Una reciente publicación sobre el secuestro de un general alemán durante la Segunda Guerra Mundial en la Creta ocupada arroja luz sobre uno de los hombres más interesantes del siglo XX.
“Un hombre de su tiempo interpreta varios papeles”, escribió Shakespeare en su obra Como gustéis. Si eso sirve como medida, Patrick Leigh Fermor superó todas las previsiones.
El británico fue un condecorado héroe de guerra, un conversador brillante, historiador, guionista de Hollywood y quizá el mejor escritor de viajes de su generación.
La lista de logros de Paddy -nunca le llamaron Patrick- es interminable.
Murió hace tres años, a los 96, y ahora ha salido a la luz su propio relato de los tiempos de guerra.
En éste cuenta cómo capturó al general Heinrich Kreipe, el comandante de una division en la isla de Creta, evadió a quienes lo perseguían y lo llevó con él a El Cairo, en Egipto.
El episodio ha dado aún más brillo a una ya resplandeciente reputación.
El libro se titula Secuestrando a un general y está narrado con la erudición y el estilo de Fermor.
VESTIDOS PARA SECUESTRARFermor dejó escrito cómo él y su colega William Stanley “Billy” Moss se vistieron de cabos alemanes y le hicieron señas al carro del general en una aislada carretera.
Sus camaradas cretenses les ayudaron a reducir al conductor. Fermor se puso el gorro del general y agarró el volante.
Así cruzaron 22 puestos de control alemanes, con su presa escondida en la parte de atrás del vehículo.
“El júbilo se apoderó de los ocupantes del carro. Hablamos, reímos, gesticulamos y cantamos al límite de nuestras voces, nos ofrecimos cigarrillos entre nosotros, incluido al general”, describió.
“Fue como si la guerra se hubiera terminado, porque habíamos bebido de las mismas fuentes. Todo fue muy diferente después”, narra.
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Durante la travesía cruzaron el punto más alto de la isla, el monte Ida, y recitaron algunas líneas del poeta romano Horacio.
“Fue como si la guerra se hubiera terminado, porque habíamos bebido de las mismas fuentes. Todo fue muy diferente después”.
Fermor fue condecorado con la Orden del Servicio Distinguido, mientras Moss recibió la Cruz Militar.
Moss también contó su propia versión del incidente, Ill Met by Moonlight, un relato que se publicó en 1950 y del que se hizo una película siete años después.
INDIANA BONDEste episodio es sólo fue uno de los tantos que vivió el hombre al que una vez llamaron “un cruce entre Indiana Jones, Graham Greene y James Bond”.
Para los 18 Fermor, el hijo rebelde de unos padres distantes, fue expulsado de varios colegios, antes de que la bohemia de Londres lo atrapara.
Fue entonces cuando su viaje comenzó.
El periplo, a pie desde el extremo suroeste de Holanda a Estambul con sólo seis dólares para gastar al mes, está contado en tres libros: Tiempo de regalos, Entre los bosques y El agua y el camino roto.
Los relatos son una evocación poética y romántica de una Europa que fue barrida por la Segunda Guerra Mundial.
Cruzó Holanda y se adentró en la Alemania del primer año del gobierno nazi. La gente gritaba ¡Heil Hitler¡, “saludando como si fueran siniestros boy scouts”, contó Fermor.
A pesar del comentario, la mayoría de los textos del autor son líricos y hacen referencia a la cultura, raramente a la política.
EL ENCANTO COMO PASAPORTESu encanto fue un buen pasaporte. Un día podía dormir en un granero y al siguiente en el antiguo palacio de la nobleza austrohúngara.
Durante su viaje también se enamoró. Lo hizo de una princesa rumana, Balasha Cantacuzene.
También se unió a una formación real de caballería desplegada en la fallida revolución de Grecia en 1935 y visitó los monasterios del monte Athos.
Los seis “años sabáticos” terminaron con el estallido de la guerra en 1939.
Su facilidad para los idiomas (hablaba cuatro con fluidez y podía manejarse en varios más) y una probada autosuficiencia hicieron de Fermor el candidato ideal para las operaciones especiales.
Tras la guerra se quedó en Grecia y trabajó para el Consejo Británico, un instituto cultural público con la misión de difundir el conocimiento de la lengua inglesa y su cultura.
En ese tiempo conoció a su musa, Joan Rayner, un contrapeso intelectual para el erudito Fermor.
EL VIAJE COMPARTIDORayner presenció cómo, a los 69, su amor cruzaba a nado el Dardanelos, un estrecho entre Europa y Asia entonces conocido como Helesponto, imitando a su ídolo Lord Byron.
La pareja se casó en 1968.
La de Rayner es una presencia invisible en el texto El árbol del viajero, el relato de un viaje a través de la geografía, la historia y las costumbres de las islas del Caribe, y también en otros tres libros sobre Grecia.
Pero Fermor no se limitó a los libros de viajes.
También se convirtió en un elegante traductor y escribió una novela que podría considerarse protorealismo mágico, Los violines de Saint-Jacques.
Incluso se atrevió con el guionismo.
Es el coautor de Las raíces del Paraíso, un filme de Hollywood dirigido por John Huston y protagonizado por Errol Flynn.
“Todo el mundo odiaba a Errol Flynn”, recuerda el autor e historiador John Julius Norwich.
“Pero Paddy creía que era maravilloso. Compartían tremendas borracheras. Estaban en la misma onda”.
“SIN ESFUERZO, SIN PRESUMIR”También lo recuerda el periodista y editor británico Max Hasting: “Sentados a la mesa de un club de Londres, lo escuchaba contar sus anécdotas, en cuatro o cinco idiomas, sin esfuerzo, sin presumir. Me dejó con la boca abierta”.
Mientras, la escritora persa Susha Guppy dice de él: “Estabas teniendo una noche agradable y de repente salía con una canción húngara o un poema rumano. Pero su idioma era el inglés. Escucharlo manipular el inglés era como oír a Paganini tocar un Stradivarius”.
Y el escritor de viajes William Dalrymple asegura que su amigo siempre fue “generoso e inspirador, incluso cuando sus pulidos zapatos y el traje de raya diplomática escondían su bohemia interior”.
Fermor y Joan Rayner se casaron en 1968.
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Fermor advirtió sobre el futuro de la literatura de viajes: “Si escribes sobre un lugar con demasiado entusiasmo, acerca de su maravillosa tranquilidad y soledad, al final dejará de ser tranquilo y solitario”.
Frente a este comentario, su biógrafa y amiga Artemis Cooper habla sobre la influencia de Fermor en los escritores de viajes actuales, ahora que la mayor parte del mundo ha sido visitada.
“La tendencia hoy es contar un viaje interior, más valiente. Pero esto lo hace aún más extraordinario”, insiste.
“Aunque no pertenezca a la corriente principal, su presencia es palpable, se nota que los buenos escritores de viajes lo han leído y han tomado prestado algo de su magia”.
Para el autor William Dalrymple, “su estilo no se puede copiar”.
“Es un fértil torrente de palabras. Este vagabundo salvaje y sin fronteras, aficionado a los libros, ha inspirado a generaciones de escritores”.