En su momento de mayor apogeo, el autodenominado Estado Islámico (EI) llegó a gobernar un territorio del tamaño de Reino Unido que se extendía entre Siria e Irak.
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Grandes ciudades como Raqqa o Mosul estaban bajo su dominio y el mundo miraba con horror las imágenes que llegaban del “califato”.
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Pero en marzo de 2019 estaba ya en ruinas. Su líder, Abu Bakr al Baghdadi, había fallecido en un ataque militar y se hallaban acorralados en una pequeña franja de tierra en Baghuz, a las orillas del río Éufrates.
Pero un plan secreto para nombrar a un nuevo líder estaba en marcha.
“Sí, este es: Abdullah Qurdash. O su otro nombre: Amir Mohamed Saied Abdulrahhman”, dice Salem, un miembro de EI detenido por el servicio de inteligencia iraquí, señalando con el dedo una fotografía que le muestra Feras Kilani, periodista del servicio árabe de la BBC.
“Pero era diferente a esta foto, su barba era espesa…”, recuerda del nuevo hombre fuerte de EI, quien incluso antes de la muerte de su predecesor ya “manejaba la mayoría de los asuntos de ‘El Califato’”.
Esta es pues la historia de un califa sin califato. Del nuevo líder de Estado Islámico.
Para comenzar a contarla hay que desplazarse a 35 kilómetros de Mosul, la segunda ciudad más importante de Irak. Allí se encuentra Al Mehalabiya, la ciudad que vio nacer al nuevo líder de EI.
Entre edificios derruidos y postes de electricidad torcidos, levantan polvo a su paso los autos de la Brigada Halcón, la unidad antiterrorista de los cuerpos de seguridad de Irak. Están buscando a Abdullah.
El comandante Ahmed está al cargo de esa misión, un trabajo que conlleva un gran riesgo personal.
Famosos por infiltrar espías dentro del grupo yihadista, esta brigada juega un papel clave en la lucha contra los extremistas.
Una familia respetada
“Su padre solía cantar la llamada a la oración en una de las mezquitas y tenía dos esposas”, cuenta el comandante.
Tuvo 17 hijos. Abdullah, uno de ellos, nació 1976.
La gente del lugar aún los recuerda: eran educados y muy respetados.
Pero a pesar de llevar una vida tranquila, se comentaba que Abdullah estaba siendo radicalizado por grupos locales…
“Esta es una región remota, espaciosa… aquí se desarrolló Al Qaeda en Irak en 2003. Tenían una buena base de seguidores”, explica Abdel Rahman al Dawla, alcalde de Al Mehalabiya.
“De hecho, la mayoría de los dirigentes militares y de seguridad de Estado Islámico proceden de estas zonas, especialmente de la cercana Tala’far”, cuenta.
Así, en 2003, cuando las fuerzas lideradas por Estados Unidos invadieron Irak, Abdullah ya participaba en grupos yihadistas más pequeños.
Pero, como tantos otros, los abandonaría para unirse a una operación mucho mayor: Al Qaeda.
A medida que Irak se sumía en la violencia, la educación religiosa de Abdullah y su largo historial con grupos extremistas hicieron que se convirtiera rápidamente en un miembro destacado.
Pero en 2008, los estadounidenses lo recluyeron en la prisión de Bucca.
Durante meses, Abdullah fue interrogado por las fuerzas estadounidenses.
Cuentan que les dio información sobre decenas de miembros de su organización, algo que BBC no ha logrado verificar.
Y, de repente, en 2010, Abdullah fue liberado.
Se une Estado Islámico
Tras su salida de prisión, Abdullah en seguida se unió a Abu Bakr al Baghdadi, el entonces líder de EI.
“Se convirtió en un alto cargo de la organización en la provincia de Nínive”, explica el coronel Ahmed.
Sin duda, “uno de los líderes más prominentes, muy cercano a Al Baghdadi”.
En mayo de 2012, Abdullah recibe una nueva identificación. Su aspecto cambia ligeramente.
En aquel tiempo, el grueso de las fuerzas estadounidenses se había retirado de Irak, dando al Estado Islámico tiempo para reagruparse. Frente a un gobierno impopular, el grupo comenzó a ganar adeptos.
Al mostrarle la fotografía, un antiguo líder de los cuerpos de seguridad de EI, ahora convertido en un valioso informante, confirma a BBC la identidad de Abdullah.
Asegura que se reunió con él varias veces.
“Sí, este es”, dice.
“Puede que sea muy extremista en algunas cuestiones; en general no confía en nadie, excepto en sus allegados”, asevera.
“Lo que he notado es que no es un intelectual, por lo general, no tiene la capacidad de dar discursos como Al Baghhdadi. Este pronunció una vez un discurso público sin papeles en las manos, no creo que Abdullah sea capaz de hacer lo mismo”.
A medida que las ambiciones del EI se expandían, Abdullah asumió el papel de ministro de Justicia, supervisando las ejecuciones y los horripilantes castigos.
La crueldad de Abdullah
Cuando EI entró en la ciudad de Sinjar en 2014, se vio realmente la crueldad y la creciente influencia de Abdullah.
Mataron a miles de miembros de la minoría yazidí.
Pero la cuestión de qué hacer con las mujeres yazidíes dividió al EI.
Según su propia interpretación de la sharia islámica, algunos querían esclavizar a las mujeres.
Salem al Jubouri fue testigo de la disputa en la organización. Era cercano al entonces líder Al Baghdadi.
“En cuanto al cautiverio de las mujeres yazidíes, la opinión del jeque Abu Ali al Anbari era prohibirlo. Esto se debía a que todavía éramos nuevos en la aplicación de la sharia y los problemas superaban con creces los beneficios”, relata.
Sin embargo, Abdullah insistió en ello.
¿Por qué?
“Dijo: mientras sea parte de la religión lo aplicamos, estamos reviviendo la Sunnah (enseñanzas islámicas)”.
“ÉI tenía un comité en Irak y otro en Siria. Los iraquíes se negaron a esclavizar a las mujeres yazidíes porque eran iraquíes, temían por sus propias esposas y familias”, cuenta otro testigo que perteneció al grupo.
“Los iraquíes no aceptaban la idea de esclavizar a los cristianos. Los sirios estaban más cerca de Al Baghdadi, ya que entonces vivía en Raqqa. Terminó en un compromiso, sólo esclavizar a las mujeres yazidíes y evitar a las cristianas”, explica.
Varios grupos de derechos humanos sostienen que 7.000 mujeres y niñas fueron capturadas y esclavizadas por EI. La ONU cataloga sus crímenes como el equivalente a un genocidio.
Cuando amenazaron con extender su brutalidad a ciudades importantes como Erbil y Bagdad, la comunidad internacional empezó a actuar.
Los bombardeos se sucedieron entonces, y murieron muchos de los principales líderes de EI, lo que hizo que Abdullah ascendiera en la cadena de mando.
Se convirtió en el hombre más importante de Al Baghdadi y hubo muchos intentos de acabar con su vida, revelan los testigos entrevistados.
“Sólo uno de ellos estuvo cerca”, afirman.
“Estaba de pie y fue apuntado por un dron, creo que estadounidense, y resultó herido. Le amputaron la pierna y estuvo en el hospital cuatro meses o más hasta que se recuperó”.
El tiempo pasaba y EI comenzaba a retroceder. En 2017, la pérdida de la segunda ciudad iraquí supuso el principio del fin para ellos.
Su ascenso como líder
La continua amenaza de los ataques aéreos les hacía retroceder sin remedio.
“Seguro que Al Baghdadi sabía que íbamos a perder nuestros territorios, así que preparó órdenes para que volviéramos a la época anterior a la declaración del Estado Islámico”, narra Salem, uno de los prisioneros de las fuerzas iraquíes.
Así, en octubre de 2017, Al Baghdadi y Abdullah cruzaron a la ciudad siria de Al Bukamal.
Allí casi mueren en un ataque aéreo.
“Los aviones llegaron y bombardearon Al Bukamal. El jeque Abdullah sufrió heridas leves, pero su escolta murió. Sólo algo de metralla alcanzó a Abdullah. Fue trasladado al hospital”, recuerda Salem.
Con su liderazgo bajo constante amenaza, EI se retiró aquí a la pequeña ciudad siria de Baghouz, donde en 2019 miles de combatientes y sus familias se rindieron.
Al Baghdadi apareció en un video unos meses después desde su residencia secreta en Idlib, en el norte de Siria.
Se cree que Abdullah es una de las tres personas que aparecían difuminadas junto a él.
En ese tiempo, ya estaba siendo preparado para convertirse en el posible líder.
El 26 de octubre de 2019 ocurrió lo que parecía inevitable.
Abu Bakr al Baghdadi fue asesinado en una incursión estadounidense, dando a Abdullah su oportunidad de convertirse en líder.
Aquí es donde se pierde su rastro. Los servicios de inteligencia iraquíes aseguran que se esconde en el norte de Siria, posiblemente en las zonas controladas por las fuerzas kurdas.
Aparentemente, está trabajando junto a un grupo de líderes iraquíes en reconstruir su organización, aprovechando la extendida sensación de ser víctimas de injusticias entre las poblaciones suníes de Irak y Siria.
Un proceso que puede llevar muchos años. Quizá demasiados para un califa sin califato.
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