Para algunos se trata de “la central nuclear más peligrosa de Estados Unidos”. Para otros es una fuente vital de energía limpia que proporciona electricidad a más de tres millones de personas.
Hablamos de Diablo Canyon, la última planta nuclear que está en funcionamiento en California y que, más de cuatro décadas después del inicio de su construcción, sigue siendo fuente de polémica.
La más reciente controversia en torno a la planta -que está situada en una zona de alto potencial sísmico de la costa central californiana, a unos 15 kilómetros de la localidad de San Luis Obispo- se desató hace unas semanas.
La agencia de noticias AP hizo público un informe confidencial en el que se daba a entender que las actividades de la planta debían paralizarse.
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Michael Peck cree que las actividades de la planta deben paralizarse.
La razón: era necesario determinar si los dos reactores de la planta tienen la capacidad para soportar un temblor producido por alguna de las fallas geológicas cercanas a la central.
El informe, firmado por Michael Peck, quien hasta 2012 trabajó en Diablo Canyon como inspector de la Reguladora Nuclear de Estados Unidos (NRC, por sus siglas en inglés), no indicaba que la planta fuera insegura, pero señalaba que mantener los reactores en funcionamiento era “contrario a la presunción de seguridad nuclear”.
Rápidamente tanto la empresa que gestiona la planta, Pacific Gas and Electric Company (PG&E, por sus siglas en inglés), como la NRC negaron la veracidad del informe y reiteraron que “la central es segura” y que las preocupaciones expresadas por Michael Peck carecen de fundamento.
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En la zona en la que se levanta la central de Diablo Canyon hay varias fallas activas.
Pese ello, organizaciones como Friends of the Earth (Amigos de la Tierra), que han estado luchando en las últimas décadas para que Diablo Canyon sea cerrada, aseguraron que el informe de Peck es una muestra más de que la central es una “bomba de tiempo” que podría causar una catástrofe similar a la ocurrida en la planta japonesa de Fukushima en 2011.
AÑOS DE POLÉMICASLa construcción de los dos reactores de Diablo Canyon se inició en 1968 en medio de fuertes protestas por parte de numerosos grupos ambientalistas, que consideraban que levantar una central nuclear en una zona de alta actividad sísmica, situada a unos centenares de kilómetros de ciudades como Los Ángeles o San Francisco, era una locura.
Mientras las obras avanzaban a buen ritmo, se confirmó el hallazgo de la falla Hosgri, situada frente a la costa a poco más de 5 kilómetros de la planta y capaz de producir sismos de una magnitud de 7,5 grados.
La central estaba siendo construida para resistir un terremoto de 6,7 grados, por lo que los ingenieros de PG&E tuvieron que modificar su diseño.
Cuando los trabajos de reforzamiento sísmico terminaron, los responsables de la planta se dieron cuenta de que se habían interpretado los planos de manera equivocada, por lo que tuvieron que llevarse a cabo nuevas tareas de reforzamiento.
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El accidente en un reactor de la central de Three Mile Island en 1979 causó preocupación en California.
Al final, con los retrasos y modificaciones que sufrieron las obras, el costo de construcción de la central se multiplicó por diez, hasta alcanzar alrededor de US$5.500 millones, que acabarían siendo sufragados por los consumidores a través del incremento en el precio de la electricidad aplicado por PG&E.
NUEVA FALLA SÍSMICALas dudas sobre la capacidad de la central para hacer frente a un gran terremoto volvieron a aparecer en 2008, cuando se descubrió una nueva falla símica, bautizada como Shoreline y situada a tan sólo 600 metros de Diablo Canyon.
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El accidente de Fukushima hizo que algunos cuestionaran la validez de los estudios sísmicos realizados en el área donde se levanta la central de Diablo Canyon.
Sin embargo, los resultados de los últimos estudios sobre la falla Shoreline realizados por investigadores indican que la central podría soportar los mayores temblores que, según han calculado, puede causar esa falla.
Pese a ello, los que se oponen a que la planta siga operando consideran que el informe del inspector Michael Peck demuestra que esta no es segura y siguen presionando para que Diablo Canyon corra la misma suerte que San Onofre, la segunda central que estaba en funcionamiento en California y que fue cerrada en 2013.
“PELIGROSA”“Diablo Canyon es probablemente la planta nuclear más peligrosa en todo EE.UU”, asegura en conversación con BBC Mundo Damon Moglen, portavoz de la organización Friends of the Earth.
“Se encuentra en una zona sísmica muy activa y hoy en día sería imposible que las autoridades dieran permiso para construir ahí los reactores”, apunta Moglen.
El experto de Friends of the Earth cree que se está dando una situación similar a la ocurrida en Japón, “donde los reguladores no fueron lo suficientemente rigurosos con la industria y eso llevó al desastre de Fukushima”.
La opinión de Moglen obviamente no es compartida por los responsables de la operadora de la planta, PG&E, quienes reiteraron a BBC Mundo que “Diablo Canyon ha sido y es sísmicamente segura” y señalaron que la compañía ha actuado “apropiadamente en la evaluación de la falla Shoreline así como de otra información sísmica”.
LA SEGURIDAD, “UNA PRIORIDAD”Según Blair Jones, portavoz de PG&E, la seguridad “siempre ha sido una prioridad” de su compañía, por lo que Diablo Canyon fue construida “para soportar los terremotos potenciales más importantes que se pueden dar en la región”.
La posición de PG&E es sostenida por la NRC, cuya portavoz, Lara Uselding aseguró en conversación con BBC Mundo que Diablo Canyon “es segura”.
Según Uselding, expertos de la NRC junto con expertos independientes analizaron los estudios sísmicos realizados por PG&E y concluyeron que estos son rigurosos.
Preguntada sobre las denuncias de algunos grupos de que el organismo que representa tiene una relación demasiado cercana con las compañías que debe supervisar, Uselding aseguró que la NRC “es una agencia independiente que se preocupa por la seguridad del público y el medioambiente”.
PREDECIR TERREMOTOSEn medio de esta disputa entre las organizaciones ambientalistas y los responsables de gestionar Diablo Canyon, algunos expertos consideran que un factor importante a tener en cuenta sobre el riesgo sísmico en la planta es la dificultad que todavía existe predecir la magnitud de los terremotos.
Según Jeanne Hardebeck, experta del Servicio Geológico de Estados Unidos (USGS, por sus siglas en inglés), en el caso de Diablo Canyon “existe un desacuerdo sobre si la falla Shorline y la falla Hosgri pueden romperse al mismo tiempo”.
Se trata de un dato importante, ya que algunos geólogos creen que si se produjera un sismo por la ruptura de ambas fallas, la magnitud del temblor sería superior al temblor que se calculó para diseñar Diablo Canyon.
“En las últimas décadas hemos visto muchos terremotos que ocurren en varias fallas al mismo tiempo”, explicó Hardebeck en conversación con BBC Mundo.
“En Diablo Canyon se han utilizado modelos muy simples que sugieren que, pese a la complejidad del sistema de fallas de la zona, eso no podría suceder, aunque creo que son modelos demasiado simples y la tierra es muy compleja y debido a esa complejidad pueden suceder muchas cosas”.