Rafael Corpas, de 67 años, llegó a Cataluña desde el sur de España hace un puñado de años. Trabajó muy duro para hoy vivir de una tranquila jubilación. Pero hay algo que le quita el sueño.Seguir a @Mundo_ECpe !function(d,s,id){var js,fjs=d.getElementsByTagName(s)[0],p=/^http:/.test(d.location)?'http':'https';if(!d.getElementById(id)){js=d.createElement(s);js.id=id;js.src=p+'://platform.twitter.com/widgets.js';fjs.parentNode.insertBefore(js,fjs);}}(document, 'script', 'twitter-wjs');
“Mis raíces y mi sentimiento son andaluces. Respeto a los independentistas, pero no entiendo que mi hijo lo sea. Hasta me avergüenza un poco”, dice.
Habla del otro Rafael Corpas –este de 45 años– de la familia, que replica: “No es un problema de raíces. Cuando seamos independientes, yo seguiré yendo a Andalucía y comeré mi gazpacho. No es una cuestión personal ni de afectos”.
Ignasi Sitges, de 29 años, dice que en su familia se conversa a menudo de la independencia. “Muchas veces acabamos a los gritos, el ambiente se caldea mucho aunque al final se relaja. Pero en la familia de mi pareja es un tema totalmente tabú”.
Testimonios como estos fueron recogidos esta semana por la agencia France Presse, en vísperas de los comicios regionales que hoy se celebrarán en Cataluña y a los que Artur Mas, jefe del Ejecutivo catalán, les ha otorgado un signo plebiscitario.
Si el independentismo alcanza un mínimo de 68 diputados en el Parlamento catalán, Mas ya anunció que empezará a dar los pasos para proclamar la separación de España en un plazo máximo de 18 meses.
¿Por qué quieren irse?
Los defensores de la separación de España se refieren a un trato injusto. Repiten que Cataluña representa el 16% de la población del estado, produce el 20% de la riqueza y paga el 24% de los impuestos, pero solo recibe el 10% del gasto público.
“No es que odiemos a los españoles. Simplemente, queremos que los impuestos que se pagan en Cataluña no salgan fuera. Y creemos que con ese dinero podríamos vivir mejor y tener mejor infraestructura”, dijo el mecánico José Luis Cebolla a la agencia DPA.
El internacionalista Francisco Belaunde puntualiza a El Comercio que, en efecto, el argumento principal que esgrimen los secesionistas “es que Cataluña transfiere a las zonas pobres de España cantidades que, por el tema de compensación, rondan los 16 mil millones de euros al año, o sea, el 8% del PBI catalán”.
El otro aspecto que desata tempestades es el recorte sufrido por el nuevo estatuto aprobado por el Parlamento catalán en el 2005. Primero fueron las cortes españolas y luego el Tribunal Constitucional (TC).
“Fue la gota que colmó la paciencia. La gente pensaba: si hemos votado un estatuto que no vale, ¿qué podemos esperar? Esto fue creando un clima a partir del ‘No se nos escucha, estamos hartos’”, explica Marina Subirats, catedrática de la Universidad Autónoma de Barcelona.
¿Por qué quedarse?
Pero no todos en Cataluña se manifiestan ni agitan la bandera de la secesión. Son los que el régimen de Mariano Rajoy llama “la mayoría silenciosa”. Son los que apuntan al independentismo como una coartada de Mas para ocultar el mal manejo de la economía o la corrupción.
Entre estos se inscribe la empresaria María José López. “Dicen que siendo independientes vamos a estar mejor. Desde que era pequeña el discurso es el mismo. En Cataluña tenemos más desempleo que en el resto de España. Estamos machacados. No creo que tenga sentido la separación”, expuso a DPA.
Para el farmacéutico Israel Alarcón tampoco está claro el panorama: “Ahora que la crisis ha terminado y estamos algo mejor, me da miedo perder estabilidad con esta locura”.
El temor tiene mucho que ver con la permanencia o la exclusión de una Cataluña independiente de la Unión Europea (UE) y los riesgos económicos que una jugada así entrañaría.
Además de recordar las amplias competencias que ya posee Cataluña en educación, sanidad y seguridad pública, el Gobierno Español ha explotado este escenario y alertado de pérdida de empleos, de corridas bancarias y de fuga de inversiones. “Es un apocalipsis poco creíble”, ha respondido Oriol Junqueras, líder de Esquerra Republicana de Catalunya. Y con él todos los que en año y medio esperan desgajarse por siempre de la nación española.
Punto de Vista:
José María Aznar (Ex presidente del Gobierno de España)
En primer lugar, Cataluña no se va a independizar. En segundo lugar, el comportamiento de los dirigentes nacionalistas es de una deslealtad increíble. En tercer lugar, estoy convencido de que el gobierno, apoyado por la inmensa mayoría del país, tomará las medidas adecuadas para garantizar la continuidad histórica de España.
El secesionismo es nuestro problema más serio porque cuando alguien propone la escisión plantea un problema existencial básico a la nación. Ni tienen derecho a hacerlo ni tienen opción de hacerlo. Tal actitud es inaceptable.
La sociedad catalana está dividida debido a las políticas nacionalistas y se va a dividir más. Una política de secesión se contrarresta con una política de inclusión, que echo de menos en los últimos años. En España no tenemos un problema con la Constitución, abierta y generosa. Nuestro problema es con los secesionistas desleales.
Francisco Belaunde (Internacionalista)
“Tenga o no éxito este proceso, en Cataluña se está agravando la fractura social”
- ¿Cómo ve este reavivamiento de la cuestión catalana luego del referéndum simbólico del año pasado?
No veo un panorama tan claro para los independentistas. Según un último sondeo del Centro de Investigaciones Sociológicas, el 21,5% de los habitantes de Cataluña se sienten solamente catalanes, el 25% se sienten más catalanes que españoles, el 42% se dicen tanto españoles como catalanes y el 4,5% más españoles que catalanes.
- ¿Estas cifras revelan que el ánimo separatista no es tan extendido?
Me parece que la cosa está pareja. El apoyo a la independencia es mayor en los sectores rurales. En las ciudades hay más gente que se siente tanto catalana como española. Muchos de ellos llegaron desde los años 60 y 70 de otras regiones, y luego de más de una generación se sienten catalanes pero reivindican sus raíces españolas.
- ¿Cataluña está desgarrada y dividida, como dicen quienes se oponen a la independencia?
Uno percibe que, tenga o no éxito este proceso independentista, se está agravando la fractura entre quienes están a favor y en contra. Abundan los calificativos de traidores y el uso de referencias históricas. Los enfrentamientos en las redes son cada vez más virulentos.
- ¿Y esta ruptura ha alcanzado a los partidos políticos en la región?
Así es. El Partido Socialista Catalán se ha dividido, igual que Convergencia i Unió (CiU), una agrupación que tradicionalmente ha dominado la vida catalana. Hay fracturas en el ámbito político, pero más graves son las de tipo social. No será fácil superar las heridas que queden.
- ¿Convertir estos comicios en una suerte de plebiscito es un desafío al Estado español?
Lo es. Estamos ante una leguleyada para hacer lo que ya el Tribunal Constitucional (TC) ha prohibido. No cabe duda de que es un desafío.
El Ejecutivo español busca la reforma del TC para que la corte pueda suspender al jefe del gobierno catalán si prosigue con el proceso de secesión. Expertos constitucionalistas critican esta intención.
Al Gobierno Español le ha faltado sutileza. Ha podido tener una actitud más imaginativa o abierta, por ejemplo, a la opción de una España federal, aun cuando las regiones tienen un grado de autonomía fuerte. Pero la actitud tan cerrada respecto a Cataluña exacerbó las tensiones.
- ¿Qué papel puede jugar la amenaza de salida de la UE?
La UE ya dijo que Cataluña tendría que presentar su expediente y hacer el trámite para ingresar a ella. Hay que ver cómo y cuánto afectaría esta ruptura de relaciones administrativas y económicas con la UE.