Llegó con una hora de antelación, seria y demacrada, en la sala de vistas, la infanta Cristina de Borbón tomó asiento en una esquina de la tercera y última fila del banquillo de los acusados. Frente a ella, presidiendo la estancia de un juicio histórico, un retrato de Felipe VI, su hermano el rey de España.Seguir a @Mundo_ECpe !function(d,s,id){var js,fjs=d.getElementsByTagName(s)[0],p=/^http:/.test(d.location)?'http':'https';if(!d.getElementById(id)){js=d.createElement(s);js.id=id;js.src=p+'://platform.twitter.com/widgets.js';fjs.parentNode.insertBefore(js,fjs);}}(document, 'script', 'twitter-wjs');
La monarquía entró hoy en un tribunal de Palma de Mallorca de la mano de una hija y hermana de rey.
A su izquierda y separado por otros tres acusados, ocupó su sitio su marido, Iñaki Urdangarin, protagonista del caso de corrupción que hizo temblar a la monarquía y contribuyó decisivamente a la abdicación de Juan Carlos I en su hijo.
Está acusado de haber conseguido suculentos contratos ilícitos con administraciones públicas valiéndose de su relación con la Casa Real y de haber desviado más de seis millones de euros a través de un entramado empresarial. Sobre su mujer se cierne la acusación de cooperadora en dos de sus delitos fiscales.
Llegaron juntos al tribunal en un automóvil gris, en medio de fuertes medidas de seguridad y una gran expectación mediática y social. Y durante horas permanecieron a distancia, sin mirarse, en una sala llena de abogados en la que hacía mucho calor.
En la calle, una protesta republicana arremetió contra la monarquía. “España, mañana, será republicana”, se coreó. “Que no, que no, la monarquía no la quiero yo, que no, que no”.
Los manifestantes, sin embargo, eran apenas una docena: nada que ver con los miles de personas que en junio del 2014 reclamaron un referéndum para decidir la forma de Estado.
Acababa de abdicar Juan Carlos I tras tres años de agitación en los que fue creciendo el caso de corrupción que protagonizaba su yerno y su hijo Felipe se preparaba para asumir la jefatura del Estado.
Cuando lo hizo, levantó un muro de contención frente a su hermana: la sacó oficialmente de la familia real, ordenó que se le retirara el pasaporte diplomático y le quitó el título de duquesa de Palma que su padre le otorgó en 1997 cuando se casó con Urdangarin.
Lo que no ha conseguido el nuevo rey, pese a la presión que ha ejercido sobre ella, es que la infanta Cristina renuncie a sus derechos dinásticos: es sexta en la línea de sucesión.
En cualquier caso y según las encuestas, el monarca ha logrado reparar la imagen de la Corona española, que en los últimos tiempos del reinado de su padre se precipitó en un agujero.
El debate entre la monarquía y la república prácticamente ha desaparecido y la sociedad española relaciona el juicio que hoy arrancó en Palma de Mallorca con la etapa anterior. La sombra sobre hasta dónde llegó el amparo o al menos la tolerancia del rey Juan Carlos con las actividades de su yerno no se ha disipado.
Felipe VI y la reina Letizia se han mantenido a distancia de la infanta Cristina y su marido, que en agosto del 2013 se fueron a vivir junto a sus cuatro hijos a la ciudad suiza de Ginebra para escapar a la presión mediática.
El monarca, además, introdujo medidas de transparencia en la Casa Real y prohibió a todos los miembros de la familia real desempeñar actividades en empresas privadas, para no dejar posibilidad alguna a que pueda volver a ocurrir un escándalo semejante.
El rey mantuvo hoy un perfil discreto en una jornada que pasará a los libros de Historia española como el día en el que, por primera vez, un familiar del monarca se sentó ante un tribunal como acusado.
Su agenda estuvo libre de actos oficiales, dedicada exclusivamente a trabajo de despacho. Pero en el Palacio de la Zarzuela, en Madrid, se mantenía informado de lo que ocurría en Palma de Mallorca. “El rey no es ajeno a nada de lo que sucede en España”, dijeron fuentes de la Casa Real a medios españoles.
Fuente: DPA