En un aula de la Universidad Dongguk en Seúl, Corea del Sur, la profesora Eun-Joo Lee pide a sus alumnos que dibujen una botella y luego una bicicleta.
Pero no se trata de una clase de arte.
Estamos en un curso de “matrimonio y familia” y, según Lee, la forma como las personas dibujan dice mucho sobre su feminidad o masculinidad.
Si una mujer hace una bicicleta comenzando desde el frente, puede indicar rasgos masculinos.
Esto no es algo negativo, sino simplemente una característica de la personalidad.
La profesora Lee también muestra a los estudiantes anuncios de juguetes europeos que desafían los estereotipos de género, como imágenes de niños pequeños que empujan coches de bebés y niñas jugando con herramientas.
La clase tiene como objetivo ayudar a los jóvenes a entender mejor las relaciones y, tal vez, a encontrar la pareja adecuada.
Esto es parte de un esfuerzo que realiza Corea del Sur para abordar un grave problema: los jóvenes no se están casando y los que sí, no tienen muchos hijos.
Es un tema complicado en una nación con una larga historia de roles de género tradicionales, que solo comenzó a cambiar con el boom económico de la década de 1960.
- Caída de las tasas de natalidad -La idea de que las mujeres coreanas deben ser amas de casa y que los hombres deben sustentar la familia económicamente, sigue teniendo un gran impacto en los jóvenes.
Corea del Sur registró el año pasado su peor índice de natalidad en la historia con 1,05 hijos por mujer, muy por debajo del nivel de 2,01 necesario para mantener estable a la población.
Y esto ocurre a pesar de que el gobierno invirtió miles de millones de dólares en iniciativas para incrementar la fertilidad en la última década, incluyendo aumentar la licencia por paternidad y pagar por tratamientos de infertilidad.
En Corea del Sur surgió una nueva frase: la generación Sampo. La palabra “sampo” significa “renunciar a tres cosas”: cortejo, matrimonio y crianza de hijos.
Para Lee, este fenómeno se da en part, porque los jóvenes están luchando por conseguir trabajo y ser financieramente independientes en una economía afectada por el lento crecimiento y el desempleo.
“La gente a mi alrededor no quiere casarse porque cuesta mucho criar bebés y enviarlos a la escuela”, dice Ji-Won Kim, de 24 años, una de las estudiantes de Lee.
- “Modernidad comprimida” -Otro estudiante, Ji-Myeong Kim, de 24 años, quiere casarse, pero su novia necesita seguridad en torno a las actitudes de su familia.
En décadas pasadas, se esperaba que las mujeres coreanas recién casadas dejaran a sus familias y se integraran en el hogar de sus maridos en la posición más baja de la jerarquía hogareña. Kim tuvo que dejarle claro que su familia no se apega a las formas tradicionales.
Jean Yeung, profesor y director del Centro para la Investigación de la Familia y la Población en la Universidad Nacional de Singapur, señala que países como Corea del Sur y Singapur comparten una “modernidad comprimida”, un período de rápidos cambios sociales que acompañó importantes avances económicos.
“Los cambios que en Europa tomaron tal vez un siglo o más, demoraron solo dos o tres décadas en Asia”, dice.
“En muchos sentidos, la economía, la educación y el papel de la mujer cambiaron tan rápidamente que las instituciones y las normas sociales no pudieron mantenerse”.
Muchas mujeres “no quieren preocuparse por criar a sus bebés en una cultura corporativa que hace poco para las madres que trabajan”, asegura también Lee.
Peter McDonald, profesor de demografía en la Universidad de Melbourne, dice que la vida familiar de una persona es de poca o ninguna importancia para los empresarios.
“El este de Asia se caracteriza por la expectativa de los empleadores de largas horas de trabajo y una dedicación prioritaria a su empleo”, dice.
Otro impedimento potencial entre las mujeres para el matrimonio es la disparidad de género en la división del trabajo doméstico.
Según un informe del 2015 de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), los hombres coreanos invierten, en promedio, solo 45 minutos al día en tareas domésticas, menos de un tercio del promedio de la los países de la OCDE.
- Ensayos -En el curso de matrimonio y familia, los estudiantes trabajan con parejas en varios ejercicios.
Los estudiantes los llaman “citas obligatorias”. Lee prefiere decirles “juego de parejas”.
Las parejas realizan tareas que puedan enfrentar en una relación real en el futuro, como citas, planear una boda o hacer un contrato de matrimonio que abarque todo: desde la división de tareas domésticas a estilos de crianza de los hijos.
La educación sexual también es parte del curso.
Explicar sobre la menstruación a estudiantes de veintitantos años puede parecer extraño, pero Lee dice que las escuelas se enfocan en enseñar cómo evitar el embarazo en lugar de dar información para sentirse más seguros en torno al sexo y el control de la natalidad.
Aún queda por ver si este tipo de educación puede ayudar a aumentar los nacimientos.
Corea del Sur también trató de ser creativo en sus propias iniciativas.
En el 2010 ordenó a los empleados del Ministerio de Salud, Bienestar y Asuntos Familiares de Seúl que se fueran a casa temprano un miércoles al mes. Pero eso no motivó a los trabajadores a irse a casa para procrear.
McDonald opina que los esfuerzos de Corea del Sur para aumentar la fertilidad son inútiles sin cambios sociales más amplios.
Para los estudiantes, el curso trata tanto de conocerse a sí mismos como de adoptar una actitud positiva hacia la vida familiar.
“Pensé que la forma en que interactuaba con mi novia era normal, pero la prueba de personalidad que tomé demostró que soy una persona obsesiva”, admite Ji-Myeong Kim.
Lee dice que a los estudiantes no les enseña “a encontrar a una persona perfecta, sino a encontrar qué tipo de persona les conviene más”.
Pero algunos todavía tienen dificultades para romper con las expectativas de los padres.
“Mi madre me dice que necesito casarme con un hombre con una estabilidad económica decente, de una familia armoniosa, que sea buena persona y tenga consideración por los demás”, dice Ji-Won Kim.
“Prefiero la estabilidad financiera a la apariencia”, dice mientras se ríe. “Mi madre dice que las apariencias no importarán una vez que te cases”.