Decidió morir en la silla eléctrica, aunque las autoridades habían determinado que moriría por una inyección letal.
David Earl Miller, un preso del estado de Tennessee (Estados Unidos) fue electrocutado el jueves luego de pasar 36 años en el corredor de la muerte, confirmó el Departamento de Correccionales de ese estado.
Esa fue su voluntad al alegar que una inyección letal -el principal método de ejecución del estado- implicaría mucho sufrimiento.
La mujer que fue testigo de 300 ejecuciones
Miller se encuentra entre un número cada vez mayor de reclusos que intentan evitar la inyección luego de varias ejecuciones prolongadas y dolorosas.
Tanto él como Edmund Zagorski -otro hombre que fue electrocutado en la silla en noviembre por las mismas razones- pudieron elegir otra forma de morir, pues en Tennessee los reclusos cuyos delitos se cometieron antes de 1999 tienen esa opción.
Miller fue sentenciado a muerte por el asesinato de una joven de 23 años con enfermedad mental, en 1981.
¿Por qué la inyección letal es tan controvertida?
Miller, de 61 años, y Zagorski, de 63, argumentaron en el tribunal que la inyección letal a base de midazolam usada por Tennessee llevaría a una muerte lenta y dolorosa.
El fármaco ha causado gran controversia en el país y sus críticos dicen que no es efectivo a la hora de evitar que los condenados sientan dolor durante la ejecución.
Al midazolam se le han atribuido ejecuciones problemáticas en al menos 7 estados del país, donde los condenados han tardado en morir y, antes de hacerlo, han dado visibles muestras de sufrimiento.
Organizaciones como la Unión Estadounidense por las Libertades Civiles ha cuestionado su uso, mientras que los defensores de la inyección letal siguen argumentando que el proceso es indoloro.
El protocolo para la inyección letal en Tennessee, como en la mayoría de los estados con pena de muerte, implica un cóctel de tres drogas.
La primera, el tiopental sódico o pentobarbital, pone a la persona a dormir. La segunda provoca una parálisis y la tercera detiene el corazón.
Pero en los últimos años Estados Unidos ha enfrentado un faltante del primero de los tres fármacos, pues las compañías fabricantes se niegan a que este producto sea usado para la pena capital.
Es por eso que algunos estados, como Tennessee, han recurrido al midazolam como alternativa.
Tras la muerte de Irick, en septiembre, un médico aseguró ante un tribunal de Tennesse que el preso había experimentado un dolor similar a la tortura durante su ejecución.
El médico argumentó que aunque el midazolam sedó al preso, no le impidió sentir los efectos de los otros dos medicamentos inyectados como parte de la ejecución.
“Inconstitucional”
Miller es uno de los cuatro presos condenados a muerte que han preferido incluso los pelotones de fusilamiento antes que la inyección o la silla, y han presentado peticiones formales a Tennessee para solicitarlo, según el diario local The Tennesseanean.
En el estado vecino de Alabama, más de 50 reclusos han preferido ser ejecutados en la cámara de gas nitrógeno en lugar de recibir una inyección letal, cuando se les comenzó a dar esa opción a principios de este año.
La electrocución ya no es el principal método de ejecución en ningún estado de Estados Unidos, aunque sí lo fue durante el siglo XX.
Los tribunales de Georgia y Nebraska, por ejemplo, han declarado “inconstitucional” este método.
La ejecución por ahorcamiento fue la forma más común de pena capital en Estados Unidos hasta la década de 1890.
En 1982, la primera ejecución por inyección letal fue llevada a cabo por el estado de Texas, después de lo cual gradualmente reemplazó la silla eléctrica en todo el país.