“¡O nos dan el gobierno o iremos a Roma a tomarlo!”.
Con estas palabras, pronunciadas el 24 de octubre de 1922 en la napolitana plaza del Plebiscito, Benito Mussolini llamó a sus seguidores, muchos de ellos armados, a lanzarse sobre la capital italiana y presionar al entonces rey Víctor Manuel III, para que le entregara las riendas del gobierno.
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Ello incluso aunque su Partido Nacional Fascista (PNF) era una fuerza marginal en el Parlamento, donde apenas tenía 35 de los 535 diputados.
Pese a la gravedad de la amenazas, pocos se las tomaron en serio y para sorpresa incluso de sus propios seguidores, el periodista y antiguo socialista revolucionario, alcanzó su objetivo e instaló el primer régimen fascista de la historia.
Fue un éxito que terminaría teniendo graves consecuencias no solo para el país trasalpino, sino también para el resto de Europa y el mundo en los años siguientes.
A punto de conmemorarse 100 años de estos acontecimientos, BBC Mundo conversó con historiadores, politólogos y analistas para ahondar en lo ocurrido.
La llamada “Marcha sobre Roma” fue una operación liderada por Mussolini para hacerse con el poder, por la vía insurreccional.
La movilización tuvo lugar entre el 27 y 28 de octubre de 1922, cuando decenas de milicianos fascistas, conocidos como “camisas negras” por sus uniformes, comenzaron a tomar ciudades y pueblos del norte y centro de Italia, deponiendo a sus autoridades legítimas y asaltando guarniciones militares y policiales.
Tras hacerse con el control de localidades como Pisa, Florencia y Cremonara, en algunos casos de manera incruenta, los “camisas negras” -armados con bayonetas arrebatadas a las fuerzas del orden, pero en su mayoría con escopetas, pistolas o palos- pusieron rumbo hacia Roma.
En la capital, el entonces primer ministro Luigi Facta ordenó al Ejército y a la policía impedir el ingreso de las hordas de Mussolini “por cualquier medio”. Y el día 28 le presentó al rey un decreto, mediante el cual se declaraba el estado de sitio, lo cual permitiría detener a los insurrectos.
Sin embargo, el monarca no firmó el documento y en respuesta a la negativa Facta renunció.
Un día después Víctor Manuel III le entregó el gobierno al líder los sublevados, quien de entrada lo rechazó por las condiciones impuestas por el soberano de compartir el poder con sectores más moderados. El rey desistió y Mussolini, quien estaba en Milán, viajó para a Roma para aceptar la oferta.
Pese conseguir su cometido, los fascistas terminaron ingresando en la “ciudad eterna” y el día 31 desfilaron por el Palacio Quirinal, entonces residencia real.
“Uno de los mitos centrales del fascismo fue su asalto al poder en octubre de 1922. En realidad el poder les fue entregado en bandeja”, explica a BBC Mundo el historiador Álvaro Lozano.
Lozano, quien es el autor del libro “Mussolini y el fascismo italiano”, asegura que la marcha estuvo lejos de ser la epopeya que sus acólitos han presentado desde entonces.
“Tras días de torrenciales lluvias sobre Roma, sus miembros no se asemejaban a las legiones de César con las que soñaba Mussolini”, cuenta.
“Desde una perspectiva militar la marcha fue una operación mal planificada. Los 12.000 hombres de la 16 División de Infantería del Ejército podían haber acabado con los fascistas sin mayor dificultad. La marcha se produjo entre el caos y la desorganización (...) fue una jugada de póker que le salió bien a Mussolini”, explica el historiador.
Un factor que favoreció a los insurrectos fue la descoordinación de las autoridades, pues, salvo algunas excepciones, las fuerzas de seguridad no actuaron contra los alzados.
En 1919, Mussolini fundó los Fasci Italini di Combatitimento (Fascios Italianos de Combate), una organización formada por veteranos de la I Guerra Mundial.
Aunque originalmente el movimiento defendía el republicanismo, la participación de los trabajadores en la gestión industrial o las expropiaciones a las organizaciones religiosas, los malos resultados que cosecharon en las urnas les hicieron dar un giro.
Así abrazaron el nacionalismo y comenzaron a ejercer una oposición radical a socialismo, lo cual les hizo ganar adeptos entre el empresariado, el Ejército y los sectores más conservadores.
“Hacia mediados de 1922 Italia se hallaba al borde del colapso como consecuencia del hundimiento de la economía”, narra Lozano.
El experto dice que “para finales de julio de 1922, los sindicatos socialistas convocaron una huelga general para forzar al gobierno a actuar contra los fascistas. Mussolini aprovechó la oportunidad para demostrar que la izquierda suponía una seria amenaza y que solo el fascismo era capaz de hacerle frente”.
“Los fascistas tomaron el control del transporte público y se aseguraron de que el servicio postal siguiese funcionando. Si los huelguistas protestaban los golpeaban con brutalidad (…) Mussolini pudo presentarse como el garante de la ley y el orden”..
Por su parte, el economista venezolano Humberto García Larralde, autor del libro “El fascismo del siglo XXI: la amenaza totalitaria del proyecto político de Hugo Chávez”, agrega otro elemento para explicar el auge de este movimiento: las secuelas de la I Guerra Mundial.
“Italia estaba del lado de los vencedores, pero no recibió los territorios adicionales que se esperaba de parte de los aliados y eso hizo que amplios sectores de la sociedad se sintieran como parte de los derrotados”, explica.
Pero si lo anterior no fuera suficiente, el Mussolini dirigente también renegó del sistema democrático vigente en Italia.
“El fascismo no es una reunión de políticos, sino de guerreros (…) somos una formación de combate que se afianza por medio de tiros, incendios y destrucciones”, advirtió en septiembre de 1922 quien luego sería conocido como “Il Duce” (el líder o caudillo).
Con estos antecedentes, ¿por qué el rey no declaró el estado de sitio y recurrió al Ejército para frenar a Mussolini? Para Lozano los motivos pudieron ser múltiples.
“Dado que los principales políticos parecían aceptar que Mussolini entrase en el gobierno, el rey pensó que no tenía mucho sentido resistirse”, explica.
Seguidamente el historiador recuerda que en el Ejército había muchos simpatizantes fascistas y “que no era fiable en caso de crisis”. Y, por último, agrega que “el rey pudo temer que su primo, el duque de Aosta (Manuel Filiberto), que simpatizaba con el fascismo, pudiera ser considerado como candidato al trono”.
“Evitar derramamiento de sangre”, fue la explicación que en 1945 dio el monarca a unos senadores, asegura el historiador Emilio Gentile,en su libro “El fascismo y la marcha sobre Roma: el nacimiento de un régimen”.
“Las autoridades aseguraban que los fascistas armados llegados a Roma eran 100 mil”, dijo el monarca, según el experto.
La decisión del rey no solo supondría el fin de la endeble democracia italiana, sino también de la monarquía que pretendía proteger.
La victoria de Giorgia Meloni en las elecciones generales italianas de hace unos días ha vuelto a colocar sobre el tapete al fascismo. ¿La razón? La política es la líder de Hermanos de Italia, surgido de la reconversión del Movimiento Social Italiano de Derecha Nacional (MSI), el cual fue creado por ex simpatizantes de Mussolini.
Sin embargo, los expertos creen que no hay motivos para alarmarse.
“La relación de Meloni con Mussolini está mediada por la nostalgia (…) A pesar de la retórica dominante de retorno de la extrema derecha, no existen las condiciones para un retorno a la dictadura fascista”, explica a BBC Mundo el analista italiano Alejandro Alemanno, profesor de Derecho Comunitario en la escuela de estudios económicos HEC de París (Francia).
“Hay elementos que sugieren una rápida erosión de las infraestructuras democráticas similares a las que existían hace un siglo cuando el nazifascismo encontró un terreno fértil en Europa. Sin embargo, el mundo de hoy está lejos de ser una sociedad vigilada: hoy en día existen muchos más controles y equilibrios, tanto dentro como fuera del gobierno, con una sociedad civil tecnológicamente empoderada que responsabiliza a los gobiernos”, agrega.
Por su parte, Lozano advierte que el fascismo es una ideología que “se resiste a morir”, porque “cuenta con un fuerte atractivo como vía intermedia entre el comunismo y el capitalismo y atrae a votantes desencantados con los políticos tradicionales”.
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