París [AFP]. Desde cartas anónimas al simple rechazo, las enfermeras y otros trabajadores sanitarios en Francia denuncian que se están convirtiendo en blanco de sospechas y hasta de acoso por vecinos y pacientes que temen contraer la COVID-19.
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A algunos les han dicho que se vayan de casa o incluso peor. Y eso pese a que cada noche a las 20:00, el país sale a las ventanas para aplaudir a los que están en la primera línea de la batalla contra el nuevo coronavirus.
El primer ministro Edouard Philippe denunció el domingo las “palabras escandalosas” que se vierten contra los trabajadores sanitarios, a menudo en las redes sociales.
A Lucille, una enfermera de Vulaines-sur-Seine, sureste de París, el mensaje le llegó por carta anónima en el buzón de su casa la semana pasada, instándola a hacer las compras fuera de la ciudad y a dejar de pasear a su perro.
“Estoy furiosa”, dice Lucille, quien al igual que la mayoría de las enfermeras interrogadas, ha pedido que no se dé su apellido. “Estamos poniendo nuestras vidas en peligro para ayudar a los demás y ahora nos tratan como a leprosos”, lamenta.
“Quienquiera que haya escrito esto seguro que no toma las precauciones que tomo yo”, agrega, señalando que sus manos están “destrozadas” de tanto lavárselas.
“Trato de que no me afecte, pero es más fácil decirlo que hacerlo”.
Le envió la carta al alcalde, y este alertó a la fiscalía que ha abierto una investigación.
“Pese a que este tipo de incidentes siguen siendo raros, estoy impactado”, dice Patrick Chamboredon, presidente del Consejo Nacional que reúne a 700.000 enfermeras en Francia.
‘Enfadado y con miedo’
Thomas Demonchaux, un enfermero del norte de Francia, destaca “la desconfianza de algunos de sus vecinos” que se devanan pensando si deberían mantener las distancias.
“Incluso preguntan si he estado en contacto con pacientes de COVID-19, si me han hecho pruebas, o si estoy cansado”, dice.
Para Negete Bensaid, una enfermera en París que hace visitas a domicilio, dice que el miedo al contagio ha hecho que muchos pacientes se nieguen a que los visite, y algunos familiares incluso le han pedido que deje de trabajar.
“La gente se asusta cuando me ve venir. No se ponen a un metro de distancia, sino a 4 metros”, exclama.
Más allá del recelo, justificado o no, las enfermeras que hacen visitas en los domicilios de los pacientes también han sido blanco de desalmados que quieren robarle las mascarillas y el gel antibacteriano.
En la ciudad costera de La Rochelle (oeste), a Claire le robaron la semana pasada una treintena de mascarillas quirúrgicas que acababa de recibir.
“Estaba furibunda, pero también con miedo, parecía surrealista”, dice.
Desde entonces, “me guardo el identificador de enfermera y no dejo nada en el coche. Se ha convertido en una rutina, igual que cuando me pongo una mascarilla y me lavo las manos para proteger a mis pacientes”.
Sophie, una enfermera en Marsella (sur), también dice que “no se puede creer” que forzaran su auto y los ladrones se llevaron su identificador así como mascarillas y otros materiales protectores.
“Van a terminar asaltándonos”, dice. Algunos pacientes les piden que les hagan la compra, para que sus hijos eviten exponerse al virus.
“Simplemente siento que hay una falta de respeto. Ya he dejado de salir por la noche para escuchar los aplausos”, dice con amargura.