La muerte de dos niños guatemaltecos en poco más de dos semanas generó fuertes dudas esta semana acerca de la capacidad de las autoridades fronterizas estadounidenses para cuidar a miles de menores migrantes que intentan ingresar a Estados Unidos (EE.UU.) con sus familias.
Un niño de 8 años identificado como Felipe Gómez Alonzo por las autoridades guatemaltecas murió la Nochebuena mientras estaba bajo custodia de las autoridades migratorias de Estados Unidos en un hospital de Nuevo México tras sufrir tos, vómitos y fiebre. Se está investigando la causa, al igual que el fallecimiento de otra menor guatemalteca, Jakelin Caal, de 7 años, el 8 de diciembre.
“Aquí hay un verdadero fracaso que todos necesitamos atender”, dijo la representante electa Veronica Escobar, elegida el mes pasado por el distrito de El Paso en el Congreso. “Necesitamos saber cuántos Jakelines y Felipes más ha habido”, agregó.
El sistema del gobierno federal para detener a los migrantes que cruzan ilegalmente enfrenta una intensa sobrecarga de trabajo. Las autoridades no indicaron cuántos niños tiene detenidos la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza (CBP, por sus siglas en inglés) en este momento, pero Estados Unidos está registrando un agudo incremento en la llegada de familias con menores.
Tras los fallecimientos, la secretaria de Seguridad Nacional, Kirstjen Nielsen, le pidió a la Guardia Costera que estudiara los programas médicos de la CBP y anunció una evaluación “más exhaustiva” de todos los niños que ingresan a la agencia para su cuidado.
Las autoridades fronterizas también dijeron que completaron exámenes de salud a casi todos los niños que están cuidando luego de la muerte de Felipe. No dieron a conocer los resultados.
Nielsen culpó “a un sistema que impide que los padres que traen a niños en un recorrido ilegal y peligroso enfrenten las consecuencias de sus actos”. El gobierno del presidente Donald Trump argumenta que debe detener a más gente para desalentar a otras familias centroamericanas de intentar emigrar.
Felipe estuvo detenido por las autoridades fronterizas estadounidenses durante una semana, y fue trasladado de una instalación a otra junto con su padre, señalaron las autoridades. El último lugar en el que el niño estuvo detenido -después de la primera de dos visitas al hospital el día que murió- fue un retén en una carretera en Nuevo México.
El padre de Felipe, Agustín Gómez, no detectó ninguna enfermedad en su hijo hasta el lunes, según el cónsul guatemalteco Óscar Padilla, quien habló con Gómez el miércoles. Felipe y su padre partieron de Guatemala el 14 de diciembre y fueron detenidos en la frontera de México con Estados Unidos cuatro días después, dijo Padilla.
Según sus propias normas, la CBP no debe detener a la gente más de 72 horas antes de entregarla a otras agencias gubernamentales responsables de las detenciones a largo plazo. Las instalaciones de la CBP suelen ser espartanas, con alimentos, agua y mantas, pero frecuentemente sin profesionales médicos, profesores o algunos de los otros recursos que ofrecen los centros de detención a largo plazo.
En forma similar, Jakelin estuvo detenida en primera instancia con su padre en una pequeña oficina en un área rural de Nuevo México sin agua corriente, según los demócratas que visitaron esa instalación tras el fallecimiento de la niña.
El representante demócrata Henry Cuellar, miembro de una subcomisión crucial que supervisa el financiamiento para la frontera, dijo que ha presionado para que se financien más alternativas a la detención, tales como el uso de tobilleras de rastreo, las cuales se le podrían haber colocado al padre de Felipe.
Dijo que el gobierno de Trump tiene como prioridad la construcción de un muro fronterizo -tema que provocó un cierre parcial del gobierno- en lugar de invertir en los retenes de la CBP, que desde hace tiempo requieren atención.
“No están equipados para mantener a la gente detenida por mucho tiempo”, dijo Cuellar. “El muro requiere tanto dinero que es difícil atender algunos de los otros problemas. Quisiera que el gobierno comprendiera eso”, agregó.
La CBP dijo que está analizando todas las opciones disponibles para aliviar la sobrecarga de trabajo en el sector de El Paso, donde fueron aprehendidos Felipe y su padre. Indicó también que se ha puesto en contacto con otras agencias gubernamentales para “incrementar la asistencia médica”.
Kevin McAleenan, comisionado de la CBP, dijo que su agencia cuenta con más de 1.500 técnicos de emergencia médica en su planilla de personal y que los agentes llevan a docenas de niños enfermos a los hospitales a diario.
“Esto es algo extraordinariamente inusual”, le dijo McAleenan a la cadena CBS con respecto a la muerte de los dos niños. “Ha pasado más de una década desde que se nos había muerto un niño durante su procesamiento en la CBP, por lo que esto es devastador para nosotros”.
No es algo fuera de lo común que las familias en El Paso en estos días pasen más de una semana en celdas, de la misma forma en que lo hicieron Felipe y su padre, dijo Ruben Garcia, director del albergue Annunciation House en El Paso.
Esos problemas ya existían antes del gobierno de Trump. Durante un periodo de incremento en la llegada de inmigrantes no autorizados en 2014, algunas familias fueron detenidas en celdas hasta por 20 días antes de ser liberadas, señaló Garcia.
El inspector general del Departamento de Seguridad Nacional examinó nueve centros de detención de la CBP a principios de año. En un informe en septiembre, el funcionario dijo que las instalaciones cumplían con los estándares de la CBP y que la gente tenía acceso a alimentos y agua, inodoros y lavabos, y artículos de higiene, “con la excepción de que las salas de detención no estaban siempre limpias”.
Sólo tres de las nueve instalaciones tenían “personal médico entrenado para efectuar revisiones médicas y proporcionar tratamiento médico básico”, se afirma en el informe. Y solamente en cuatro instalaciones había duchas para los menores que viajaban sin acompañante adulto.
Felipe y su padre fueron trasladados a dos de las instalaciones que el inspector general examinó: primero al centro de procesamiento en el puerto de ingreso Paso del Norte, y después a la oficina de la Patrulla Fronteriza en El Paso.
Pero justo después de la 1 de la madrugada del domingo, ambos fueron transportados 145 kilómetros (90 millas) hasta la oficina de la Patrulla Fronteriza en Alamogordo, Nuevo México. La CBP dijo que los trasladó debido a que en El Paso “ya se había alcanzado la máxima capacidad”. Al día siguiente, un agente fronterizo se percató de que Felipe estaba tosiendo y tenía “ojos vidriosos”, y lo envió al hospital, señaló la CBP.
“No se me ocurre ninguna razón lógica para que ocurriera eso, que los niños más vulnerables fueran enviados a un área remota”, señaló la representante Escobar.
Según estadísticas de la CBP, los agentes fronterizos detuvieron a 5.283 niños no acompañados por un padre tan solo en noviembre. Ese mismo mes, los agentes también aprehendieron 25.172 “unidades familiares” -padres junto con sus hijos-. Son las cifras más altas para este año.
Los niños que arriban sin compañía de sus padres deben ser trasladados a instalaciones para detenciones a largo plazo operadas por el Departamento de Salud y Servicios Humanos (HHS, por sus siglas en inglés).
Pero el sistema del HHS también está sobrecargado. La AP reportó este mes que el departamento tenía detenidos a 14.300 niños, la mayoría en instalaciones con más de 100 menores.
Fuente: AP