Por: Adrián FoncillasDesde BeijingEs un héroe desprendido o un egoísta insensato, un orgullo o una carga, merece el aplauso o el oprobio social. La reciente liberación de un periodista japonés secuestrado durante más de tres años en Siria abrió el debate.
Jumpei Yasuda, de 44 años, fue recibido semanas atrás con alborozo por su familia en Tokio, pero ningún representante de peso apareció a su lado. Tampoco encontró en el aeropuerto a masas aplaudiendo a quien se había jugado la vida por informarles de las desgracias de la guerra. Algunos internautas lo acusan de perjudicar los intereses nacionales, de temerario o de “rehén profesional” recordando que ya había sido secuestrado con anterioridad. Quizá Yasuda ya preveía las críticas cuando se disculpó por “causar tantos problemas y preocupaciones”.
Tokio tiene una reputación inflexible muy respetada en los medios conservadores. “Japón, como otros gobiernos, no desea que se le vea hablando abiertamente con terroristas. En este caso ha negado que pagara algún rescate, aunque algunos medios extranjeros han asegurado que otro país lo hizo en su nombre. Esas informaciones no han sido confirmadas”, señala a El Comercio Chris Betros, editor del diario “Japan Today”.
—Que se paguen el pasaje—El ex presidente Junichiro Koizumi se negó a la retirada de tropas de Iraq que exigían los terroristas que tenían cautivos a tres nacionales en el 2004. Incluso rechazó reunirse con los familiares de los secuestrados, descritos por el Gobierno como “jóvenes irresponsables”. Dos terceras partes de la población apoyaron la línea dura de Koizumi, quien cobró a los liberados los 6.000 dólares de los billetes de avión. Algunos pretendieron que pagaran lo que pudieran de los 18 millones de dólares gastados en las negociaciones.
Los tres (el periodista ‘freelance’ Akihito Saito, un escritor y el trabajador en una ONG) vieron en el aeropuerto pancartas en las que se leía “Fue su culpa” o “Tuvieron lo que merecían”, y fueron acosados durante años en las redes sociales. La prensa de derecha escarbó en sus vidas y en las de sus familias y habló de filocomunistas y fumadores de marihuana.
El psiquiatra que los examinó dijo que la recepción en su país les causó un trauma psicológico “mucho más duro” que el cautiverio en manos de terroristas. El mismo día en que aterrizaban en Tokio era secuestrado en Faluya (Iraq) por primera vez Yasuda. “Solo quiero golpearlo y decirle que es un idiota”, aclaró su padre a la prensa.
Los activistas o periodistas apresados en territorio enemigo son culpados de atentar contra la armonía y desobedecer a la autoridad en una sociedad que sublima la jerarquía. También de hacer perder el tiempo y el dinero al Gobierno.
—Por su cuenta y riesgo—Es necesario un equilibrio entre los derechos y obligaciones de las partes interesadas, opina Sadaaki Numata, antiguo embajador japonés y ex portavoz del Ministerio de Exteriores.
“El público está interesado en saber más de Siria y de su gente, y eso incluye cómo su vida está afectada por el terrorismo, pero también en saber cómo se gasta el dinero de los contribuyentes. El Gobierno tiene la obligación de proteger a sus nacionales de los peligros en el exterior y les desaconseja fuertemente que viajen. Algunos periodistas pueden sentir que es su deber adentrarse en países peligrosos, pero se espera de ellos que se preocupen debidamente de su propia seguridad”, señala.
Mika Yamamoto, de la agencia Japan Press, murió tiroteado en Siria en el 2012. Y tres años después fueron degollados por el Estado Islámico el veterano reportero de guerra Kenji Goto y el amigo al que había ido a rescatar. El primer ministro Shinzo Abe prometió 200 millones de dólares a los países que combatieran el integrismo islamista. Muchos creen que esa decisión sentenció a los dos secuestrados.
Tokio desdeñó después a Goto como un insensato. “No creo que ningún otro gobierno del mundo critique públicamente a sus ciudadanos que han sido secuestrados y asesinados”, se lamentaba Kosuke Tsuneoka, reportero en la zona, al diario “Japan Times” el pasado año.
►Japón sospecha que Corea del Norte es responsable de desapariciones de sus ciudadanos entre 1970 y 1985. ►Pyongyang reconoció en el 2002 el secuestro de 13 japoneses, pero según Tokio son 17. Cinco de ellos fueron autorizados a volver a Japón.►Según Pyongyang, los otros desaparecidos o bien fallecieron o nunca llegaron a pisar suelo norcoreano.►El objetivo de los secuestros era que los rehenes actuaran como profesores de idioma y cultura japonesa para los espías norcoreanos.►Corea del Norte se comprometió en el 2014 a realizar una investigación a cambio de que Tokio retirara parte de sus sanciones unilaterales, pero la iniciativa abortó.