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Después de todo, los dueños de castillos en Transilvania no tuvieron que preocuparse por los vampiros, sino por los comunistas. Durante siglos ese histórico territorio en el centro de Rumania, que inspiró la novela de horror Drácula, de Bram Stocker, fue durante siglos hogar de aristócratas que construyeron más de 100 imponentes castillos.
Sin embargo, el lujo y esplendor cambió drásticamente cuando el partido comunista rumano tomó el poder al final de la Segunda Guerra Mundial, y confiscó los castillos.
Algunos de los dueños lograron escapar del país, mientras que otros sucumbieron en medio de penurias.
La mayoría de los castillos se transformaron en edificaciones abandonadas a su suerte por el estado, quedando como testigos mudos de una época de glorias pasadas.
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El castillo Bran, donde la leyenda cuenta que estuvo encarcelado Vlad Drácula, recibe medio millón de visitantes al año. Es la envidia de los demás castillos. (Foto: Getty Images)
Así permanecieron durante décadas hasta que, como consecuencia de la revolución de 1989 que provocó la salida del gobierno comunista, los descendientes de los antiguos dueños de castillos comenzaron el lento proceso de reclamarlos.
Finalmente, en el 2005 se produjo un cambio de ley que abrió las puertas para que recuperaran la titularidad de estas propiedades. ¿Pero, contaban con recursos financieros para hacerlo?
DE NOBLES A EMPRENDEDORES
Recuperar la titularidad de los castillos requiere pagos de abogados en la corte, y luego de tener el título en las manos, implica contar con enormes presupuestos para remodelarlos.
La mayoría de los propietarios había perdido las fortunas familiares acumuladas antes de la guerra, por lo que tuvieron que pasar de nobles a emprendedores.
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Hace tres años los dueños históricos recuperaron el Castillo Teleki, luego de pagar US$25.000 en el proceso jurídico que les devolvió la titularidad de la propiedad. (Foto: Teleki Castle)
Ese el caso de Kalman Teleki, cuya familia fue despojada por los comunistas de un castillo de arquitectura barroca cerca de Gornesti, al norte de Rumania.
Kalman era un niño cuando todo ocurrió pero recuerda que la familia fue obligada a vivir durante 19 años en un departamento en el sótano del castillo.
A pesar de ello, y en medio de muchas dificultades, Kalman llegó a estudiar ingeniería química, y eventualmente abandonó su país en 1982 para establecerse en Bélgica.
Hace tres años recuperó el Castillo Teleki luego de pagar US$25.000 en el proceso jurídico, y se planteó la titánica tarea de repararlo y mantenerlo.
“Tengo que encontrar un propósito para tener un castillo en el siglo 21”, dice Kalma, de 67 años, apodado por los habitantes de las aldeas vecinas como “el conde”.
La idea que ha implementado es alquilarlo para bailes, bodas, conciertos y para grandes grupos de turistas.
Cobra entre US$623 y US$3.117 por alquilar el castillo, y en su modelo de negocio ideal le gustaría tener al menos un evento por semana.
También deja a grupos pequeños de turistas visitar gratis el castillo, aunque “no rechazamos donaciones”.
Cree que el gobierno podría colaborar modernizando la carretera rural en Rumania e invirtiendo más dinero en la promoción del turismo.
Pero mientras eso se materializa, su motivación para continuar como emprendedor recae en la fascinación que, observa, tienen los extranjeros por Transilvania.
UNA MISIÓN
La historia de Gregor Roy Chowdhury es un poco distinta. A él le tomo diez años recuperar legalmente el castillo de su familia.
Ubicado cerca de la población de Zabala, el Castillo Mikes fue utilizado como hospital psiquiátrico durante el período gobernado por los comunistas.
La madre de Gregor, la condesa Katalin Mikes, escapó de Rumania cuando tenía 16 años y se estableció en Austria, donde se casó con un hombre de Bangladesh.
Tuvo dos hijos, Gregor y Alexander, quienes ahora son los gerentes del castillo y de otras propiedades recuperadas.
Para Gregor, quien trabajó en Londres en la banca de inversión, “dirigir el castillo como una empresa es más una misión que un empleo. Aquí es mi hogar”.
El castillo funciona como una casa de huéspedes, con uno de los edificios auxiliares convertido en área con 10 dormitorios. Para el próximo año piensan duplicar esta capacidad.
A los huéspedes se les ofrece la tradicional cocina transilvana, caracterizada por el gulash, pollo al limón y un licor llamado palinka.
Cada año reciben unos 2.000 huéspedes, la mayoría provenientes de Bucarest, la capital del país.
Gregor cuenta con un equipo de seis empleados.
LA GRAN EXCEPCIÓN
La mayoría de los propietarios de castillo en la zona sueñan con alcanzar el éxito del Castillo Bran, famoso por su conexión con la historia de Drácula.
Aún cuando Bram Stoker, creador de la reconocida historia de terror, nunca visitó Transilvania, se cree que la inspiración para el personaje de Drácula fue el Príncipe de Valaquia, Vlad El Empalador, quien vivió en el siglo 15.
También conocido como Vlad Drácula, la leyenda cuenta que fue encarcelado por varios meses en el Castillo Bran.
Como resultado, el castillo recibe cada año medio millón de visitantes.
Gregor afirma que el éxito del Castillo Bran es la excepción.
Para Teleki, esa propiedad tiende a opacar las posibilidades de los otros castillos.
“Estoy un poco molesto con todo esta promoción de Drácula”, comenta. “Transilvania no debería ser reducida a Drácula. Es una buena historia, pero hay otras cosas más interesantes que ver”.