Las protestas contra el gobierno religioso se han extendido como nunca antes entre la nueva generación de mujeres y niñas de Irán, cuyos padres y abuelos intentaron sin éxito cambiar el sistema desde adentro.
En mensajes de video y en las redes sociales, jóvenes víctimas de una violenta represión explican por qué arriesgaron sus vidas para desafiar a las autoridades.
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“Clérigos, piérdanse”. Ese es el cántico de niñas de incluso 11 años en las aulas de todo Irán.
Las redes sociales están llenas de videos de ellas quitando la foto del líder supremo, el ayatolá Alí Jamenei, rompiéndola y luego quemándola.
“Si no nos unimos, una a una, nos convertiremos en la próxima Mahsa Amini”, es otro de sus gritos, en referencia a la joven kurda que murió bajo custodia policial tras supuestamente llevar el velo de forma “inadecuada”.
Las protestas por esta muerte no dan señales de disminuir, a pesar de la violenta respuesta de las autoridades.
Una tiktoker de 22 años llamada Hadis Najafi grabó un video en su teléfono mientras caminaba hacia una protesta, soñando con un futuro mejor.
“Espero que dentro de unos años, cuando mire hacia atrás, me sienta feliz de que todo haya cambiado para mejor”, se le oye decir mientras cae la noche a su alrededor, en el video obtenido por el servicio persa de la BBC.
La familia de Hadis me dijo que la mataron a tiros casi una hora después.
En un video publicado en redes sociales, su madre dijo que tenía heridas de bala en el corazón, el estómago y el cuello.
“Llegó a casa del trabajo y dijo que tenía hambre, pero antes de comer salió a protestar por Mahsa Amini”, cuenta su madre.
Los grupos de derechos humanos afirman que decenas de jóvenes, incluidas menores de edad, han muerto por la represión del gobierno. Muchas más han sido arrestadas.
La generación Z de Irán está pagando el precio de querer cambiar.
Hosein Ghazian, un sociólogo iraní, dice que la prevalencia de las redes sociales es un factor en las protestas, junto con la desilusión total con cualquier otra oportunidad de cambio.
“Esta generación está más actualizada y consciente del mundo en el que vive”, dice. “Se han dado cuenta de que la vida se puede vivir de manera diferente”.
Y agrega: “No ven perspectivas de un futuro mejor con este régimen y eso les da coraje”.
Sarina Esmailzadeh, una videobloguera de 16 años, resumió esta actitud intrépida.
“No somos como la generación anterior de hace 20 años que no sabía cómo era la vida fuera de Irán”, dice en un video en su canal de YouTube.
“Nos preguntamos por qué no nos divertimos como los jóvenes de Nueva York y Los Ángeles”, agrega.
Estas jóvenes están dispuestas a arriesgarlo todo para vivir una vida digna.
Sarina salió a protestar y murió por fuertes golpes en la cabeza, según Amnistía Internacional.
Irán lo niega y dice que se quitó la vida saltando de un edificio.
Su familia está bajo presión para aceptar la narrativa gubernamental y no ha hablado con los medios.
En un video, Sarina canta la canción de Hozier Take Me to Church. Escrita por la frustración ante la influencia de la Iglesia católica en Irlanda, se ha convertido en un himno mundial por la libertad.
Para Azadeh Pourzand, investigadora de derechos humanos, las protestas representan un profundo momento de cambio.
Le conmueve la claridad de las demandas de las jóvenes.
“La forma en que se hablan entre sí en términos simples”, apunta, “tienen mucho más éxito que nosotros al comunicar sus demandas y sus esperanzas al mundo”.
Pourzand dice que esta joven generación aprendió de cómo sus padres y abuelos intentaron cambiar el sistema islámico desde adentro pero fracasaron.
“Son el futuro de las generaciones mayores”, expone, elogiando su postura valiente. “Quieren una vida en la que no tengan que tener miedo”.
Las protestas también tienen una conexión personal para ella. Su madre, Mehrangiz Kar, era una de las principales abogadas de derechos humanos de Irán, pero tuvo que huir del país.
Ahora está mirando el movimiento con tristeza y orgullo, afirma Pourzand.
Su madre quedó encantada con la negativa de los estudiantes universitarios a aceptar comer el almuerzo separados por género, como es la regla.
Ante la imposibilidad, todos se sentaron juntos en el suelo fuera de la cafetería de la universidad.
“Recibí mi regalo, el regalo de mi vida de lucha”, cuenta que le dijo su madre.
Ahora todas las generaciones de Irán están observando y esperando.
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