Hace 50 años la voz radical de Malcolm X fue apagada por la pólvora. El negro que luchaba por los derechos de los negros tenía demasiados enemigos: El gobierno, preocupado por su activismo urticante; los blancos, opuestos a sus pretensiones segregacionistas; la Nación del Islam, dolida por su abandono repentino, y muchos afroamericanos, que no comulgaban con su discurso incendiario.
El 21 de febrero de 1965, durante un encuentro con sus simpatizantes –unos 500 según indican las noticias de archivo-, el líder afroamericano sucumbe ante varios disparos. El Comercio lo informa en su edición del día siguiente: “Malcolm X, el dirigente segregacionista negro, falleció en un hospital local, a raíz de las heridas de bala que recibiera poco antes, durante la realización de un mitin en el barrio de Harlem”.
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