba porque no le obedecían fácilmente.
“Al resistirse a las proposiciones de Sobhraj revivía la preocupación que tuvo durante su infancia de ser rechazado”, explicó en conversación con el periodista británico Andrew Anthony.
En los años 70 el sendero hippie se había convertido en un popular destino de muchos jóvenes europeos y estadounidenses que viajaban desde Europa Occidental al Lejano Oriente, pasando por Oriente Medio e India.
En esa época los controles fronterizos no eran tan estrictos y “la Serpiente” se aprovechó de ello.
El romance con Chantal Compagnon terminó cuando ambos fueron arrestados en Afganistán, él logró escapar drogando a un guardia; ella permaneció en prisión, pero al salir decidió comenzar una nueva vida lejos de su problemático esposo.
No obstante, Sobhraj le dijo al periodista Andrew Anthony -quien lo entrevistó en París en los años 90 y luego en 2014 en una prisión en Nepal-, que Compagnon continuó apoyándolo financieramente y permanecieron en contacto por mucho tiempo después de su separación.
A dos años del arresto en Kabul, Sobhraj conoció a la quebequense Marie-Andrée Leclerc en Srinagar, India, y la convenció de que fueran juntos a pasar el verano en Tailandia.
“Múltiples identidades”
Leclerc tampoco se resistió a los encantos de aquel hombre del que entonces poco sabía, pero que cambiaría su vida para siempre.
Poco a poco fue siendo arrastrada, comenzó a participar en los crímenes y terminó convirtiéndose en su cómplice.
El modus operandi del “asesino del bikini” consistía en drogar a sus víctimas, antes de quitarles sus pertenencias.
Se ganó ese apodo tras ser vinculado con la muerte de varias mujeres occidentales en bikini en el balneario de Pattaya en Tailandia.
Se aprovechaba de la ingenuidad de muchos turistas occidentales, ganándose la confianza de ellos invitándoles o tomar un trago: luego las víctimas se despertaban frecuentemente en una cama sin ningún recuerdo de la noche anterior.
“Era un hombre de múltiples identidades: era un intelectual israelí un día y el otro un vendedor de telas libanés, y recorría Asia buscando a sus presas”, recuerda Gary Indiana en su artículo publicado por Vice.
En ocasiones, Leclerc y Sobhraj secuestraban a sus víctimas por varios días, incluso semanas. La canadiense les suministraba una “medicina” que les causaba confusión y náuseas.
Además les robaban sus pasaportes para viajar y operar en otros países de la región, confundiendo así a las autoridades.
Esta forma de escabullirse catapultó al francés como “la serpiente”.
Según reportes, Charles Sobhraj hablaba fluidamente varios idiomas, lo cual le era útil cuando asumía las identidades de sus numerosas víctimas.
Su capacidad para delinquir sólo se comparaba con su aptitud para escapar de prisión: se cree que logró escapar de cárceles en Afganistán, Grecia, Irán e India.
La increíble fiesta que lo ayudó a escapar
En 1971, escapó de una cárcel en la India -donde cumplía una sentencia de 20 años por envenenar a turistas franceses que viajaban en un autobús-, fingiendo apendicitis y huyendo desde el hospital.
Lo volvieron a arrestar en 1976, pero diez años después pudo escapar de una manera aún más sorprendente: organizando una fiesta de cumpleaños a la que invitó tanto a guardias como a prisioneros.
Las uvas y las galletas entregadas a los invitados fueron inyectadas con pastillas para dormir, dejando inconscientes a todos excepto a Sobhraj y otros cuatro fugitivos.
Según la prensa local, el grupo estaba tan orgulloso de su escapada que se fotografiaron atravesando las puertas de la prisión hacia las calles de Nueva Delhi.
En 1971, escapó de una cárcel en la India -donde cumplía una sentencia de 20 años por envenenar a turistas franceses que viajaban en un autobús-, fingiendo apendicitis y huyendo desde el hospital.
Lo volvieron a arrestar en 1976, pero diez años después pudo escapar de una manera aún más sorprendente: organizando una fiesta de cumpleaños a la que invitó tanto a guardias como a prisioneros.
Las uvas y las galletas entregadas a los invitados fueron inyectadas con pastillas para dormir, dejando inconscientes a todos excepto a Sobhraj y otros cuatro fugitivos.
Según la prensa local, el grupo estaba tan orgulloso de su escapada que se fotografiaron atravesando las puertas de la prisión hacia las calles de Nueva Delhi.
Como fugitivo, Sobhraj no se esforzaba demasiado por esconderse de la justicia y salía frecuentemente a disfrutar la vida nocturna. Por eso no pasó mucho tiempo antes de que lo volvieran a arrestar.
Algunos estiman que decidió escapar hacia el final de su condena de diez años en India para que lo capturaran nuevamente y así enfrentar nuevos cargos. De esa forma podría evitar la extradición a Tailandia, donde se le buscaba por cinco asesinatos y con casi toda seguridad se le impondría la pena de muerte.
Cuando fue puesto en libertad en 1997, el plazo de 20 años para que fuera juzgado en Bangkok había expirado.
Sobhraj regresó a Francia, comenzó una nueva vida en el barrio chino de París, contrató a un agente y negoció entrevistas y fotografías.
Logró vender derechos para una película y un libro por US$15 millones.
Pero en septiembre de 2003 cometió un error: viajó a Nepal, un país donde todavía podía ser arrestado, e inmediatamente fue reconocido por un periodista local.
Muchos dicen que fue víctima de su propio ego.
Lo juzgaron por haber viajado con un pasaporte falso y por los asesinatos de un turista canadiense y su amiga estadounidense que habría llevado a cabo 28 años antes.
Pese a haber sido acusado de la muerte de 20 personas que fueron drogadas, estranguladas, golpeadas o quemadas en India, Tailandia, Nepal, Turquía e Irán entre 1972 y 1982, no fue sino hasta agosto de 2004 que “la Serpiente” fue condenado por asesinato por primera vez.
Como ya era costumbre, Sobhraj negó los cargos, pero la policía aseguró que esta vez tenían una “maleta llena” de pruebas en su contra y la justicia lo condenó a cadena perpetua.
Actualmente sigue detenido en Nepal y en septiembre de 2014 fue condenado por un segundo asesinato, el de un turista de Quebec.
Entrevistado por el biógrafo Richard Neville, autor de Life and Crimes of Charles Sobhraj (La vida y los crímenes de Charles Sobhraj), el asesino en serie confesó: “Siempre que pueda hablar con la gente, puedo manipularla”.
La cárcel no le ha impedido continuar con su vida.
Desde hace más de 10 años mantiene una relación amorosa con Nihita Biswas, la hija de una de sus abogadas nepalesas. Según medios locales se casó con ella en 2010.
Y de acuerdo con el periódico británico Sunday Mirror, que logró hablar con él en marzo, “la Serpiente” todavía se declara inocente.
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