Pese a la presión que la campaña electoral en Estados Unidos ha puesto sobre sus padres, Chelsea Clinton e Ivanka Trump aseguran que son buenas amigas.Seguir a @Mundo_ECpe !function(d,s,id){var js,fjs=d.getElementsByTagName(s)[0],p=/^http:/.test(d.location)?'http':'https';if(!d.getElementById(id)){js=d.createElement(s);js.id=id;js.src=p+'://platform.twitter.com/widgets.js';fjs.parentNode.insertBefore(js,fjs);}}(document, 'script', 'twitter-wjs');
Pero la vida de una de ellas está a punto de cambiar, no solo por la opción de mudarse a la Casa Blanca. El resultado del voto del 8 de noviembre también determinará quién de las dos asume un nuevo rol en el manejo de las finanzas de la familia.
Donald Trump anunció que, de resultar elegido, entregará el control de su imperio comercial a su hija Ivanka, para que lo administre junto a sus otros dos hijos, Don y Eric.
Si la carrera la gana Hillary Clinton, su intención es retirarse de la dirección de la fundación que lleva el apellido familiar y su marido Bill haría lo propio. Lo que significa que Chelsea, quien es actualmente la vicedirectora, asumiría las responsabilidades cotidianas en las operaciones de la organización.
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(Imagen: BBC Mundo)
Y los planes de ambos candidatos han estado bajo feroz escrutinio de los críticos, que señalan que involucran grandes conflictos de intereses.
Entonces, ¿cuáles son los riesgos de poner a sus hijas al frente? ¿Y por qué podrían salirse con la suya en este reacomodamiento del negocio familiar que inevitablemente ocurrirá, de uno u otro lado, tras las elecciones?
Confianza ciega
La respuesta a la segunda pregunta es simple: aunque los críticos denuncien conflictos de intereses, lo cierto es que no hay ninguna ley que impida a Donald Trump y Hillary Clinton llevar adelante sus planes de legar sus actividades comerciales a sus hijos.
Otros presidentes estadounidenses, desde Lyndon B. Johnson en adelante, han evitado toda sospecha de incorrección o deshonestidad mediante la creación de lo que conoce como un fideicomiso ciego. Esto significa que el presidente (o presidenta) cede su derecho a manejar personalmente su dinero para dejarlo en manos de fideicomisarios independientes.
En el caso de Johnson, su fideicomiso fue establecido en 1963, cuando asumió la presidencia tras el asesinato de John F. Kennedy. Él y su esposa, Lady Bird, eran dueños de un canal de TV en la ciudad de Austin, en el estado de Texas, y querían evitar conflictos de intereses y problemas regulatorios sin tener que desprenderse de la estación.
En 1978, la Ley de Ética en el Gobierno formalizó las reglas que aplican a los fideicomisos ciegos o blind trusts, pero dejó la decisión de si crear uno o no totalmente en manos del presidente.
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Ivanka y una “promesa de campaña”: su padre ha dicho que, junto a sus hermanos, tendrá un rol fundamental en la administración de la Organización Trump después del 8 de noviembre. (Foto: Reuters)
Trump ha hablado de poner su holding empresarial en un fideicomiso de este tipo, pero luego señaló que sus tres hijos mayores -Ivanka, entre ellos- estarían a cargo de la compañía: un arreglo que, de concretarse, no pasaría las pruebas básicas de independencia y transparencia de Estados Unidos.
“No sé si sería un fideicomiso ciego si Ivanka, Don y Eric están a cargo”, dijo el candidato republicano hace unos meses. “Si eso es un fideicomiso ciego, yo no sé”.
“Pero yo seguramente haría que mis chicos dirijan el negocio junto a mis ejecutivos y yo no me involucraría jamás”, anticipó.
En cualquier caso, incluso si Trump no controla sus activos de manera directa, nadie espera que vaya a olvidarse de cuáles son sus negocios, así que siempre seguirá siendo vulnerable ante las acusaciones de que sus decisiones políticas están diseñadas para favorecer sus intereses comerciales.
Donantes extranjeros
El cuadro de situación de los Clinton, en tanto, es bastante diferente pero no por ello menos complicado. Y está relacionado con la Fundación Clinton, creada en el 2001.
Los ex presidentes estadounidenses suelen dedicarse a labores de caridad una vez que dejan la Casa Blanca y varios han creado fundaciones para gestionarlas.
Bill Clinton, presidente entre 1993 y el 2001, no ha sido la excepción. Pero, claro, hasta ahora nunca se había dado el caso de un ex mandatario casado con un candidato presidencial, como ocurre ahora con el dúo Bill-Hillary.
Así que la fundación se ha vuelto un dolor de cabeza para quien aspira a ser la primera mujer al frente de Estados Unidos.
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Hillary pretende poner a su hija Chelsea al frente del día a día de la Fundación Clinton. (Foto: AFP)
Entre los donantes de la fundación se cuentan gobiernos extranjeros, como Arabia Saudí, Marruecos, Argelia o Qatar, así como poderosos hombres de negocios y compañías privadas.
Los críticos de los Clinton aseguran que estas donaciones, muchas de ellas hechas durante la gestión de Hillary al frente de la Secretaría de Estado, son intentos por influir en la política estadounidense.
Para estos oponentes, la llegada de su hija Chelsea al sillón mayor de la fundación si Hillary se convierte en presidenta no representa una solución aceptable.
Y reprueban el arreglo incluso si llegara a cumplirse lo prometido por la presidenta de la fundación, Donna Shalala: que muchos de los programas que llevan adelante se escindirán y pasarán a ser manejados por organizaciones no gubernamentales independientes, y que ya no aceptarán donaciones extranjeras.
Ingresos en la mira
Y hay otro gran palo en la rueda para los candidatos presidenciales: la Constitución de Estados Unidos tiene una disposición que podría hacerle la vida muy difícil a cualquiera de los dos.
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La Fundación Clinton ha recaudado más de US$2.000 millones desde su creación, en el 2001. (Foto: AP)
La cláusula sobre Emolumentos de la Constitución establece que “ningún título de nobleza será concedido por Estados Unidos y ninguna persona que ocupe un cargo remunerado o de confianza deberá, sin el consentimiento del Congreso, aceptar regalo, emolumento, empleo o título, de cualquier clase que sea, de cualquier rey, príncipe o estado extranjero”.
Es fácil ver cuál era la razón detrás de esta normativa. Tras haber creado una república y entronizado el ideal de igualdad, los padres fundadores quisieron evitar que Estados Unidos desarrollara una aristocracia o quedara en deuda con potencias extranjeras que pudieran socavar esos ideales.
Pero, a la vez, la cláusula estableció que nadie en un alto cargo público debía recibir ingresos del extranjero.
¿Cómo se lee esto en relación con la Fundación Clinton y su listado de donantes de otros países? Y más directamente, ¿aplica la norma a la Organización Trump, que tiene emprendimientos en bienes raíces y acuerdos para conseguir licencias que se extienden desde Ciudad de Panamá hasta Estambul?
En teoría, sí. En la práctica, probablemente las cuestiones se diriman según esa frase que es casi una muletilla en la política estadounidense: dependerá “del consentimiento del Congreso”.
Cualquier acuerdo con el extranjero o donativo que involucre a un presidente, vía la fundación de la candidata demócrata o el conglomerado de empresas de su rival republicano, fácilmente podría derivar en una investigación en el Congreso, por presuntas violaciones a la Constitución. Y si el monstruo echa a rodar, nada impide que el presidente en cuestión pudiera terminar incluso enfrentando un juicio político.
Ya sea para Chelsea o para Ivanka, la vida se volverá notoriamente más ajetreada después del 8 de noviembre. Pero, a menos que sus actividades queden realmente fuera de la órbita de control de sus padres, Hillary Clinton o Donald Trump deberán cuidarse y dar explicaciones sobre los arreglos que han anticipado para sus negocios familiares.