En un caluroso día de verano de junio de 2010, dos niños indios salieron de su casa, enojados con sus padres por golpearlos.
Los hermanos Rakhi, de 11 años, y Bablu, de 7, planeaban ir con sus abuelos maternos, que vivían a sólo un kilómetro de distancia. Pero tras unas vueltas equivocadas se perdieron.
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Les llevó más de 13 años encontrar el camino de regreso a su madre Neetu Kumari (con mucha ayuda de un activista de los derechos del niño).
“Extrañé a mi madre todos los días”, me dijo por teléfono Bablu, que creció en orfanatos. “Estoy muy feliz ahora que estoy de regreso con mi familia”.
Las imágenes de video de su reunión a fines de diciembre muestran a Neetu sollozando mientras le da la bienvenida a Bablu a casa, abrazándolo fuertemente y agradeciendo a Dios por “darme la alegría de abrazar a mi hijo otra vez”.
Luego, Bablu abraza a Rakhi, que había regresado a casa dos días antes. Aunque los hermanos habían estado en contacto durante algunos años, se volvieron a encontrar después de más de una década.
Bablu y Rakhi vivían en la ciudad norteña de Agra con sus padres Neetu Kumari y Santosh, quienes trabajaban como jornaleros.
El 16 de junio de 2010 Neetu, quien no había podido encontrar trabajo ese día, descargó su frustración con Rakhi y la golpeó con unas pinzas de metal que usaba para cocinar.
Rakhi y Bablu se fueron de casa después de que su madre salió a hacer un mandado.
“Mi padre también me pegaba a veces si no estudiaba adecuadamente, así que cuando Rakhi vino y me dijo: vámonos a vivir con la abuela, acepté”, cuenta Bablu.
Después de perderse, un conductor de bicitaxi los llevó hasta la estación de tren.
Allí, los niños subieron a un tren donde fueron descubiertos por una mujer que trabajaba en una organización benéfica para niños.
Cuando el tren llegó a Meerut, una ciudad a casi 250 kilómetros de su casa, ella los entregó a la policía, quien los llevó a un orfanato del gobierno.
“Les dijimos que queríamos volver a casa, intentamos contarles sobre nuestros padres, pero la policía o los funcionarios del orfanato no buscaron a nuestra familia”, dice Bablu.
Un año después, los hermanos también fueron separados: Rakhi fue trasladada a un refugio para niñas dirigido por una ONG cerca de la capital india, Delhi.
Un par de años más tarde, Bablu fue trasladado a otro orfanato gubernamental en Lucknow, capital del estado de Uttar Pradesh.
Cada vez que funcionarios importantes, trabajadores benéficos o periodistas visitaban el orfanato, Bablu les hablaba de Rakhi con la esperanza de reunirse con ella.
Pero no fue hasta 2017 que eso tuvo un resultado. Uno de los cuidadores del nuevo refugio decidió ayudarlo cuando le contó que su hermana había sido enviada a un orfanato para niñas mayores en algún lugar cerca de Delhi.
“Llamó a todos los orfanatos de Noida y Greater Noida (suburbios de Delhi), les preguntó si tenían a alguien llamado Rakhi y, después de mucho esfuerzo, la encontró”, señala Bablu.
“Quiero decirle al gobierno que es realmente cruel separar a los hermanos. Los hermanos y las hermanas deberían ser alojados en centros uno al lado del otro. No es justo separarlos”, añade.
Una vez que los hermanos se encontraron, a menudo hablaban por teléfono. Pero cada vez que la conversación giraba hacia encontrar a su familia, Rakhi dudaba.
“Trece años no es poco tiempo y tenía pocas esperanzas de que pudiéramos encontrar a mamá”, me dijo.
Bablu no tenía esas dudas. “Me alegré mucho de encontrar a Rakhi y también me sentí seguro de que ahora también podría encontrar a nuestra madre”, dijo.
En uno de los lugares donde se quedó, afirma Bablu, los cuidadores y los niños mayores lo golpeaban a menudo. Dice que intentó huir dos veces, pero luego se asustó y regresó.
Rakhi, por otro lado, señala que la ONG donde creció la cuidó muy bien. Le pregunto si cree que su vida habría sido diferente si se hubiera quedado en casa.
“Creo que todo lo que pasa es siempre para bien y tal vez tuve una vida mejor fuera de casa”, indica.
“No les pertenecía, pero aun así me cuidaron muy bien. Nadie me pegó nunca y me trataron bien. Fui a una buena escuela, tuve acceso a buena atención sanitaria y a todas las otras instalaciones a las que tienes acceso al estar cerca de una gran ciudad”, añade.
El 20 de diciembre, Naresh Paras, activista por los derechos del niño radicado en Agra, recibió una llamada de Bablu, que ahora vive y trabaja en Bengaluru.
“Has reunido a muchas familias, ¿podrías ayudarme a encontrar la mía?”, le preguntó Bablu.
Paras, que trabaja con niños desde 2007, cuenta que éste no fue un caso sencillo.
Los hermanos no recordaban el nombre de su padre y sus tarjetas Aadhaar emitidas por el gobierno tenían nombres diferentes.
No tenían idea de qué estado o distrito venían y su registro del orfanato decía que eran de Bilaspur, una ciudad en el estado central de Chhattisgarh.
Las llamadas de Paras a los orfanatos y a la policía en Bilaspur no dieron resultados.
Entonces hubo un gran avance cuando Bablu recordó haber visto una locomotora falsa fuera de la estación donde habían subido al tren.
“Supe que tenía que ser la estación del Acantonamiento de Agra”, dice Paras.
Al revisar los registros policiales de la ciudad, se centró en la comisaría de policía de Jagdishpura, donde el padre de los hermanos había presentado una denuncia en junio de 2010.
Pero cuando fue a buscar a la familia, descubrió que habían estado alquilando allí y se habían mudado.
Luego, Rakhi le dijo que recordaba que el nombre de su madre era Neetu y que tenía una cicatriz de quemadura en el cuello.
Paras fue a la intersección de trabajadores, un lugar en Agra donde los jornaleros se reunían todas las mañanas con la esperanza de encontrar trabajo.
No encontró a Neetu, pero algunos de los trabajadores dijeron que la conocían y que le pasarían el mensaje.
Tan pronto como Neetu Kumari se enteró de que habían encontrado a sus hijos, acudió a la policía, que se puso en contacto con Paras.
Cuando Paras visitó a Neetu, ella le mostró fotografías de los niños y una copia de la denuncia policial. Cuando la conectó por videollamada con Bablu y Rakhi, todos se reconocieron.
Neetu Kumari le dijo a Paras que “lamentaba haber golpeado a Rakhi” y también habló de los esfuerzos que había hecho para encontrar a sus hijos.
“Pedí dinero prestado y viajé a Patna (capital del estado de Bihar) después de escuchar que habían visto a mis hijos mendigando en las calles de allí. Visité templos, mezquitas e iglesias para orar por su regreso sanos y salvos”, le dijo.
Contó que con el reencuentro -emotivo hasta las lágrimas- con sus hijos había recibido una nueva vida.
Rakhi dijo que se sentía como si estuviera “en una película” porque nunca esperó volver a ver a su madre. “Me sentí muy feliz”, añadió.
Pero Bablu describió sus sentimientos como “contradictorios”.
“Es increíble que Paras haya tardado sólo una semana en encontrar a mi familia. Estaba enojado con la policía y los trabajadores de las ONG que no me habían ayudado a pesar de repetidas solicitudes, pero estaba muy feliz hablando con mi madre. Ella lloraba y decía '¿por qué me dejaste?’ Yo le dije, 'nunca te dejé. Me perdí'”.
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