En Cuba nadie se muere de hambre, pero el peso y la talla de los nacidos durante la crisis económica conocida como Período Especial disminuyó por las carencias nutricionales durante el embarazo y luego en el desarrollo. Eso, casi medio siglo después de proclamarse que “nadaríamos en la abundancia”, que superaríamos a Holanda en la producción de lácteos y a Suiza en la de chocolates, que tendríamos tantas vacas que haríamos jamón de res.
Es muy importante para los más jóvenes y para los de mala memoria recordar qué se prometió, qué se podía hacer y qué se obtuvo. Los viejos ejemplares del periódico Granma están lleno de planes y victorias imposibles de rastrear hoy en el mundo físico; tampoco podrá rastrearse una explicación del por qué de esos fracasos, ni el emplazamiento público de ningún funcionario por su mala gestión. No existen disculpas por las cifras del entusiasmo y la ignorancia.
En esta nueva forma de capitalismo que nadie se atreve a llamar por su nombre, el mercado de alimentos bajo la ley de oferta y demanda al que toda familia normal se ve obligada a acudir a mediados de mes, tiene unos precios escalofriantes.
Olvídense de las frutas y ensaladas: arroz, frijoles y alguna vianda (papa, yuca o plátano) dejan el bolsillo exhausto, y no precisamente un bolsillo tan escueto como el de 20 CUC al mes. Algo de esos 20 CUC debe dejarlos para comprar un litro de aceite vegetal y en este trópico donde el aseo es tan importante, champú y desodorante, que si se es ahorrativo puede ser en meses alternos.
La educación y la salud son gratuitas y como derechos humanos, incuestionables. Una tomografía axial computarizada no cuesta, pero hay que esperar meses para hacérsela cuando es un método de diagnóstico; un cubano puede someterse a una operación de vesícula por mínimo acceso, pero pierde la dentadura tras sucesivos contratiempos de no hay: aerotor, agua, amalgama, autoclave...
Eso, sin mencionar que los que tienen cierta holgura económica “hacen regalos” para obtener desde adelanto de turnos, reactivos de laboratorio, placas de rayos X hasta ambulancia, dilatando así el momento en que el ciudadano de los 20 CUC accede a la atención médica más allá del consultorio de barrio.
En una sociedad envejecida como la nuestra, la atención médica es gratuita, pero los medicamentos no. Mi marido y yo gastamos mensualmente en las medicinas dispensadas “por tarjetón” (variante de la libreta de abastecimiento para la farmacia) entre 112 y 120 pesos pesos cubanos (unos 6 de esos US$20).
Con la educación ocurre otro tanto. El inicio del curso escolar implica para cualquier familia un desembolso considerable. Cuando mi hijo comenzó en la escuela primaria ya se recaudaba dinero para compra de ventiladores, para pintar y reparar el aula, para útiles de limpieza para los baños porque parece que el presupuesto del Ministerio de Educación no contempla esos enseres que los padres aportan. No me detendré demasiado en el tema escolar porque queda claro que quien cree vivir con 20 CUC al mes, no tiene hijos.
Escuché al ministro de Economía hablar del subsidio de la electricidad doméstica. Y hay omisiones dolorosas o no terminó la oración. La tarifa eléctrica en Cuba es creciente, se subsidian los primeros 100 kw a 9 centavos, los 50 kw siguientes son a 30 cts, y ya entre 300 y 350 kw la tarifa es de 1 peso 50 cts.
Pagar 12 pesos cubanos mensuales equivale a gastar 125kw. El consumo de una olla arrocera de las vendidas cuando la llamada revolución energética es 500 w/hora, una computadora pequeña 65 w/hora, el refrigerador y el televisor están sobre los 80 w/hora. Un apartamento tiene mínimo 3 o 4 luces de 20 w cada una para una agradable penumbra: no sé, pero para pagar 12 pesos de electricidad Nórido debe estar muy poco tiempo en su apartamento.
Los cubanos pagan por la propiedad de su vivienda un precio módico descontado del salario hasta completar el total. Eso está muy bien. ¿Pero, qué pasa cuando en el inmueble nuevo de pésima calidad o en el envejecido con más de medio siglo sin mantenimiento se rompe algo?
La bolsa de cemento se llevará la cuarta parte de los 20 CUC, una vulgar llave de agua lo mismo, cambiar un inodoro evaporará íntegramente el dinero del mes y considérese muy afortunado si la rotura no es de carpintería porque varias veces US$20 no serán suficientes para reparar una puerta o cambiar una ventana.
Como todo es relativo, hay quien considera un logro que un jubilado, luego de toda una vida de trabajo, tenga que buscarse un empleo de parqueador, vendiendo dulces o arreglando zapatos.
Es un tema que me duele de cerca con un hermano con dos doctorados que no tendrá que volver a cocinar en un chiringuito cerca de su casa y se reincorporará a la docencia gracias a una nueva disposición por la que cobrará además de la jubilación, el salario de profesor con sus grados científicos. El televisor continuará roto, la ropa de cama deberá aguantar y la cocina seguirá esperando por una nueva meseta; un fin de semana en la playa o llevar a su nieto a un restauran tampoco entran en el nuevo presupuesto.
Hay quien no tiene quién le ayude con remesas mandadas por la familia que emigró, las verdaderas heroínas de la supervivencia nacional, pero quien no las recibe, se beneficia de ellas a través de la recirculación y este detalle que no se menciona cuando se cree vivir con US$20 al mes es la causa de que no haya un estallido de cazuelas en cualquier barriada modesta de nuestro país. Bueno, eso y el mercado negro y la corrupción con los que convivimos, ya sin capacidad de asombro.
Los avispados afirman que con los gravámenes impositivos y los salarios simbólicos se amortizan los subsidios.
Vivir con US$20 al mes es posible en Cuba. Pero vivir es algo más que alimentarse, implica el disfrute de mínimos placeres. Sobrevivir se puede hasta bajo un puente. Los años cruciales quedaron atrás y muchos ciudadanos como que necesitan certezas, las han encontrado fuera del control estatal o fuera del país.