Madrid (DPA) Para hacer el anuncio de su abdicación, el rey Juan Carlos esperó a que el avión de su hijo aterrizara en Madrid. El futuro rey de España regresaba de América Latina, de la toma de posesión del nuevo presidente de El Salvador.
Es solo una anécdota, pero ilustra la estrecha relación de Felipe con la región latinoamericana, que fue también uno de los principales focos internacionales en el reinado de su padre.
El nuevo rey de España conoce a todos los mandatarios latinoamericanos, y eso que algunos ni siquiera se conocen entre sí.
Y es que desde 1996 asiste a las tomas de posesión de los presidentes de la región. La de El Salvador, de la que regresaba el día que su padre anunció su renuncia, era la número 69. Ha visitado oficialmente todos los países latinoamericanos excepto Cuba.
“Conoce a Latinoamérica como pocos”, escribía hace poco en el diario español “El País” el ex presidente de Uruguay Julio María Sanguinetti. “Nos conoce a todos. Sabemos de su interés por lo que aquí ocurre. Tenemos clara su sólida formación y apreciamos su talante abierto y comunicativo”.
Cuando ha viajado a esas tomas de posesión no se ha limitado a participar en ellas. Siempre ha procurado reunirse con el presidente saliente y con el entrante y también con representantes de la sociedad civil.
Su prestigio allí es grande. La aclamación que le otorgaron en noviembre junto a Letizia los poderosos de la comunidad hispana en Miami, capital del poder latino en Estados Unidos, da una idea.
Su padre fue el primer monarca español que pisó América Latina e impulsó una nueva política española hacia la región.
“Tiró al pasado el concepto de la hispanidad -tan impregnado de franquismo- para construir lazos nuevos y modernos donde la Península Ibérica convocaba a sus contrapartes hermanas no solo a conmemorar el Quinto Centenario, sino a dar un sentido de siglo XXI a los valores compartidos”, escribía hace unos días el ex presidente de Chile Ricardo Lagos.
La última Cumbre Iberoamericana, celebrada en octubre en Panamá, fue la primera en la historia de estos encuentros a la que faltó el monarca. Se recuperaba de una operación y no pudo ir a la cita anual, de la que es uno de los grandes impulsores y a la que jamás había faltado desde el nacimiento de estos foros en 1991.
Felipe, en Panamá para inaugurar el Congreso de la Lengua que comenzaba después, estuvo en los aledaños de la cumbre, sin participar en las sesiones porque no era jefe de Estado y porque la casa real quería evitar la imagen de que estaba sustituyendo a su padre el rey. Aún no se había decidido la abdicación.
Juan Carlos no fue el único que faltó. No estuvo más de la mitad de los mandatarios de la comunidad iberoamericana, un gran fracaso en un encuentro que además estaba llamado a ser el de la renovación de un foro que fue perdiendo cada vez más importancia.
Impulsarlo siguiendo el trabajo de su padre es uno de los retos a los que Felipe se enfrenta en América Latina.
La Cumbre Iberomericana de Veracruz, en México, será en diciembre su gran estreno en ese ámbito. Pero no por ser la primera de estas citas que preside le resultará extraño.