La muerte de una joven detenida por las fuerzas de seguridad iraníes ha desencadenado una ola de las protestas que han sido violentamente reprimidas por las autoridades y colocado al país en el foco internacional.
Mahsa Amini, de 22 años, fue detenida por no cubrirse adecuadamente el pelo con el hiyab (pañuelo para la cabeza). Y posteriormente murió; según las autoridades iraníes a causa de un infarto, pero su familia dice que fue asesinada bajo custodia policial.
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Los hechos ocurrieron a mediados de septiembre y unas 150 personas han muerto desde entonces en las manifestaciones, afirman grupos de derechos humanos.
Los sucesos también reabrieron el debate sobre quién o quiénes tienen la última palabra en la nación petrolera. Ante esto, analizamos la jerarquía del gobierno iraní.
La figura más poderosa de Irán es el ayatolá Alí Jamenei, líder supremo del país desde 1989.
Jamenei es el jefe del Estado y comandante en jefe de las Fuerzas Armadas. Tiene autoridad sobre la Policía Nacional y la Policía Moral, cuyos agentes detuvieron a Amini.
El ayatolá también controla el Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica (CGRI), encargado de la seguridad interna del país, y de su ala de voluntarios, la Fuerza de Resistencia Basij. Los Basij han reprimido repetidamente la disidencia en Irán.
Es la persona que más poder de decisión tiene sobre cómo afrontar las protestas.
El presidente de la República Islámica de Irán es Ebrahim Raisi, quien es el máximo responsable electo y el segundo en rango tras el líder supremo.
Raisi es responsable de la gestión diaria del gobierno y tiene una gran influencia en la política interior y los asuntos exteriores.
Sin embargo, sus poderes están relativamente limitados, especialmente en materia de seguridad.
El Ministerio del Interior, bajo control del presidente, formalmente dirige el cuerpo de policía nacional, que ha reprimido las protestas. Sin embargo, su comandante fue nombrado por el líder supremo y responde directamente ante él.
Lo mismo ocurre con el comandante del Cuerpo de la Guardia Revolucionaria y del Basij.
Si el líder supremo quiere acabar con las protestas por la fuerza, el presidente no tiene más remedio que plegarse a él.
Los poderes del mandatario también pueden ser controlados por el Parlamento, órgano encargado de dictar las leyes. A su vez, el Consejo de Guardianes -en el que se encuentran estrechos aliados del líder supremo- tiene la potestad de aprobar las nuevas leyes y de vetarlas.
La policía de la moralidad -o Patrullas de Orientación- forma parte de la Policía Nacional.
Esta rama del organismo de seguridad se creó en 2005 para defender la moral islámica y las leyes sobre la vestimenta “adecuada”, que se introdujeron tras la Revolución Islámica de 1979.
Se calcula que tiene unos 7.000 agentes, hombres y mujeres, los cuales están facultados para emitir advertencias, imponer multas o detener a sospechosos.
El presidente Raisi, un político de línea dura, introdujo este verano varias medidas nuevas para hacer cumplir las normas sobre el uso del hiyab.
Entre las medidas figuran la introducción de cámaras de vigilancia para ayudar a detectar a las mujeres que no portan el velo, y se aprobó una pena de prisión obligatoria para las personas que se opongan a las normas sobre el pañuelo en las redes sociales.
El Cuerpo de la Guardia Revolucionaria es la principal organización iraní para el mantenimiento de la seguridad interna y se creó tras la revolución, para defender el sistema islámico del país.
La Guardia es ahora una importante fuerza militar, política y económica en Irán, con más de 150.000 efectivos. Cuenta con sus propias fuerzas terrestres, navales y aéreas, y supervisa el armamento estratégico de Irán.
Tiene un brazo en el extranjero llamado Fuerza Quds, que proporciona secretamente dinero, armas, tecnología y entrenamiento a sus aliados en todo Oriente Medio.
Asimismo, controla la Fuerza de Resistencia Basij.
La Fuerza de Resistencia Basij, formalmente conocida como Organización para la Movilización de los Oprimidos, se formó en 1979 como una organización paramilitar de voluntarios.
Tiene sucursales en todas las provincias y ciudades de Irán, y en muchas de las instituciones oficiales del país.
Sus miembros masculinos y femeninos, denominados “basijis”, son leales a la revolución y están a las órdenes de la Guardia.
Se cree que esta organización tiene unos 100.000 miembros que realizan tareas de seguridad interna.
Los “basijis” han estado muy implicados en la represión de las protestas antigubernamentales desde las controvertidas elecciones presidenciales de 2009.
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