Sin duda, Adolf Hitler, líder de la Alemania nacionalsocialista que dominó gran parte de Europa durante la Segunda Guerra Mundial, es uno de los personajes más importantes y controversiales de la historia reciente de la humanidad.
Se ha hablado mucho sobre la figura del antiguo militar alemán, desde los actos del país teutón que quedaron tatuados en la memoria colectiva -que han significado prejuicios hacia los germanos hasta nuestros días- e incluso la vida privada del famoso comandante.
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Detrás del Holocausto judío, la invasión conjunta que hizo con la Unión Soviética a Polonia, su relación con Benito Mussolini y Francisco Franco; y su carisma ante las masas, se ocultó un hombre con gustos particulares que muchos asumen como ajenos para una persona con un temperamento villanesco como él.
Una de las particularidades de Hitler era su amor por los perros, específicamente los pastores alemanes. Para el Führer (líder o jefe en alemán), esta raza canina representaba los principios simbólicos del nacionalsocialismo: la lealtad, el carácter y la capacidad de trabajar de forma más eficiente a comparación de las demás especies. Este último aspecto sirvió como metáfora para dar fuerza a sus discursos con apología al racismo.
Primera guerra, primera mascota
La historia de Adolf Hitler y sus mascotas comenzó tiempo atrás, más precisamente en la Primera Guerra Mundial, en la cual participó como soldado.
En ese conflicto bélico, el entonces combatiente del imperio alemán conoció a su primera mascota: un perrito callejero al que nombró Foxl. Este can fue su compañero más cercano durante el conflicto, debido a que era la única salida de Hitler de la violencia recurrente en el campo de batalla.
En sus pocos tiempos libres, se dedicó a jugar con él, enseñarle trucos, e incluso a hablar, lo que le ayudó a aliviar sus inseguridades con otros seres vivos, pues Adolf era una persona que no le gustaba tener muchos amigos, a pesar de estar rodeado de compañeros durante la ‘Gran Guerra’.
No obstante, la historia tendría un final triste: el perro se extravió en una estación de trenes, para así nunca más volver. Hitler, ante la frustración, les echó la culpa a sus compañeros de escuadrón, pues creyó que ellos se lo escondieron
El regalo de la postguerra
Ya terminada la Primera Guerra Mundial, Hitler se encontraba en una difícil situación económica, por lo que permaneció en el casi diezmado ejército alemán hasta 1920. Pese a esto, la miseria seguía respirándole en la nuca, y en medio del desespero adoptó una nueva mascota.
Se trató de Prinz, su primer pastor alemán. Este fue el perro que empezó a inspirarlo para su filosofía y proyecto de nación. Nunca lo abandonó, pese a que a veces Adolf no tenía para mantenerlo. Incluso, luego de darlo en adopción, el perro volvió a su regazo, como asegura la revista estadounidense ‘National Geographic’.
Prinz sería su fiel acompañante en su ascenso dentro del Partido Obrero Alemán, que luego pasó a llamarse Partido Nacional Socialista Obrero Alemán, todo en medio de la época de crisis en la nación teutona llamada ‘La República de Weimar’.
Blondie: la favorita sobre su esposa
Luego de más de una década ascendiendo en el nuevo partido nacionalsocialista, Adolf Hitler por fin tomó el poder en Alemania en 1933, por lo que procedió a fundar un nuevo estado, eliminando el sistema monárquico para así fundar una república.
En medio de todos esos acontecimientos, adoptó una nueva perrita, la cual también era un pastor alemán, y de lejos la mascota preferida que tuvo. La llamó Blondie, aquella que sería su compañera desde su llegada al poder hasta el fin de la Segunda Guerra Mundial.
En ese momento, Hitler estaba casado con Eva Braun, a quien conoció en 1929. Sin embargo, allegados al entonces canciller alemán comentaban que había una preferencia del líder del nazismo con su perrita sobre su propia esposa.
Cuando había reuniones en la casa de retiro del Führer en los Alpes bávaros, él se dedicaba a alardear sobre su mascota, pues para él, la raza a la que Blondie pertenecía representaba todo lo que soñaba que fuera Alemania.
Existen numerosos registros fotográficos del canciller alemán acompañado de su esposa y su perra. Sin duda, era evidente la relación estrecha que tenía amo y mascota, la cual perduró hasta sus últimos días de vida.
El fin de Adolf, Blondie y el nazismo
Era 1945, y los aliados, encabezados por Estados Unidos, el Reino Unido, y la Unión Soviética, llegaron a Berlín con un solo objetivo: derrotar al nazismo de una buena vez y para siempre.
En ese momento, Hitler se encontraba en el búnker de la cancillería ultimando los detalles para quitarse la vida. Estaba acompañado de su familia y toda su comitiva. Obviamente, el líder de la nación que estaba de rodillas ante los aliados tenía al lado a su perrita y sus cachorros.
Por orden expresa, uno de los médicos personales de Hitler preparó unas cápsulas de cianuro para su posterior consumo por parte del canciller y su esposa. No obstante, el propio amo de Blondie decidió utilizar a su mascota como sujeto de pruebas de dicha pastilla.
Toda esta logística tuvo un propósito: el líder no quería que los aliados los atraparan vivos a modo de trofeos de guerra.
Luego de un forcejeo con la perrita para que se comiera la píldora, Blondie finalmente falleció en los pies de su amo. La fórmula funcionó, pero el costo sentimental fue muy alto para el Führer, quien ya tenía una salud mental muy deteriorada.
Finalmente, Adolf Hitler y Eva Braun se quitaron la vida en el búnker de la cancillería alemana el 30 de abril de 1945, gracias a las píldoras de cianuro, acompañadas por un tiro en la cabeza, lo que significó el fin de la Alemania nacionalsocialista. El paradero de sus cuerpos se desconoce hasta nuestros días.
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