El llamado Día de los Inocentes comenzó como una celebración católica orientada a los “niños inocentes” que murieron en la matanza que ordenó el rey Herodes para deshacerse de Jesús.
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Cuando trascendió que “el Mesías” había nacido, el rey Herodes I el Grande -obsesionado por el poder y su miedo a perderlo- ordenó matar a todos los niños menores de dos años en su afán por acabar con ese niño al que veía como una amenaza.
De esta manera, Herodes rodeó la ciudad de Belén con su ejército pero, según se relata en la Biblia, un ángel advirtió a San José de lo que ocurría y pudieron huir a tiempo a Egipto.
Fue en la Edad Media cuando esta fiesta se popularizó. El cristianismo, ya en ese entonces una religión fortalecida en Europa, combinó esta tradición con el rito pagano de “La fiesta de los locos”, celebraba principalmente en Francia. La tradición era en honor al “asno” que utilizó Jesús de Nazaret cuando ingresó a la ciudad de Jerusalén, el Domingo de Ramos.
Con el paso de los siglos el sentido de esta fiesta cambió. Ahora tanto en España como Latinoamérica, principalmente en México, cada 28 de diciembre se acostumbra a hacerse bromas a los demás. En los países anglosajones el “Día de los Inocentes” se celebra el primero de abril, y se llama el “Día de las bromas”.