Semanas antes de lograr la reelección en la segunda ronda de los comicios electorales, Emmanuel Macron se vio involucrado en una acalorada discusión con una asistente dental.
En realidad la única que estaba gritando era ella, cuenta la corresponsal de la BBC en París, Lucy Williamson.
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Pero este intercambio de palabras en la antigua población minera de Denain revela el rasgo que impulsó a Macron hacia la presidencia cinco años atrás y hacia la reelección este domingo. Un rasgo que por otro lado, también, le ha hecho ganar muchos opositores.
Elodie, la asistente dental, estaba furiosa. Le criticaba a viva voz su lenguaje “insultante” al describir a aquellos que no se habían vacunado contra la covid-19.
Macron, quien ganó la segunda vuelta de los comicios de este domingo con el 58% de los votos, le dijo que se había tomado sus palabras a mal. Elodie se quejó entonces de los impuestos y la subida de precios.
Él respondió que había bajado las tasas y que ella no estaba siendo justa.
“¿Bajaste las tasas?” respondió la mujer incrédula. ¿Has ido a la gasolinera? ¿Cuánto ganas al mes?“
“Yo no controlo el mercado global”, respondió Macron. “Sencillamente no nos pondremos de acuerdo”, concluyó Elodie.
“Pero es importante que lo explique”, le dijo Macron.
El presidente francés siempre ha creído que tiene la respuesta a todos los problemas del país. Y que, si solo pudiera explicarle su pensamiento al resto, ellos también lo verían así.
Esa confianza en sí mismo le ha hecho dar largos discursos, asumir una postura dura frente a los manifestantes y proyectar una imagen -para algunos- de que él simplemente no escucha.
Esto, sin embargo, no le ha impedido conseguir un segundo mandato, algo bastante inusual en la política francesa.
De hecho, los únicos presidentes que han sido reelegidos de forma directa en el país fueron François Mitterand en 1988, y Jacques Chirac en 2002.
Nacido de padres médicos el 21 de diciembre de 1977 en Amiens, en el norte del país, Macron tuvo una brillante formación que le permitió graduarse en el prestigioso instituto Sciences Po.
Prosiguió sus estudios en la ENA, una escuela de administración pública que el político de izquierda Jean-Pierre Chevènement ha descrito como el “instituto de la burguesía y la oligarquía francesa”.
Tras graduarse en 2005, Macron comenzó su carrera profesional en la Inspección General de Finanzas de Francia.
Tres años después su carrera dio un giro al ser contratado por el banco Rothschild, del que se convirtió en subdirector en tan solo dos años.
En su paso por Rothschild, Macron estuvo a cargo de un gran acuerdo entre las transnacionales Nestlé y Pfizer por unos US$9,7 millones, lo que le dejó una jugosa y millonaria comisión.
En 2012 ocupó el puesto de secretario general adjunto de la presidencia de François Hollande y en 2014 se convirtió en ministro de Economía y Hacienda.
En abril de 2016, sin haber dejado aún su cartera en el gobierno, lanzó el movimiento En Marche! (¡En marcha!) con un acto público en Amiens.
Y seis meses después de la creación de En Marche!, el ya exministro anunció su candidatura,
En aquel momento aseguró que su intención era superar las diferencias tradicionales entre la izquierda y la derecha.
Incluso antes de llegar al poder, Macron “irradiaba una suerte de determinación casi religiosa sobre su proyecto para Francia. ¿Cómo si no un hombre de 39 años que realiza su primera campaña electoral podría llegar a convertirse en presidente?”, se plantea Williamson.
Alain Minc, un influyente asesor político y mentor de Macron en sus primeros tiempos, cuenta la historia de su encuentro con el presidente francés a principios de los años 2000.
“Me vino a ver, cuando era un joven inspector de finanzas, y le pregunté: '¿Cómo te ves en 20 años?'. Macron respondió: 'Seré presidente'. Me quedé helado”.
Cuando Macron lanzó su movimiento político, sin el respaldo de ningún partido o estructura establecida, muchas personas inicialmente lo desestimaron por su falta de experiencia.
Pensaban que se trataba de una “burbuja de champán que se disolvería antes del día de las elecciones”.
No podían haber estado más equivocados.
La confianza ciega en su propia visión que Macron llevó a la política también es algo que se refleja en su vida personal.
Su esposa, Brigitte Trogneux, fue antiguamente su profesora de treatro. Cuando se conocieron, ella, 24 años mayor que él, estaba casada y tenía 3 niños.
Para cuando Macron dejó su escuela, a los 16 años, había prometido casarse con ella.
“Nos llamábamos todo el tiempo y pasábamos horas al teléfono”, contó Trogneux en un documental. “Poco a poco el venció mi resistencia, de una forma increíble, con paciencia”.
Se casaron en 2007.
Es una historia de amor inusual, y uno de los biógrafos de Macron, Anne Fulda, dice que ambos eligieron no publicitar su relación hasta que él se postuló al cargo.
La corresponsal de la BBC en París Lucy Williamson recuerda que, en 2017, Fulda le dijo que Macron en ese entonces quería dar la idea que “si él podía seducir a una mujer 24 años mayor que él en una pequeña ciudad provincial, a pesar de los prejuicios, a pesar de la mirada de la gente y las burlas, él podría de la misma manera conquistar Francia”.
En su primer mandato, Macron creó trabajos, gastó miles de millones de dólares para apoyar a los trabajadores y las empresas durante la pandemia y, en los últimos seis meses, subsidió los precios del gas y el petróleo.
Pero su creencia central es que la reforma económica - para liberar a las empresas y exigir más a los trabajadores- es el camino para aliviar la pobreza y financiar el tipo de políticas sociales que son importantes para los votantes de izquierda.
Más que acortar la brecha entre las viejas clases y divisiones políticas, esta aproximación las ha abierto más.
Y algunas decisiones clave (cómo la de reducir drásticamente el impuesto sobre el patrimonio para los más ricos) tomadas poco después de asumir su primera presidencia, se han convertido en emblemas de su supuesta “traición” a la clase trabajadora y le han hecho ganar el apodo de “presidente de los ricos”.
Es una acusación que no encaja con la historia que a Macron le gusta contar de sí mismo.
“Nací en un pueblo provincial, en una familia que no tenía nada que ver con el mundo de los periodistas, los políticos o los banqueros”, respondió años atrás a un periodista que le cuestionaba su atractivo para las clases trabajadoras.
En su autobiografía, Macron cuenta que sus abuelos eran una maestra, un trabajador ferroviario, una trabajadora social y un ingeniero de caminos.
Dice que su abuela materna, la maestra Manette, fue particularmente importante para él, ya que lo introdujo en el mundo de la literatura y la cultura y le enseñó a pensar.
Pero también le dio algo más: la madre de Manette había sido analfabeta, y la historia de su descendiente que logró logró llegar al Palacio Elíseo era un historia romántica, mucho más romántica que la del hijo de un neurólogo que fue a una escuela privada y se postuló a la presidencia tras una temporada en un banco de inversión.
Aún así, lo cierto es que la historia familiar de Emmanuel Macron es una de superación de las divisiones sociales, algo que luego él intentaría en la política.
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