Una ola de protestas sociales sin precedentes, que incluyó el ataque e incendio de la sede de la Presidencia, sacudió hoy Bosnia-Herzegovina, país balcánico que pasa por una profunda crisis institucional y económica.
Decenas de miles de personas se manifestaron en ciudades como Sarajevo, Tuzla, Zenica, Bihac y Mostar, para expresar su malestar con la pobreza, el alto índice de desempleo (40%) y la corrupción política, en un país que sigue dividido desde la guerra que padeció hace 20 años.
Cerca de 200 personas resultaron heridas y un número no determinado fue detenido tras la violenta jornada.
Se trata del peor alzamiento social en Bosnia desde la guerra de los años 90 (1992-1995) en la que murieron cerca de 100 mil personas tras la disolución de la entonces Yugoslavia.
El detonante fue el cierre de varias fábricas industriales en Tuzla, en el noreste de Bosnia. En cuestión de horas, las protestas se expandieron por todo el país, incluyendo la capital, Sarajevo, donde los manifestantes atacaron las sedes del gobierno local y de la Presidencia.
“Es todo nuestra culpa”, manifestó el jefe de turno de la terna presidencial bosnia, el croata-bosnio Zeljko Komsic, al responsabilizar a la clase política por lo sucedido y reconocer que las protestas se producen por los problemas acumulados desde hace años.
El presidente anunció que ha convocado una reunión de emergencia de la terna presidencial, que comparte con un serbio y un musulmán, aunque no supo decir si sus dos homólogos iban a aceptar la cita.
Traumas de guerra
Los bosnios tienen mucho descontento acumulado. La privatización mal encauzada tras la guerra afectó a la clase media e hizo que la clase trabajadora cayera en la pobreza, al tiempo que surgieron unos pocos millonarios.
El ministro bosnio del Interior, Fahrudin Radoncic, fue tajante al calificar las protestas como “un tsunami de los ciudadanos robados”.