La política en el Imperio romano era un constante y despiadado drama plagado de intrigas y complots.
Pero incluso en ese mundo de politiquería despiadada, muertes sospechosas y planes de alto riesgo, la escandalosa reputación de la emperatriz Valeria Mesalina se destaca.
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Se la recuerda no sólo por sus intrigas para aferrarse al poder sino también, y sobre todo, por su apetito sexual.
Tanto así que hasta apareció en la enciclopedia Historia Natural, la gran obra Plinio el Viejo (77 d.C.), como evidencia científica de que los humanos son los únicos animales sexualmente “casi insaciables”.
Según el escritor romano, Mesalina lo demostró al competir con “la más famosa de las prostitutas profesionales” para ver cuál de las dos podía acostarse con más hombres en 24 horas.
“La emperatriz la superó, después de continuos coitos, noche y día, en el vigésimo quinto abrazo” (Libro X, cap. 83).
Historias como esTa contribuyeron a que se compusiera una imagen de Mesalina que hace que sea muy difícil comprender cómo fue realmente la mujer.
Sin embargo, eso fue lo que se propuso la clasicista Honor Cargill-Martin, autora de “Messalina: A Story of Empire, Slander and Adultery” (Mesalina: una historia de imperio, calumnias y adulterio. Bloomsbury, 2023).
Mesalina fue la tercera esposa de Claudio, el emperador que extendió el dominio romano en el norte de África e hizo de Gran Bretaña una provincia.
No se sabe exactamente cuándo nació, pero se calcula que cuando se casaron ella tenía entre 15 y 18 años, mientras que él ya se acercaba a los 50.
A pesar de que Mesalina provenía de una de las familias nobles más prestigiosas y acaudaladas de la época y su esposo formaba parte de la familia imperial, nada indicaba que se convertiría en emperatriz.
Claudio era enfermizo, cojo, tartamudo, poco atractivo, de modales torpes y tosco, por lo que para su familia era más una vergüenza que un pretendiente al trono.
Durante mucho tiempo se dedicó a escribir libros de historia y permaneció apartado del poder hasta que su sobrino, el emperador Calígula, lo nombró cónsul y senador.
El poder llegó inesperadamente después del asesinato de Calígula el 24 de enero del año 41, cuando un soldado descubrió a Claudio temblando en el palacio.
Al día siguiente fue nombrado emperador por la Guardia Pretoriana (las tropas de la casa imperial).
En esa época, Roma estaba todavía acostumbrándose a una nueva forma de gobierno.
Claudio era apenas el cuarto emperador de la dinastía Julio-Claudia, la primera del Imperio romano, que llevaba en el poder desde el año 27 a.C.
Durante la mayor parte de su historia antes de este punto, Roma había sido una República, gobernada por un Senado aristocrático y magistrados elegidos.
Pero tras medio siglo de guerra civil entre Julio César y Pompeyo Magno, llegó Augusto ofreciendo paz, prosperidad y estabilidad a cambio de poder autocrático.
La política pasó de hacerse en asambleas y foros públicos a practicarse en la intimidad de la corte imperial.
A partir de entonces, lo que realmente empezó a importar no era la posición de alguien en el Senado, sino su proximidad al emperador.
Y quién más cercano al emperador en el trono que la emperatriz sentada a su lado.
Pero si algo había aprendido Mesalina de su experiencia en la corte de Calígula era que, si bien la cercanía al emperador podía proporcionarle poder y oportunidades a cualquier romano, también ponía su vida en riesgo.
La política en la corte romana era brutal.
“Había mucho en juego: si eras el emperador, sabías que la única forma de dejar de serlo era muriendo”, le explicó Cargill-Martin a BBC HistoryExtra.
“Por eso se aferraban al poder, pues si flaqueaban, probablemente serían asesinados.
“Claudio y Mesalina eran muy, muy conscientes de los peligros inmediatos de su posición, porque literalmente habían visto a sus predecesores ser hechos trizas en el palacio imperial”.
“Calígula fue asesinado de una manera tan salvaje que se rumoró que la gente comió trozos de su carne.
“Y junto a él, mataron a su esposa y su hija pequeña pues eran vistas como amenazas potenciales en el futuro”, subrayó la clasicista.
Cuando todo eso ocurrió, los futuros regentes tenían una hija de casi la misma edad que la de Calígula, y Mesalina estaba embarazada de 8 meses de su hijo y heredero Britannicus.
“Por eso creo que Mesalina, desde el primer día en el poder, supo que tenía que hacer absolutamente todo lo que pudiera para mantener el control, y esa fuerza impulsora continuó durante todo su reinado”.
Durante la mayor parte de una década fue probablemente la mujer más poderosa del Mediterráneo.
Estuvo justo en la cima de la peligrosa corte imperial, siempre dispuesta y capaz de hacer casi cualquier cosa para mantener su posición.
Se involucró en intrigas políticas, haciendo arreglos para que se presentaran cargos contra sus enemigos políticos para que fueran exiliados o ejecutados.
Y sorteó ese terreno minado con mucho éxito hasta finales del año 48 d.C. cuando, en circunstancias muy misteriosas y dramáticas, fue asesinada.
Después de su muerte quedó sujeta a una orden de damnatio memoriae (condena de la memoria), así que todo lo que la recordaba fue borrado, sus estatuas, destrozadas y su nombre cincelado de las inscripciones.
En las décadas siguientes, ese vacío de historia oficial se llenó con rumores que fueron forjando esa reputación que haría de su nombre sinónimo de ser retorcido y sexualmente voraz.
Descrita como bella, con cabello negro azabache, caderas sensuales y una sonrisa que enamoraba a cualquier hombre, fue protagonista de escritos como el del poeta Décimo Junio Juvenal del siglo I y II, quien en una de sus sátiras la llamó “prostituta imperial”.
Con lujo de detalles cuenta que apenas su marido se quedaba dormido, salía de palacio con una peluca rubia para esconder su identidad e iba a un burdel “pues prefería un lecho barato a la cama real”.
Ahí, se acostaba “desnuda y con sus pezones dorados” con clientes hasta que el proxoneta la obligaba a irse, “exhausta pero no saciada”.
Durante siglos, su supuesta promiscuidad y desenfreno sexual siguió inspirando novelas, óperas y películas.
“Después de su muerte se convirtió en un símbolo de la sexualidad descontrolada, y casi todas las historias sobre sus acciones políticas están subsumidas en esa narrativa de Mesalina como ninfómana”, señaló Cargill-Martin.
“Pero si profundizamos y realmente miramos las decisiones políticas que toma, creo que es muy claro que la gran mayoría están dirigidas a evitar cualquier amenaza potencial a su poder o al de su esposo porque sabe que su fortuna y la de sus hijos están completamente ligadas a la supremacía continua de Claudio”.
Mesalina no es la única mujer cuya memoria fue deformada por los historiadores de la Antigua Roma, pero la clasicista señala que ninguna otra “tiene una reputación tan compleja como ella. Es muy excepcional”.
“Se convirtió en esa mujer mala arquetípica en un sentido sexual.
“Pero creo que es importante tener en cuenta es que esta no es la única forma de calumniar a las mujeres poderosas en Roma; hay otras opciones entre las cuales elegir.
“Por ejemplo, la sucesora de Mesalina, Agripina, también se presenta como un tipo muy peligroso de mujer 'mala', pero casi exactamente de la manera opuesta.
“Mesalina se presenta como una figura hiperapasionada e irracional, transgresora en el sentido de que es casi demasiado femenina en un espacio político que debería ser masculino.
“Agripina se presenta como transgresora porque se comporta de una manera que es inherentemente demasiado masculina: demasiado racional, demasiado ambiciosa”.
Pero no todo lo que se dijo de ella era mentira.
“Aunque a los historiadores romanos les gustaba crear personajes arquetípicos, y Mesalina era el arquetipo de la sexualidad incontrolada, no creo que necesariamente podamos dejar de lado totalmente la idea de que era una persona muy sexual y adúltera”.
Además de esos rumores extravagantes, como el descrito por Juvenal, había otros más plausibles, señaló Cargill-Martin.
Es muy posible, concluyó, que sí tuvo relaciones extramatrimoniales con hombres como Mnéster, la estrella más grande de teatro de la época, así como con Cayo Silio, considerado el aristócrata más guapo de toda Roma.
Se dijo que por este último perdió la cabeza, no ocultó su pasión y quiso ir más allá que con cualquier otro amante.
“Y así, al final del año 48, vemos un evento increíblemente dramático que termina con Mesalina muerta.
“Según se informa en las fuentes, Claudio se había ido de viaje a la ciudad portuaria de Ostia y Mesalina y Cayo Silio, desesperadamente enamorados, decidieron casarse mientras el emperador estaba ausente, y luego montar un golpe y tomarse el trono de Roma”, cuenta la autora.
El sorprendente episodio fue contado por varios historiadores romanos, como Tácito, quien lo relató, estupefacto, en Anales, 11.26:
“Sé que parecerá increíble que, en una ciudad tan vigilante como Roma, alguien se haya podido sentir tan seguro.
“Mucho más, que en un día específico, con la presencia de testigos, un cónsul designado y la esposa del emperador se reunieran con el propósito declarado de un matrimonio legítimo. Que la mujer escuchara las palabras de los auspicios, asumiera el velo, realizara el sacrificio a los Cielos. Que ambos cenaran con los invitados, se besaran y abrazaran, y finalmente pasaran la noche en la licencia de matrimonio.
“Pero no he añadido ningún toque de fantasía: todo lo que registre será el testimonio oral o escrito de mis mayores”.
Como era de esperarse, le avisaron a Claudio quien se apresuró a regresar a Roma.
El liberto Narciso, antiguo aliado de Mesalina y consejero del emperador, tomó las riendas de la situación.
En cuestión de horas, Silio y otros 8 “ilustres romanos” que habían sido amantes de la emperatriz, incluído Mnéster, fueron apresados, juzgados y ejecutados.
Cuando Mesalina intentó hablar con su esposo, Narciso lo impidió; y cuando Claudio ordenó que el juicio de su mujer se hiciera al día siguiente, temiendo que el César se volviera a enamorar de ella y la perdonara, el liberto envió centuriones a matarla.
Refugiada en sus jardines en Roma y entendiendo que no tenía salida, a la llegada de sus verdugos Mesalina intentó suicidarse, pero requirió la ayuda de uno de ellos, quien empujó la espada que le atravesó el pecho.
Para Cargill-Martin, esa historia es muy dudosa, por varias razones.
“No hay evidencia real de que Mesalina y Silio intentaran montar un golpe contra Claudio. Y creo que si estás dando el paso de casarte bígamamente con tu amante mientras tu esposo, el emperador del mundo conocido, realmente no está tan lejos, vas a tener un plan sobre qué hacer a continuación”, señala.
Además, apunta, Mesalina no tenía motivos para hacer algo así.
“No sólo no mejoraría su posición de ninguna manera, sino que pondría a sus hijos en un peligro mucho más significativo de lo que estarían si Claudio permanecía en el poder.
“Creo que lo que realmente el curso más probable de los acontecimientos es que fue efectivamente un golpe pero contra Mesalina, planeado por sus antiguos aliados dentro de la casa imperial, que habían comenzado a verla como una amenaza para su status quo.
“Y todo fue esencialmente diseñado por Narciso para deshacerse de ella, algo que logró de manera muy efectiva”.
Después de que Mesalina fue asesinada en su jardín en Roma y le dieron la noticia a Claudio de que estaba muerta, supuestamente él no pidió ninguna explicación... solo pidió otra copa de vino.
* Si quieres escuchar la entrevista completa con la clasicista Honor Cargill-Martin en BBC HistoryExtra, haz clic aquí.
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