Manila. Viernes en la noche en una avenida de Manila. Los transeúntes observan, enmudecidos, cómo Jennelyn Olaires llora desconsolada mientras abraza el cuerpo sin vida de su pareja, víctima de la despiadada guerra contra las drogas en Filipinas.Seguir a @Mundo_ECpe !function(d,s,id){var js,fjs=d.getElementsByTagName(s)[0],p=/^http:/.test(d.location)?'http':'https';if(!d.getElementById(id)){js=d.createElement(s);js.id=id;js.src=p+'://platform.twitter.com/widgets.js';fjs.parentNode.insertBefore(js,fjs);}}(document, 'script', 'twitter-wjs');
A sus pies, un pedazo de cartón con un mensaje que rebela el motivo por el que Michael Siaron, de 30 años, acaba de ser acribillado a balazos por hombres armados sin identificar a bordo de una motocicleta: “Soy traficante, no sigas mi ejemplo”.
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“Michael consumía drogas desde hace un año, pero no era ningún traficante. Era simplemente un conductor de una bicitaxi”, explica Jennelyn entre sollozos, con manchas de sangre de su pareja aun en el rostro.
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Fotos: Reuters
El joven filipino es solo uno de los cientos de ciudadanos de origen humilde que han muerto como resultado de la radical campaña contra las drogas y el crimen iniciada por el nuevo presidente de Filipinas, Rodrigo Duterte, que se está cebando con los más desfavorecidos.
“¿Tu crees que si fuera traficante viviríamos en una choza al lado del río?”, dice a los reporteros que han acudido rápidamente al lugar de los hechos para recoger los datos del suceso, un ritual que los periodistas de sucesos repiten sin falta cada día.
Durante la noche, en la misma zona de la ciudad y en tan solo un par de horas, cuatro personas acusadas de traficar con drogas fueron ejecutadas en plena calle por ciudadanos que han decidido tomarse la justicia por su mano, alentados por los discursos de Duterte.
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“Os digo, si conocéis a algún traficante o drogadicto, matadle. Yo os apoyo”, urgió el mandatario en uno de sus incendiarios discursos.
Unas 500 personas han muerto en Filipinas durante la brutal campaña contra las drogas iniciada en mayo, tras las elecciones presidenciales.
Entre ellas, 239 han muerto en las violentas operaciones antidroga de la Policía durante los 22 primeros días de mandato de Duterte, lo que supone una media de 11 personas al día, según cifras oficiales.
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Dondon Pallarco, un granjero de la provincia de Cavite, al sur de Manila, recibió un tiro entre ceja y ceja a las puertas de su humilde choza de unos 10 metros cuadrados.
“Recibimos información de que este señor estaba vendiendo grandes cantidades de droga, así que un agente encubierto vino a comprobarlo y así ha acabado la situación” dice a Efe Resti Soriano, jefe de la Policía del distrito de Kawit, en Cavite.
Soriano explica que el agente “se vio obligado” a disparar en la cabeza a Dondon, de 35 años, cuando esté echó mano de su revolver.
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“El sospechoso se dio cuenta de que trataba con un policía. Fue a coger su pistola, y entonces es cuando el agente tuvo que disparar”.
El total de drogas incautada en la operación contra este “importante traficante”: 5 gramos de shabú, un derivado de la metanfetamina popular entre la clase baja filipina, que a precio del mercado negro alcanzaría los 45.000 pesos filipinos (unos 870 euros o más de 950 dólares).
Sus familiares, que han recibido un aviso de los vecinos, llegan al lugar de los hechos en el momento en el que el cuerpo es introducido en la furgoneta de la funeraria del vecindario.
“Vendía drogas, sí. Pero lo hacía porque el dinero que le daba la granja no era suficiente. Necesitaba más para dar de comer a sus dos hijos”, dice a Efe el sobrino de la víctima, que prefiere no revelar su identidad.
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“En todo caso, da lo mismo si era o no traficante. Él no se merecía morir así, como una animal. Nadie se lo merece”, asegura.
“El único animal que hay en esta situación es Duterte”, sentencia.
Lejos de mostrarse preocupado por la muerte de cientos de sus compatriotas, Duterte aseguró ayer que no frenará su campaña e instó a las fuerzas de seguridad a intensificarla.
“Duplicar vuestros esfuerzos. O triplicadlos si hace falta”, espetó el presidente este lunes durante su primer discurso ante el Parlamento del país.
“No pararemos hasta que el último capo de la droga, el último inversor o el último traficante se haya entregado y esté entre rejas. O bajo tierra, como ellos prefiera”, aseveró.
Estas radicales medidas no parecen afectar la enorme popularidad de la que goza Duterte, que según una reciente encuesta cuenta con la confianza del 91 por ciento de los entrevistados, la mayor puntuación que ha recibido un mandatario en la historia de Filipinas.
Fuente: EFETweets por el @Mundo_ECpe. !function(d,s,id){var js,fjs=d.getElementsByTagName(s)[0],p=/^http:/.test(d.location)?'http':'https';if(!d.getElementById(id)){js=d.createElement(s);js.id=id;js.src=p+“://platform.twitter.com/widgets.js”;fjs.parentNode.insertBefore(js,fjs);}}(document,“script”,“twitter-wjs”);