Los refugiados árabes que llegaron a Berlín desde 2015 están siendo reclutados por bandas criminales de origen libanés, un fenómeno que preocupa cada vez más a las autoridades alemanas, criticadas por subestimar a unos grupos veces violentos.
Estas organizaciones familiares criminales “intentan que otros les hagan el trabajo sucio”, como la venta de drogas o pequeños robos, explica Benjamin Jendro, del sindicato de policía GDP.
Muchos de estos refugiados son “hombres que llegaron solos en Alemania” y “que no tienen antecedentes judiciales. Así que, si son detenidos, seguramente no los encarcelarán”, añade.
Más de un millón de refugiados, la mayoría de ellos sirios, iraquíes o afganos, llegaron a Alemania desde 2015, sin tener buenos conocimientos de alemán y ahora tienen muchas dificultades para encontrar un empleo.
Los clanes delictivos libaneses, que también llegaron hace tres décadas a Alemania sin dinero, intentan ahora reclutar a estos solicitantes de asilo.
“Son sobre todo los hombres jóvenes y fuertes físicamente los que están en el punto de mira de las bandas”, explica un agente bajo anonimato en declaraciones al diario alemán Die Welt.
Los “clanes árabes”, como los llama la prensa alemana, se caracterizan por su astucia, llevando a cabo robos temerarios o asesinatos por encargo. Las portadas de la prensa alemana suelen hacerse eco de sus delitos.
”Digno de la mafia“Unas 2.000 personas, la mayoría de ellos hombres, se reunieron el 13 de septiembre en un cementerio en Berlín para asistir al entierro de Nidal Rabih, un delincuente reincidente de 36 años que había muerto el domingo anterior tras recibir ocho disparos en un parque muy frecuentado de la capital alemana.
Unos 150 policías fueron desplegados para esta ceremonia, cuyas imágenes parecían “dignas de una película sobre la mafia”, afirmó el semanario Stern.Nacido en Líbano, pero de origen palestino, Rabih era una de las figuras carismáticas de estos grupos que “reinan” en el mundo del hampa en Berlín. Cuentan con centenares de miembros y actúan como organizaciones criminales potentes y adineradas, capaces de pagarse los mejores abogados.
Estas familias llegaron a Alemania a finales de los setenta tras el estallido de la guerra civil en Líbano. Entonces no se aplicaban políticas de integración en Alemania.De origen palestino o miembros de una minoría turca arabófona que se refugió en Líbano, muchos de ellos eran considerados apátridas y no obtuvieron un permiso de trabajo.
“No tuvieron acceso a la educación ni al trabajo”, explica el islamólogo Mathias Rohe, quien recuerda que estos factores favorecen la delincuencia. Rohe también hace referencia a sus “estructuras patriarcales muy cerradas”.
Una docena de familiasSegún la policía, estos clanes están formados por una docena de familias que controlan una parte del tráfico de drogas y de las redes de prostitución en Berlín. Actúan básicamente en barrios del oeste de la capital alemana y evitan enfrentarse a las mafias rivales, como la rusa, la chechena o la vietnamita.
Debido a su implicación en enfrentamientos violentos, a su gusto por los coches de lujo y a su actitud ostentosa, estos grupos aparecieron en repetidas ocasiones en la prensa alemana, haciéndose más mediáticos que la mafia rusa, la turca o la calabresa, que suele resolver sus diferendos de forma más discreta.Los “clanes árabes” llamaron la atención de los medios alemanes en marzo de 2017 tras el robo de noche de una pieza de oro de 100 kilos, valorada en unos 3,9 millones de dólares, en el prestigioso Bode Museum de Berlín.
Delincuentes de otro de los “clanes árabes” también atracaron un gran almacén en el que se hicieron con un botín de más de 910.000 dólares en relojes y joyas.
Según los expertos, si estos grupos pudieron actuar con tanta facilidad, fue porque las autoridades actuaron con negligencia por miedo a “ser acusadas de racistas”. “Por no querer estigmatizar y discriminar a algunas minorías, está prohibido hablar de clanes étnicos”, lamenta Ralph Ghadban, un investigador de origen libanés autor de un libro sobre este tema.
Fuente: AFP