Alemania despidió este sábado al ex canciller Helmut Kohl con honores a un político colosal, impulsor de la unificación alemana y europea, con una extensa ronda de homenajes salpicada por los disensos que marcaron su vida privada.
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Al adiós recibido por la mañana en Estrasburgo (Francia) de líderes en ejercicio -como el francés Emmanuel Macron y la alemana Angela Merkel- o aliados durante sus 16 años en el poder -el español Felipe González y el estadounidense Bill Clinton-, siguió el regreso del féretro a casa, para la despedida entre los suyos.
Tras su muerte, el pasado 16 de junio, se había dado por hecho que se le rendiría un acto de Estado en Alemania, pero la decisión de dedicarle un funeral de rango europeo se consideró un tributo a su medida, expresión de su voluntad europeísta.
El féretro de Kohl fue trasladado a Estrasburgo a primera hora en helicóptero desde Ludwigshafen y por ese misma vía aérea regresó a esa ciudad alemana por la tarde, tras los honores brindados por dirigentes o ex mandatarios de todo el mundo.
Tras recorrer en un auto fúnebre las calles de su ciudad natal, el féretro fue transportado en barco por aguas del Rin hasta Espira (Speyer, en alemán), para proceder a un réquiem en su catedral.
Al acto asistió la plana mayor de política alemana, encabezada por Merkel y el presidente, Frank-Walter Steinmeier, entre unos mil invitados, entre ellos exmiembros de los Gobiernos que lideró Kohl entre 1982 y 1998, el propio Clinton y otras presencias destacadas del funeral en Estrasburgo.
Alrededor de un millar de ciudadanos -menos de los 3.500 que se esperaban- siguieron el oficio ante la catedral, donde se había instalado una pantalla gigante.
Ludwingshafen fue la ciudad natal y el lugar donde Kohl tuvo su domicilio familiar, mientras que Espira fue su refugio espiritual en sus tiempos de estudiante, en la vecina Heidelberg, y el lugar adonde solía llevar a sus visitas de Estado más destacadas.
En Ludwigshafen vivió junto a su primera esposa, Hannelore, como había recordado Merkel en Estrasburgo, para añadir que ahí también le acompañó “con amor” hasta el final su viuda, Maike Kohl-Richter.
La canciller evocó así a quien durante 41 años estuvo casada con Kohl y fue primera dama del país y que en 2001 se suicidó, sola en su casa, aquejada de una alergia a la luz solar.
La frase de Merkel contenía también un mensaje conciliador hacia la viuda, la mujer 34 años más joven con la que Kohl se casó en 2008 y quien tomó las riendas del matrimonio en los últimos años, marcados por las limitaciones físicas del patriarca.
Los preparativos para el funeral de Estrasburgo habían quedado empañados por las tensiones en torno a los oradores, de los que Kohl-Richter quiso excluir a Merkel para incluir al primer ministro húngaro Víktor Orban, lo que habría sido una afrenta a la canciller.
Tras la intervención de asesores de ambas partes quedó fuera Orbán, mientras que a Merkel se le reservó la única intervención en el funeral europeo de un político alemán.
Las tensiones con la canciller quedaron subsanadas, pero no los cismas familiares, ampliamente reflejados estos días en los medios.
Las cámaras captaron así cómo la policía impedía la semana pasada el acceso al domicilio de Ludwigshafen a uno de los hijos del ex canciller, Walter Kohl, junto con dos nietos.
Los dos hijos del político, Walter y Peter, de 53 y 51 años, no dieron ahí así el último adiós a su padre, con quien no tenían contacto desde 2011 y de cuya muerte se enteraron por la radio.
Tampoco acudieron al funeral, donde el obispo de Espira, Karl-Heinz Wiesemann, les dedicó un mensaje de condolencia.
Ambos llevan años culpando públicamente de la ruptura a la segunda esposa, a quien acusan de pretender controlar el legado político y humano de su padre.
La nueva relación sentimental de Kohl salió a relucir casualmente en 2005, al revelarse que la pareja había sido testigo del tsunami mientras pasaban sus vacaciones en Sri Lanki, y los hijos se enteraron de que habían contraído matrimonio vía telegrama.
Los honores al estadista que reunificó Alemania y defendió la unidad europea reflejaron así el cisma familiar y la ruptura con los hijos, contrarios, además, a que su padre no fuera enterrado en el panteón familiar de Ludwigshafen, junto a su madre y sus abuelos, sino en el cementerio de Espira.
El entierro, último capítulo de la larga jornada de homenaje tras un solemne desfile militar ante la catedral, se preparó como un acto estrictamente familiar y sin presencia de cámaras. Fuente: EFE
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