Washington. En ocasiones, el ahogamiento simulado ponía histérico al sospechoso de Al Qaeda Abu Zubaydah. Pero después, un mensaje al cuartel general de la CIA indicó que un interrogador solo levantó una ceja e hizo chasquear los dedos, haciendo que Zubaydah “(caminara) despacio hacia la tabla” para tumbarse.Seguir a @Mundo_ECpe!function(d,s,id){var js,fjs=d.getElementsByTagName(s)[0],p=/^http:/.test(d.location)?'http':'https';if(!d.getElementById(id)){js=d.createElement(s);js.id=id;js.src=p+'://platform.twitter.com/widgets.js';fjs.parentNode.insertBefore(js,fjs);}}(document, 'script', 'twitter-wjs');
El informe del Senado sobre torturas publicado este mes describe cómo el duro programa de interrogatorios de la CIA intentaba hacer de los detenidos pasivos e incapaces de resistirse, empleando técnicas como privación de sueño, situaciones de estrés o ahogamiento simulado, para provocar un estado que los psicólogos llaman “indefensión aprendida”. “Dócil”, era la descripción que hacía el interrogador de Zubaydah.
Al margen del nombre, los especialistas dicen que claramente el cerebro puede condicionarse por un miedo y un estrés extremos, pese a las afirmaciones de la CIA de que sus métodos no causaron ningún daño permanente físico o mental.
En ese informe del Senado hay “dramáticos ejemplos que claramente indican que las personas van a sufrir daños psicológicos durante mucho tiempo”, dijo el doctor Vincent Iacopino, asesor de la organización sin ánimo de lucro Médicos por los Derechos Humanos, que atiende desde hace tiempo a sobrevivientes de la tortura en todo el mundo.
Entre los efectos, el experto mencionó síndrome de estrés postraumático, otros trastornos de ansiedad, depresión y cambios de personalidad duraderos.
¿Qué ocurre en el cerebro? Hay indicios de estudios sobre aspectos como la formación de la memoria y el estrés —no de la tortura— en animales. Por ejemplo, reiteradas experiencias moderadamente estresantes como limitar los movimientos de una rata durante un periodo de tiempo pueden alterar físicamente las estructuras que controlan el miedo y la ansiedad, indicó el neurólogo Bruce McEwen, de la Universidad de Rockefeller.
Aunque algunos cambios son reversibles, “el cerebro nunca es el de antes”, dijo McEwen, que estudia los efectos del estrés crónico.
De hecho, un volumen suficiente de trauma y estrés puede dañar los sistemas de memoria, explicó. Reflexionando sobre las noticias aparecidas sobre la tortura, dijo que “es un poco contraproducente” cuando se intenta de que la gente recuerde cosas.
El concepto de indefensión aprendida deriva de experimentos a finales de la década de 1960 que influyeron en la investigación sobre depresión: a varios perros se les aplicaron choques eléctricos leves que no podían evitar. Cuando se les ponía en una caja dividida en la que podían escapar de los calambres saltando al otro lado, no lo intentaban. Estaban condicionados para aceptar su destino.
El informe del Senado sobre interrogatorios a sospechosos de terroristas describe ese estudio como un modelo para los dos psicólogos contratados que ayudaron a diseñar el programa.
La tortura física también puede afectar al cerebro. Pero por sí misma, la “tortura psicológica socava la misma capacidad de pensar, y no deja ninguna marca”, dijo el psicólogo Steven Reisner, cofundador del Consejo para la Piscología Ética, que ha criticado la participación de personal médico en los interrogatorios.
Incluso unos pocos días de privación de sueño enturbian la mente, señaló, mientras que la privación sensorial puede llevar a alucinaciones y otros síntomas de psicosis.
La humillación agrava la sensación de pérdida de control. Las posiciones de estrés, como las manos esposadas sobre la cabeza, implican que un cambio puede traer dolor o castigo, hasta que “la mente empieza a volverse contra sí misma, culpándose por no seguir exactamente la orden del torturador”, indicó Reisner.
Estudios en animales muestran que las sustancias químicas liberadas en el pico emocional ayudan a que una experiencia traumática arraigue, explicó el neurólogo Joseph LeDoux, de la Universidad de Nueva York. La amígdala, el detector de amenazas del cerebro, absorbe esos detalles de modo que después, algo en el ambiente puede activar una alarma de forma inconsciente —por ejemplo un coche que se cala y recuerda a un disparo— y causar de nuevo la ansiedad.
Al mismo tiempo, el estrés crónico puede reducir zonas del cerebro relacionadas con la memoria y la atención que suelen moderar las respuestas al miedo, añadió McEwen, complicando que la persona ponga en contexto ese sonido del coche y pueda calmarse.
“Esta clase de problemas de salud pueden prolongarse años y años”, dijo el doctor Allen Kelles, director del Programa para Sobrevivientes de Tortura de la NYU/ Hospital de Bellevue, que dijo haber evaluado a algunos sospechosos de terrorismo que fueron liberados.
Los sobrevivientes deben sentirse lo bastante seguros como para pedir atención de salud mental.
“No podemos hacer nada para deshacer lo que ocurrió, pero hay mucho que podemos hacer para ayudar a los individuos a reconstruir sus vidas”, dijo.
Fuente: AP