Bernie Sanders anunció esta semana su candidatura a las elecciones primarias del Partido Demócrata y, a diferencia del 2015 –en que la noticia tuvo escasa resonancia en los medios–, esta vez ocupó las primeras planas de los diarios y abrió los noticieros. El viejito pintoresco, ex precandidato independiente de los demócratas que perdió ante la poco carismática Hillary Clinton, se convirtió entretanto en el político más popular de Estados Unidos.
Hay que reconocer que el senador por Vermont es incansable. Desde el 2016, apenas terminadas las elecciones, inició un recorrido por el país profundo lejos de la mirada de los medios.
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Ese año publicó también un libro que se vendió como pan caliente: “Nuestra revolución, el combate continúa”, un recuento de sus propuestas políticas, entre las que destacan cobertura social para todos, salario mínimo de 15 dólares la hora y estudios universitarios gratuitos. Un discurso al que los demócratas le pusieron mala cara en el 2015, pero que ahora recogen como propio para recuperar a los electores que perdieron con la candidatura de Hillary.
Además de su libro y de sus incesantes viajes por el país, Bernie creó Our Revolution, una plataforma para recibir los donativos de sus partidarios y que ha logrado recaudar US$230 millones. También dirige un ‘think tank’ destinado a recoger nuevas propuestas encaminadas a revitalizar la democracia.
Bernie es un abuelito capaz de congregar multitudes, como si de una estrella de rock se tratara. “El actual inquilino de la Casa Blanca es una vergüenza para el país. Mentiroso patológico, racista, sexista, homófobo y xenófobo”, se encoleriza Sanders al recordar al multimillonario que sus compatriotas eligieron en vez de Hillary Clinton.
Sanders es popular hasta en los feudos de Trump, donde ningún demócrata osaría poner los pies, como en Virginia Occidental, donde logra que multitudes de mineros se desplacen para escucharlo decir que los problemas del país no provienen de los extranjeros, sino de la corrupción y la mala distribución de la riqueza. Y repite que es necesario modernizar las infraestructuras del país para crear empleo.Uno de los grandes escollos que deberá superar para presentarse como candidato es su avanzada edad: tendrá 79 años en noviembre del 2020 y por más que los ‘bernielovers’ elogien su estado físico, sería nueve años mayor que el más viejo presidente de Estados Unidos, su archirrival Donald Trump.
El que haya defendido con uñas y dientes su independencia reclamándose como un socialista y progresista radical que intenta cambiar el Partido Demócrata por dentro hace que sus partidarios perciban su candidatura como una verdadera causa. Las encuestas antes de las elecciones de medio mandato en el 2018 daban cuenta de que el electorado se identificaba más como independiente que como demócrata o republicano.
Si en algo se parecen Donald Trump y Bernie Sanders, es en que ambos han comprendido que el electorado actual, decepcionado de la política y de los políticos convencionales, se aleja cada vez más del centro para colocarse en los extremos. Y hacia ellos se dirigen.